Sin abrazos, todavía
Vamos venciendo, pero no nos apuremos a volver a la carga de abrazos repartidos, a esa manía de andar mezclados entre la bulla y los afectos. Que la responsabilidad y la paciencia dominen nuestros actos.
Este coronavirus que da la vuelta al mundo, nos trae algunas lecciones y desafíos. Hay verdades antiguas que a veces quedan escondidas en la agilidad de los días; estas son algunas de ellas: la enfermedad puede tocar en la puerta del príncipe o del mendigo; es frágil la vida del hombre, y todos tenemos, como especie cada vez más conectada, un destino común. Eso, de alguna manera, nos recuerda el dramático verso de César Pavesse: «Para todos tiene la muerte una mirada».
Sobrecogedoras fueron las imágenes de ciudades vacías en medio de la cuarentena. Pareciera que un flautista se había llevado a los habitantes de un pueblo, o que nos asomábamos por una ventana que nos dejaba ver un fragmento de aquellas imágenes de ciencia ficción en sociedades distópicas y apocalípticas.
Hay países donde la salud humana es una mercancía más; donde una prueba para determinar si alguien es portador del virus podría costar 3 000 dólares. ¿Es cierto eso? ¿Y los que no tienen seguro médico, cómo se las arreglan? Esta covid-19 deja al desnudo las fallas estructurales de sistemas sociales, donde las personas son tornillos de la gran maquinaria que produce millones de dólares para pocos, y pobreza para muchos.
Ahora el virus es también un examen de ética; el egoísmo hace sus trincheras, las mentiras y el morbo corren por las redes sociales exacerbando el pánico y la incertidumbre, y la solidaridad es un poco de fuego que sobrevive a la llovizna.
¡Qué hermosa fue la escena de ver cantar en coro a los italianos desde los balcones de sus casas! Es como si se contaminaran con el virus de la felicidad colectiva, de la risa, o ese misterio de amor que no puede ser derrotado en lo mejor del hombre.
Por eso Evangelina, en La Habana, rompió tres de sus sábanas y las convirtió en nasobuco para todo el que necesite, no importa que sea un desconocido. Y un barco, donde había personas que portaban el virus, recibió permiso, a pesar de los riesgos, para entrar a puerto cubano por humanidad, y enviarlos por avión todos a casa.
Tal vez para los cubanos, el mayor problema ha sido cómo evitar los abrazos, los saludos efusivos, ese hábito de cariño que nos identifica tanto como un carné de identidad; es que estamos acostumbrados a arrollar en una conga, aun después de ese ciclón que nos echa por tierra; a tirar la ficha de dominó sobre la mesa para cantar un capicúa; bailar casino o discutir de pelota en una esquina.
Hoy sigue haciendo falta esa distancia a que nos obligó esta terrible enfermedad. A pesar de las fases que ponen en avance el país hacia la nueva normalidad, todavía es preciso demorar las sobredosis de afectos; continuar la tregua al hablarnos con tanta cercanía; alargar el descanso a los apretones de la euforia. Aún nos urge saludarnos con los puños cerrados, con los antebrazos, con ese gesto, que no es nuestro, de inclinarnos como quien va a un combate de judo, o se retira del tatami.
Démonos un plazo más. Todo tiene su tiempo. Vamos venciendo, pero no nos apuremos a volver a la carga de abrazos repartidos, a esa manía de andar mezclados entre la bulla y los afectos. Que la responsabilidad y la paciencia dominen nuestros actos, para que la vuelta indeseada del virus, a tenor del descuido, no destruya el amor, el optimismo ni las ganas.
Mantengamos abierto un libro para, más adelante, llenarlo con manos que se aprietan, en esta Isla donde vive de guardia la alegría.
Fuente: Granma
Tema: Acontercer cubano en salud. Publicado: jul 30th, 2020.