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Problemas de género gramatical en medicina (VI)
11/09/2014

Problemas de género gramatical en medicina (VI)

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Diecisiete palabras con discordancia entre la RAE y el uso médico establecido

Como puede apreciarse, en la mitad de los casos el problema se debe a mera ignorancia por nuestra parte, transmitida de generación en generación a través de nuestras aulas y hospitales.En los demás casos, en cambio, la disparidad de criterios es directamente atribuible a errores de bulto cometidos por la RAE.Por tal motivo no tiene sentido que en los libros de estilo y las revistas médicas se perpetúen tales errores y se denuncien como erróneos los usos médicos tradicionales. En cualquier caso, es de esperar que, tanto en la próxima edición del DLE como en el proyectado diccionario de la Real Academia Nacional de Medicina, las palabras acné, apostema, corea, estroma, hidrocele, leucoma, mixedema y treponema aparezcan ya con el género que por naturaleza les corresponde.

Acné. En relación con esta palabra, era frecuente desde hace tiempo su uso con género masculino, apoyado por la forma grave acne (que, por razón de su a inicial tónica, lleva el artículo el aparentemente masculino). Aun así, hasta 1992 la RAE únicamente aceptó el género femenino para esta palabra. En una nueva concesión al uso incorrecto, la 21ª edición del DLE otorga ya a la acné género masculino, si bien con la apostilla “úsase a veces como femenino”. Sería muy de desear que, al menos en el lenguaje médico, esta palabra conservara en castellano el género femenino que por su etimología le corresponde (acne agminata, acne colicuata, acne conglobata, acne tarda), y que mantiene en los demás idiomas europeos con género gramatical, como el francés, el alemán, el portugués o el italiano. Los médicos de habla hispana, como he solicitado ya a los propios dermátologos5, deberíamos seguir hablando de la acné esteroidea, la acné tardía, la acné eccemática o la acné diseminada.

Alma máter. Esta locución latina significa literalmente “madre nutricia” y tiene género femenino: “la alma máter”. Suele usarse en el lenguaje culto para referirse a una universidad, aunque también es frecuente su uso erróneo para calificar a alguien como “alma máter de un congreso”. El artículo determinado no adopta la forma el porque, en esta locución, alma es adjetivo (del latín alma, nutricia) y no guarda relación alguna con el sustantivo español alma.

Anasarca. La mayoría de los médicos otorgan erróneamente género masculino a esta palabra. Anasarca es un vocablo femenino, como arca, barca, charca, marca o comarca. Es probable que la confusión derive del hecho de que esta palabra empieza por a.

Apostema. Esta palabra, apenas empleada en la actualidad, fue clásicamente masculina en castellano (“el apostema”)1, aunque la RAE le otorga hoy género femenino (probablemente por influencia de la forma vulgar “la postema”). En castellano ha sido costumbre verter al género masculino el neutro de los vocablos griegos terminados en -ma (p. ej.: carcinoma, diafragma, eccema, empiema, enema, epitelioma, eritema, exantema, glaucoma, miasma, quiasma, sarcoma, síntoma, sistema, tema). Entre las palabras de uso frecuente en medicina, sólo conozco dos excepciones a esta norma: asma y flema, de las cuales, la primera es muy probable que evolucione asimismo hacia el género masculino, dada la presión popular en ese sentido.

Autoclave. La mayoría de los médicos otorgan erróneamente género masculino a esta palabra. Autoclave es, se mire por donde se mire, un vocablo femenino. En este sentido, resulta curioso comprobar que los médicos no dudan en atribuir siempre género femenino a la palabra clave, pero se resisten a hablar de “la autoclave”, como corresponde a un compuesto de auto y clave. Es probable que la confusión derive del hecho de que esta palabra empieza por a.

Corea. La RAE distingue entre “la corea” (un tipo de danza) y “el corea” (baile de San Vito, trastorno extrapiramidal). En mi opinión, tal distinción carece de sentido, ya que ambas palabras derivan del mismo sustantivo latino. La palabra latina chorea, de género femenino, se viene utilizando en medicina desde hace más de tres siglos para designar este trastorno neurológico. Sus orígenes etimológicos se remontan al griego coreia (danza), y en este sentido conviene recordar que, al igual que la mayor parte de los sustantivos castellanos terminados en a inacentuada, los helenismos terminados en -ea son siempre femeninos: amenorrea, cefalea, gonorrea, hemicránea, leucorrea, tráquea, urea.

Estroma. A diferencia de la mayor parte de los sustantivos terminados en a inacentuada, que adoptan en castellano género femenino, todos los sustantivos derivados de vocablos griegos terminados en -wma (-oma) se usan en medicina con género masculino (p. ej.: angioma, anquilostoma, coma, glaucoma, hibridoma, mioma, ribosoma, sarcoma, síntoma, teobroma, tracoma). Dentro de las palabras terminadas en -oma y de uso frecuente en medicina, sólo dos tienen género femenino, y ninguna de ellas proviene directamente del griego; estas dos palabras son redoma (del árabe ruduma) y goma (del latín vulgar gumma).

