Barbijo, mascarilla, nasobuco… no es prenda ornamental
La inmensa mayoría de los cubanos hemos incorporado de manera consciente el acto de cubrirnos nariz y boca, tal como disponen las instrucciones sanitarias.
La riqueza de nuestra lengua, con sus variantes locales, legitima el uso de, al menos, tres vocablos para designar el cuadrado de tela con que cubrimos parte del rostro –boca y nariz– en medio de la actual pandemia: barbijo, mascarilla, nasobuco. Llámese como se llame, en parte alguna se dice que es prenda ornamental, o accesorio para llamar la atención.
Ciertas personas, no muy responsables que digamos, parece que no han interiorizado cabalmente la necesidad de utilizar correctamente este artículo protector.
He visto a jóvenes y no tan jóvenes que lo llevan amarrado como si fuera un collar. En las redes sociales, el cineasta Jonal Cosculluela, con lucidez ciudadana, se ha referido a este fenómeno en los siguientes términos: «Ahora se ven los que llevan como si fuera una moda el nasobuco en el cuello. Para ponérselo rápidamente si se acerca un policía o un médico (…). No entienden que no es moda, ni el juego del gato y el ratón».
He visto a personas que solo se lo ponen cuando van a entrar a un establecimiento comercial, y al salir se lo quitan, como si con ello cumplieran una formalidad.
He visto a fumadores que lo echan abajo para prender un cigarrillo en la vía pública, frente a cualquiera. Hace apenas unas horas reprendí a dos trabajadores de un centro comercial que en la calle, cerca de la fila de personas que esperaban para acceder a las compras –por cierto, muy bien organizada, con las personas distanciadas, y la colaboración de combatientes del Batallón de Ceremonias de las FAR– y uno me respondió: «Es que no aguantaba las ganas». Volví a la carga: «Pues hay que aguantarse, hermano; tu adicción no puede convertirse en una brecha de las medidas sanitarias».
He visto una tertulia de empleados públicos en una institución estatal conversando sobre lo que se dispone en el mercado y los precios. Tres llevaban las mascarillas; otros dos se deshicieron de ellas. ¿Para hablar es necesario despojarse del nasobuco?
He visto, peor aún, a unos cuantos que reniegan del uso de la mascarilla. El comentario escuchado a un estibador en el mercado agropecuario me llenó de espanto: «Este pedazo de tela no resuelve nada. Cuando te tocó, te tocó y a viaje». Tres compañeras se viraron hacia el irresponsable: «Si te quieres enfermar es tu problema, pero no te conviertas en nuestro problema con esa actitud. Piensa mejor lo que dices, o mejor dicho, piensa, porque no lo estás haciendo».
Actitudes como las descritas, por fortuna, no abundan. La inmensa mayoría de los cubanos hemos incorporado de manera consciente el acto de cubrirnos nariz y boca, tal como disponen las instrucciones sanitarias. Hasta para una salida mínima de pocos metros y escasos minutos, como la de arrojar los desperdicios en los recipientes destinados a los desechos, la gente responde.
Pero basta con que 20, diez, cinco, o uno siquiera, violen la norma para que el letal coronavirus consiga expandirse. Valgan las palabras de la doctora Sonia Resik, jefa del Departamento de Virología del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK): «El SARS-COV-2 tiene una alta transmisibilidad. Es un virus que se está propagando con mucha rapidez, debido en gran medida a que el 80 % de las personas que lo poseen son asintomáticas, como sucede con otros virus respiratorios, lo cual ubica a este grupo como el de mayor riesgo en la propagación. La detección de portadores que no presentan síntomas de infección viral, podría representar un mayor peligro de contagio para la población, por lo cual se debe seguir insistiendo en la responsabilidad individual y en la percepción de riesgo de cada individuo».
Tema: Acontercer cubano en salud. Publicado: abr 28th, 2020.