Día de la cultura cubana
Por Olga Sánchez Guevara
1868. En la villa de San Salvador de Bayamo, tomada por los mambises, muchachas distinguidas de la ciudad forman el coro que canta por primera vez el Himno Nacional, en la plaza junto a la Iglesia Mayor en cuyo recinto se había interpretado meses antes la música del propio himno, durante la misa de Corpus Christi.
Una tarja recoge hoy los nombres de las cantoras de aquel 20 de octubre, fecha que por su relevancia patriótica fue escogida en 1980 para celebrar el Día de la Cultura Cubana.
El siglo XIX fue un período clave para la formación de una conciencia nacional, que comenzó por exigir a la metrópoli española moderadas reformas, y culminó en el separatismo que condujo a las guerras por la independencia, hacia finales del siglo. Dos figuras cimeras de la literatura cubana en la primera mitad del XIX, José María Heredia y Gertrudis Gómez de Avellaneda, reflejan ejemplarmente en su obra el sentido patriótico que alentó a varias generaciones de novelistas, críticos literarios y poetas, y que más adelante hallaría su máxima expresión en José Martí.
Desde dentro y desde fuera de la isla, en el proceso de afirmación y consolidación de la conciencia nacional, se va afianzando a lo largo del XIX la expresión del sentimiento de cubanía en la prosa y la lírica, también mediante la identificación de elementos de la naturaleza, que más adelante devendrían símbolos, como las palmas o las mariposas, con las aspiraciones independentistas que animaron la escritura de tantos poetas de la época. Entre estos se cuenta el bayamés José Fornaris, coautor con Carlos Manuel de Céspedes y Adolfo del Castillo de la canción “La bayamesa”, que interpretada por primera vez junto a la ventana de la joven Luz Vázquez y Moreno a manera de serenata, se convertiría con el tiempo en emblema de cubanía.
Con fragmentos de un poema de José Fornaris dedicado a uno de nuestros grandes símbolos, Las palmas, concluimos estos apuntes.
Las palmas
Fragmentos
Yo vi la frondosa ceiba
en las extensas sabanas,
vi los jobos y los cedros
en medio de las montañas,
vi las soberbias caobas
como reinas soberanas,
vi a la margen del arroyo
los mangles y las majaguas
a cuya sombra apacible
vistosas aves cantaban.
Pero son aún más hermosas
las aborígenes palmas
que se mecen en los campos
de mi Cuba idolatrada.
¿Quién no las ama? Yo, triste,
lejos de mi dulce patria,
del Sena por las orillas
clamo por su sombra grata.
¡Ah, cuando muera, llevadme
bajo el cielo de mi patria,
y arrulle mis restos fríos
la música de mis palmas!
En: Del lenguaje. Publicado el oct 9th, 2014.
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