Cuando aún no sabíamos que la COVID-19 se prolongaría durante meses en el tiempo, sin un final que se avizore a ciencia cierta, el solo hecho de pensar en el confinamiento, por breve que fuese, ya arrojaba la certeza de que los costos del virus se medirían en mucho más que enfermos y víctimas fatales.
Las afectaciones sicológicas que provoca el cambio abrupto de la vida cotidiana no se harían esperar, y los profesionales de esta rama de las ciencias en el país lo sabían. No es fortuito que de inmediato surgieran las iniciativas, estrategias, alianzas… y en fecha tan temprana como el 26 de marzo— apenas 15 días después de reportados los primeros casos en la isla— se organizaba un servicio de Sicogrupos de WhatsApp para apoyar a aquellas personas que necesitaran orientación y ayuda sicológica.
A más de cinco meses de estar viviendo esta experiencia, cuando se le pregunta a la sicóloga Bárbara Zas Ros, una de las profesionales que dio vida a este proyecto, sobre los principales aprendizajes que ha dejado no duda en decir:
“En primer lugar, destacamos la conveniencia manifiesta en estos meses, de aunar los esfuerzos y las prácticas institucionales con las prácticas de voluntariado y de ʹejercicio profesional ciudadanoʹ, así como la generación de grupos naturales de trabajo cuyos miembros tengan pertenencias institucionales diferentes. Somos psicólogas y psicólogos, y como tal podemos hacer nuestra contribución profesional, encontrémonos o no operando en el entorno de nuestras instituciones.
Tema: Acontercer cubano en salud. Publicado: sep 17th, 2020.