Traducción y terminología médica
¿Cuál es el nivel de la traducción médica en los países de habla hispana? ¿Estamos a la altura de otras naciones?
¿Debe estar el lenguaje especializado de la medicina abierto a los neologismos o es preferible defender a ultranza la pureza y el casticismo de nuestra lengua?Considero cuanto menos llamativo el hecho de que, por lo general, no haya entre nosotros plena consciencia de que los países de habla hispana somos la primera potencia mundial en traducción médica. Los países de habla inglesa son los primeros productores mundiales de información médica escrita original, por supuesto, pero precisamente por eso mismo no necesitan traducir tanto como nosotros. La traducción médica es, pues, una de las poquísimas especialidades médicas cuyo liderazgo internacional no recae en los Estados Unidos. Muchos de los mejores especialistas mundiales en traducción médica, lenguaje especializado o terminología científica hablan español.
En español, como en cualquier otra gran lengua de cultura, hemos de aceptar neologismos, desde luego que sí. ¿Cómo podríamos ser puristas los médicos, que nos servimos de un lenguaje formado, prácticamente en su totalidad, por vocablos de origen griego (tráquea, microscopio, síndrome), latino (absceso, médico, virus), árabe (alcohol, jaqueca, nuca), francés (chancro, pipeta, viable), inglés (prión, nistatina, vial), alemán (éster, mastocito, vaselina), italiano (belladona, pelagra, petequia), holandés (droga, escorbuto, esprue), portugués (albinismo, sarpullido, fetichismo), amerindio (curare, guanina, ipecacuana), asiático incluso (agar, beriberi, bezoar)?
En el ámbito del lenguaje científico, el español es una lengua minoritaria y dependiente. Desde hace siglos, la lengua española no acuña términos científicos, sino que los toma de fuera. Solo en el siglo XX, aerosol, angiotensina, anticodón, apoptosis, avitaminosis, bacitracina, biotecnología, calicreína, cápside, colagenosis, coronavirus, densitometría, dornasa, ecografía, edetato, epoetina, estresante, excímero, feromonas, genómica, hibridoma, hipoalergénico, interferón, inviable, láser, leprechaunismo, linfocito, liofilización, lisosoma, masoquismo, neuroléptico, nistatina, noradrenalina, nucleótido, operón, ortorexia, penicilinasa, pinocitosis, placebo, plásmido, prión, probiótico, proteinasa, ribosoma, robótico, sida, telecirugía, transgénico, transposón, travestismo, tripanosomosis, vipoma, virión y vitamina -a los que podríamos añadir sin esfuerzo otros ejemplos por millares- son todos ellos, sin excepción, términos especializados acuñados en el extranjero, y que nuestro idioma importó.
El español no debe ni puede funcionar al margen del lenguaje médico internacional. Nuestro lenguaje especializado debe seguir abierto al exterior para tomar de fuera las palabras que nos permitan designar nuevos conceptos y vengan a enriquecer nuestra lengua.
Lo que no tiene sentido, a mi modo de ver, es llamar papers a los artículos, células T helper a los linfocitos T cooperadores o angor pectoris a la angina de pecho. Porque ¿qué ventaja tiene el inglés patch test sobre nuestros equivalentes prueba del parche, prueba de contacto, prueba epicutánea y epidermorreacción?; ¿o el inglés rash sobre nuestros equivalentes exantema, erupción cutánea y sarpullido?
Por Dr. Fernando A. Navarro
Tomado de: traductomania.blogspot.com
En: Traducción y terminología médica. Publicado el sep 12th, 2014.
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