¿De dónde vienen estos términos?
En la antigua mitología griega el gigantesco Atlas (o Atlante) era el mayor de los hijos de Jápeto y Clímene. Gobernaba la legendaria Atlántida, reino, según se decía, mayor que Asia y África juntas, situado más allá de las Columnas de Hércules. Por comparación con el personaje mitológico, en anatomía se denomina asimismo atlas a la primera vértebra cervical, porque soporta la cabeza. No parece haber sido así, sin embargo, para los médicos antiguos. En español, la acepción anatómica actual de atlas aparece registrada por primera vez, que sepamos, en el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1767) de Esteban de Terreros y Pando, donde puede leerse: Atlas: voz de anatomía, nombre que dan algunos a la primera chueca del cuello, que mantiene, y da el movimiento a la cabeza; llámase así por la alusión al monte Atlante, o Atlas, que parece sostener el cielo, como esta chueca las cargas, y la cabeza.
Por considerarlo un simple divertículo del estómago, los anatomistas griegos dieron al duodeno el nombre de ekphysis(literalmente, «que crece hacia fuera»). En el siglo IV antes de Cristo, Herófilo indicó que medía doce traveses de dedo: dodekadáktylon (literalmente, «doce dedos»). Esta medida de longitud aparece de nuevo, en árabe, en el Canon de Avicena, que Gerardo de Cremona tradujo al latín en el siglo XII; y es en esta traducción del Canon donde aparece por primera vez la palabra duodenum, de donde procede directamente nuestro duodeno.La relación con la longitud de doce traveses de dedo se menciona también en los primeros pasajes castellanos que conozco en los que aparece esta palabra, ambos del siglo XV.
He hecho la prueba, en repetidas ocasiones, y siempre con idéntico resultado. Cada vez que pregunto a un médico español de dónde cree que nos vino esta sonora palabra, obtengo la misma respuesta: -del griego. Debe ser, creo, por esa k inicial, tan característica de las palabras griegas.
Pero no; kernícterus no es voz griega, sino un tecnicismo médico que tomamos directamente del alemán; más concretamente, de la palabra «Kern», que significa hueso (de una fruta), pepita, pipa o semilla, así como núcleo de una célula o de un átomo (obsérvese la semejanza con el inglés «kernel» y su doble significado de almendra y núcleo).
En su sentido de núcleo atómico, el alemán «Kern» entra en la composición de varios compuestos de uso frecuente en la actualidad, como «Kernenergie» (energía nuclear), «Kernkraftwerk» (central nuclear), «Kernphysik»(física nuclear) y «Kernwaffen» (armas atómicas). Pero en medicina lo veremos usado con más frecuencia en su sentido anatómico, para designar los núcleos del sistema nervioso central.
En el nombre del dios romano del comercio, Mercurius, es fácil identificar la impronta de la voz latina merx, «mercis» (mercancía), también en el origen de una nutrida parentela: comercio, comerciante, mercado, mercantil, etc.
El dios romano del comercio prestó su nombre al planeta Mercurio, uno de los siete astros principales de la Antigüedad. En el siglo XV, los alquimistas asociaron asimismo los siete metales principales a los siete cuerpos celestiales, de tal manera que el oro se relacionaba con el Sol; la plata, con la Luna; el cobre, con Venus; el hierro, con Marte; el estaño, con Júpiter; el plomo, con Saturno, y el azogue, con Mercurio. Por eso llamamos hoy «mercurio» al azogue (palabra esta que habíamos tomado del árabe az-za?uq). Se trata de un metal blanco y brillante como la plata, pero con una característica muy llamativa: la de ser el único metal líquido a temperatura ambiente.
Cualquiera que haya asistido a una clase de neuroanatomía – o la haya impartido como docente – sabe que hay una estructura anatómica que siempre, invariablemente, suscita risitas, guiños y comentarios procaces entre los estudiantes de los primeros cursos de medicina: el putamen, que es la porción más lateral del núcleo lenticular y compone, junto con el núcleo caudado, el neoestriado.
De hecho, su nombre se lo debemos al neuroanatomista alemán Karl Friedrich Burdach, primero en describir la porción externa del núcleo lenticular.
El término «putamen», que guarda relación con el verbo putare (podar), designaba inicialmente en latín lo que se poda o se quita por inútil; pero ya los antiguos romanos lo usaron para todo tipo de desperdicios: no solo ramas y hojas, sino también cortezas y cáscaras de frutos. En la obra de Plinio y otros naturalistas latinos, por ejemplo, encontramos «putamen» aplicado a diversas cubiertas resistentes, como el caparazón de las tortugas, la cáscara de una nuez y la cáscara del huevo. No extraña, pues, que Burdach – buen conocedor del latín, como todos los médicos alemanes de su época- recurriera al latín putamen para traducir la palabra alemana «Schale», que significa cáscara.
por el Dr. Fernando A. Navarro
http://medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/tag/de-donde-viene/
En: Etimología médica. Publicado el sep 10th, 2014.
Haga un comentario