Una historia de muchos
Por Anabel Madiedo Oropeza
Soy médico desde el año 1991. En Brasil he pasado estos últimos tres años cumpliendo misión internacionalista, y durante el tiempo que ya ha transcurrido muchas han sido las experiencias vividas como médico cubana.
No obstante, la satisfacción de poder ayudar a los grupos más carentes de la población brasileña, el poder cuidar de la salud de quienes no pueden acceder a servicios de salud gratuitos debido a la desigualdad existente entre pobres y ricos, además del agradecimiento que día a día recibo de quienes se saben atendidos como verdaderos seres humanos, han sido, hasta el momento, lo que más ha marcado en mi estancia en el gigante sudamericano.
Al igual que miles de médicos cubanos, Brasil no fue el primer país al cual prestamos nuestros servicios solidarios.
Años antes estuvo Honduras, otro pueblo hermano muy carente en el que todo cubano recibió inmensas muestras de agradecimiento.
En aquella ocasión, trabajé en un poblado llamada Cataulaca, donde no existía energía eléctrica ni transporte para llegar. En ocasiones, nuestro recorrido de 5 km lo hacíamos a pie o en camionetas cargadas de café para llegar al poblado de San Juan.
Mi estancia en Honduras dejó también momentos que nos marcaron como médicos y nos hicieron reconocer la triste realidad de ese país. Jamás podría olvidar los primeros auxilios que tuve que prestar a un hombre herido de balas a la salida de la casa donde yo residía, y cuya vida fue salvada por médicos cubanos en el hospital. Todo para que durante la misma noche de su ingreso fuera rematado por aquellos que lo agredieron.
Ese país también nos adentró en la Misión Milagro, un programa creado por Fidel y Chávez para devolver la visión a los cubanos y latinoamericanos. Gracias a este proyecto miles de hondureños volvieron a ver, y el pueblo lo agradeció siempre.
Haberme formado como médico cubana y haber tenido la oportunidad de salir a otros países me hizo comprender y apreciar aún más las bondades de nuestro sistema social, que, por cotidianas, muchas veces no son valoradas.
Las dinámicas sociales que miles de médicos internacionalistas cubanos hemos podido apreciar en otras naciones, en Cuba solo las vemos en libros de historia. Fenómenos como el analfabetismo, la desnutrición, la falta de acceso a la salud, el tráfico de drogas, el abuso impune contra la mujer, niños y ancianos, la falta de oportunidades para todos, entre otros, hoy se nos vuelven ajenos a todos los que nacimos en esta Isla del Caribe.
Muchos tuvimos la gran oportunidad de ser médicos siendo hijos de simples obreros, campesinos o intelectuales, blancos, negros o mestizos, sin distinción de credos. Quienes hemos podido asistir en una, dos, tres o más misiones internacionalistas, sabemos que es una experiencia maravillosa que aporta mucho en el crecimiento profesional, personal, económico y social, al ayudar a quienes más lo necesitan.
Nuestra formación privilegiada por haber nacido en Cuba en tiempos de Revolución, nos ha posibilitado desechar el individualismo y la ambición y manifestar el altruismo de una sociedad que nos ha dado el papel de embajadores de la salud a escala mundial; misión más valiosa que cualquier recurso o enriquecimiento personal.
A aquellos profesionales de la salud, las ciencias, el deporte, el magisterio, que en un futuro llevarán las banderas de la solidaridad, decir que sean buenos pero justos, que defiendan sus derechos y el de los demás, que se preparen cada día más y mejor para hacer de Cuba un mejor país, poniendo en alto los valores de la sociedad cubana como son el humanismo y la solidaridad entre los pueblos y para seguir el legado de Fidel y cumplir su sueño de que “un mundo mejor es posible”.
Fuente: Cubadebate
Tema: Cooperación. Publicado: mar 31st, 2018.