Quédate en casa
Quédate en casa, pero de la puerta para adentro, hasta que pase el vendaval de este dolor en los pulmones. Se quiebran los horarios de los timbres, el ritmo de correr tras una guagua, los sueños dibujados en la pizarra de los días. Es difícil este encierro entre paredes de mundos tan pequeños. Pero no te rindas que siempre escampa.
Algo nos anuncia que es posible vencer la zancadilla: sentir con entrañas de humanidad, como amorosamente nos alumbra el mandato de Martí.
Por allá van países sacrificando a los ancianos para que vivan los más jóvenes; manipulan el sentido de Charles Darwin y la selección natural con aquello de que sobrevivan los más fuertes. Esta vez asistimos al horror de ver cómo son condenados los más débiles. Allí, los que no tienen dinero para pagar los costos de salud, podrían ingresar en los números de sujetos al descarte.
En esta Isla de mil islas abrazadas sobre la alfombra del Caribe, se protegen a todos sus hijos, también a los que piden ayuda en ciudades que, en el otro lado del mar, andan sin aires en el pecho; el bloqueo del «Norte revuelto y brutal» no puede bloquear el amor.
Aquí se cuidan primero a los más vulnerables: mujeres embarazadas, niños, y ancianos y ancianas que, en su tiempo, entregaron las manos y los ojos en las jornadas de trabajo. Ahora despierta más el valor de la vida, y volvemos con respeto la mirada a las canas de los abuelos.
Que este tiempo sirva para redescubrir los nombres escondidos de la solidaridad. Una vecina toca a la puerta con el aviso urgente que llega de la bodega. Desde la ventana se asoma Irma y me dice que no me olvide de proteger mis manos. ¡Ponte el nasobuco!… clama una voz en la esquina.
Las calles andan medio silenciosas esta mañana. Es que los niños recesan las voces en el parque y el patio de la escuela.
Andemos ahora juntos hacia adentro, como quien se cuela por el alma de la risa; que la mesa de dominó sea asunto familiar. Ya volverá mi amigo a contaminar de alegría la sala y los muebles. Es la hora de estar en casa sin desesperarnos por la tormenta. Una madre regresa con su bata azul y dice a los hijos que ya está listo el pan del desayuno.
Esta nube gris no impedirá la primavera. Por un tiempo se alza la muralla. Vamos casa adentro. Lea un libro que por falta de tiempo había quedado en el camino. Cierra el pasillo de la entrada. Deja el abrazo protegido por la espera. No permitas en el alma una pandemia. Abre el corazón, mañana andará el hombre sin paños en la cara. Y volará la vida como un pájaro: la luz en el paisaje, una puerta que, al fin, otra vez se abre.
Fuente: Granma
Tema: Noticias. Publicado: may 13th, 2020.