Goma. Para la RAE, esta palabra es siempre femenina, aunque los médicos le conceden clásicamente género masculino en el sentido de goma sifilítico (sifiloma de la sífilis terciaria). Desde el punto de vista etimológico, goma deriva, en todas sus acepciones, del femenino latino gumma, por lo que no tiene sentido la distinción habitual establecida por los médicos. Así lo entienden también los franceses, para quienes gomme es también una palabra femenina en todas sus acepciones, incluida la médica (la gomme syphilitique, la gomme tuberculeuse). La explicación más probable de este uso anómalo habitual entre los médicos podría estar en relación, según lo comentado en la entrada anterior, con el hecho de que la mayoría de las palabras terminadas en -oma sean masculinas en medicina.

Hidrocele. El DLE lo registra como sustantivo femenino, pero todos los médicos lo usan como masculino. Se trata claramente de un error de la RAE, ya que en el mismo diccionario se otorga género masculino a varicocele y sarcocele. En medicina son masculinos también todos los tecnicismos formados con el sufijo -cele y no incluidos aún en el DLE, como cistocele, enterocele o gastrocele.

Leucoma. La RAE otorga género femenino a este helenismo de amplio uso en oftalmología. Este error académico es en todo comparable al ya comentado en relación con la voz estroma (véase esta entrada).

Mixedema. En contra del uso establecido en medicina, la RAE confiere género femenino a mixedema (aunque, curiosamente, considera que edema es masculino). Véase lo comentado en la entrada correspondiente a apostema.

Ocena. La mayoría de los médicos otorgan erróneamente género masculino a esta palabra. Ocena es un vocablo femenino, como cena, docena, escena, flictena, melena, gangrena y vena.

Tiroides. Este adjetivo sustantivado es una de las causas más frecuentes de error en relación con el género gramatical en medicina. En otra ocasión me he ocupado ya de este asunto[36], por lo que evitaré repetir aquí los argumentos entonces utilizados. Bueno será, no obstante, que recordemos cuanto menos sus aspectos esenciales. En 1646, el anatomista inglés Thomas Wharton asoció el nombre de la glándula que los clásicos conocían como glandulae laryngi appositae al nombre del cartílago tiroides, sobre el cual reposa. Lo correcto, pues, no es llamarla “glándula tiroides”, sino “glándula tiroidea”, como hace la propia Nomina Anatomica[37], que la denomina oficialmente glandula thyroidea. En todo caso, incluso admitiendo que el término tiroides se hubiera impuesto ya también para la glándula, otorguémosle cuanto menos el género que le corresponde: masculino (“el tiroides”) para designar el cartílago tiroides, pero femenino (“la tiroides”) para designar la glándula endocrina que descansa sobre aquél. Es probable que el uso erróneo del género masculino para la glándula sea atribuible a influencia del galicismo “cuerpo tiroides” (los franceses llaman corps thyroïde a la glándula tiroidea).

Tortícolis. En español, los sustantivos terminados en -s suelen ser masculinos en el lenguaje corriente. En medicina, aunque hallamos también palabras masculinas con esta terminación (p. ej.: dartros, lupus, páncreas, psoas, pubis, pus, tétanos, tifus), son más abundantes las formas femeninas, como caries, coroides, diabetes, tos y la mayor parte de los términos de origen griego terminados en -is: anamnesis, apófisis, artrosis, avitaminosis, bilis, crisis, dermis, diátesis, dosis, hemólisis (y todas las palabras formadas con el sufijo -lisis), hepatitis (y todas las palabras con el sufijo -itis), hipótesis, profilaxis, psoriasis, sepsis, sífilis, síntesis, tisis y un largo etcétera. Aunque muchos médicos creen que el vocablo tortícolis es una más de estas palabras griegas terminadas en -is, en realidad es un galicismo. El castellano tomó esta palabra en el siglo pasado del francés torticolis (procedente a su vez del latín tortum collum, posiblemente a través del plural italiano torti colli), sin modificar el género masculino que tenía en francés. Debemos irnos acostumbrando, pues, a hablar de tortícolis congénito, tortícolis neurógeno, tortícolis reumático otortícolis espasmódico.

Treponema. Además de lo ya comentado en relación con la terminación griega -ma (véase la entrada correspondiente a apostema), en esta ocasión no cabe duda de que nos hallamos ante un error de la RAE, pues basta con leer la definición que se da en el DLE: “treponema. f. Microbiol. Bacteria espiroquetal, casi siempre parásito, a veces patógeno para el hombre, como el treponema pálido y el treponema recurrente”6. Es decir, la RAE otorga género femenino a esta palabra, pero la utiliza en masculino.

Zoster. En cuanto a zoster o zóster, palabras femeninas, su uso con género masculino está probablemente en relación con la expresión “herpes zoster”, ya que herpes, aunque ambiguo, se emplea en medicina casi siempre como masculino. El uso de zoster como masculino no puede realmente considerarse incorrecto, pues tal cambio de género es frecuente en las elipsis. Por poner tan sólo un ejemplo actual, es absolutamente correcto hablar de “un microondas” (por elipsis del sustantivo horno) y no de “unas microondas”, como en propiedad correspondería al vocablo microondas, femenino plural. Todo lo comentado en este párrafo puede aplicarse también a la palabra zona, femenina para la RAE pero masculina para la mayor parte de los médicos. Una solución sencilla para acabar con este problema es no eliminar en ningún caso la palabra herpes y hablar siempre de “herpes zona” o “herpes zoster”…

Problemas de género gramatical en medicina
Fernando A. Navarro
Tomado de: http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/42/navarro.htm

En: Gramática en la medicina. Publicado el sep 11th, 2014. #

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