Guía para un español sin uniforme
Las academias de la lengua culminan el primer diccionario desde 2001. Un esfuerzo panhispánico para compartir 93.000 términos desde la pluralidad. La nueva edición no estará, por ahora, disponible en la Red, solo en papel.
Mucho ha llovido desde que a finales del siglo XV Nebrija incluyera en su vocabulario hispanolatino la primera palabra americana del castellano: «canoa». ¿Cuál ha sido el principal factor de cohesión del español? “Hoy la cohesión del español viene de un mundo empequeñecido gracias a los medios de comunicación y a los movimientos de las personas en ambas direcciones”.
A los factores del presente se le suman, además, los del pasado. A partir de 1820, con las independencias de las repúblicas americanas, algunos le auguraron al castellano una fragmentación similar a la del latín. Pese a extravagancias como la de proponer el francés como lengua oficial para Argentina, lo cierto es que el español sirvió como elemento de cohesión de los Estados recién nacidos: en muchos de ellos, la dispersión de las lenguas indígenas hacía necesaria una común. Con todo, el presidente argentino Domingo F. Sarmiento promovió una ortografía que reflejara, por ejemplo, el seseo mayoritario en América: en lugar de ceniza se escribiría senisa. Por entonces, y para atajar el cisma, la RAE nombró académicos correspondientes al otro lado del Atlántico y animó la creación de sus academias. La primera, en 1870, la colombiana. La ecuatoguineana está hoy en fase de constitución en África. “Con las academias de América”, explica Villanueva, “se estabiliza la norma gramatical y ortográfica, que luego, y esto es clave, se difunde en el sistema educativo”.
No obstante, el español de España siguió funcionando como patrón de prestigio. Hasta 1934 no se permitió sustituir«patata» por «papa» en documentos oficiales argentinos. Tal vez por eso José Antonio Pascual habla de la importancia de las mentalidades. Además de vicedirector de la RAE, Pascual es el responsable del Diccionario histórico, una obra exclusivamente digital que ha completado 1.000 de sus 75.000 entradas (que podrían llegar a 150.000).
La falta de medios hace ser pesimista a Pascual, un erudito bienhumorado que colaboró con Joan Coromines en su mítico diccionario etimológico. “En el Histórico trabajan tres personas”, dice. “A 200 palabras por persona y año, calcula”.
Dado que su trabajo consiste en seguir el rastro a todas las palabras que han existido en español —”las que encontremos”, matiza él—, ¿podría decirse que ese idioma es más global que nunca? “Sí”. Tras evocar la globalización de la aldea hispana, Pascual añade una razón: “Ahora estamos a favor”. Y se explica: “No hay nada en la lengua que no exija una adaptación mental”.
” La lengua, dice Pascual, se ha vuelto más homogénea y más «distinta» a la vez: Hoy la norma no tiene un solo foco. Hay además palabras de ida y vuelta. Ahora se usa en informática, pero los de mi generación empezamos a oír «amigable» por las traducciones chilenas y argentinas de las novelas policiacas. En España se decía «amistoso», que es más reciente, lo tradicional aquí era amigable. Como se sabe que «coger» es un tabú en ciertos países, muchos hablantes tienden a evitarlo. Por cierto, es un verbo que se usaba mucho en las definiciones de los diccionarios y ahora tratamos de corregirnos”.
Al otro lado del Atlántico, Pedro Luis Barcia, expresidente de la Academia Argentina, reconoce que la política panhispánica da sus frutos: “Se ha aventado la desconfianza americana acerca de que cada español tenía un emperador idiomático en el bolsillo, porque hemos superado complejos de inferioridad y hoy nos sentimos herederos de todo el español. ‘Todo lo que hablamos lo hablamos entre todos’, diríamos con variante de la frase que Giner de los Ríos escuchó al labriego. La convivencia de las diferentes regiones lingüísticas con sus propias normas cultas diferenciadas ha consolidado esta perspectiva renovadora. En mi pueblo decimos que somos más desconfiados que un tuerto con dos canastas: hemos empezado a confiar en todos los partícipes de la ASALE [la asociación de academias]”.
La confianza de Barcia vale el doble si se piensa que fue muy crítico con la Ortografía académica publicada hace cuatro años. No le gustó que propusiera opciones en lugar de dictar normas y atribuye al peso de México y España algunas decisiones polémicas.
Baste pensar en el incendio provocado por el baile de nombre de las letras: la «i griega» como «ye» o la «be baja/corta» como «uve».
“Si en algo debemos ceder todos es en favor de la simplificación del código ortográfico, que es, junto a la rotundez del fonético en español, una afirmación de unidad interna y un reaseguro para la expansión como segunda lengua”. Pero ¿no es la opcionalidad una forma de respeto a la diversidad? “La opcionalidad es el cáncer de la ortografía. La diversidad la podemos mantener en el léxico, en la fraseología, en las tonadas…”.
“Hoy estamos, en la mayoría de las naciones que hablan la lengua común, en un 95% de español general y un 5% de local”, afirma el director de la Academia Argentina
Después de apuntar un detalle erudito desconocido: el primero que usó la voz panhispánica fue Amado Alonso, en 1927, en una revista argentina, «El Hogar», Barcia admite que el español es hoy más global que antes y que los hablantes aceptan mejor las variantes regionales que les son ajenas: “El crecimiento es lento pero firme. El negocio económico de la lengua empuja a ello (las traducciones, las películas, las telenovelas). Es una causa interesada en lo suyo que ayuda a todos y beneficia al poder expansivo del español”.
El criterio de optar por la voz que usa el mayor número de hablantes es muy lícito. Hay que ensanchar las fronteras del español, no hacerlas más angostas. Si lo encerramos, lo empobrecemos. Entretanto, el mundo sin fronteras del ciberespacio también tiene sus leyes. Al español, no obstante, le queda una prueba de fuego.
El diccionario ha admitido. las voces precuela, interactuar, tuit, tuitear, serendipia, impasse, multiculturalidad, feminicidio, hacker, externalizar y spa son algunos de los términos admitidos en la nueva edición del DRAE, la 23ª.
Están en espera link, cronopio, clicar, teocentrismo, identitario, choni, retroalimentar, vintage, pibón y táper tendrán que esperar para, según la RAE, confirmar si su uso es efímero o si se consolidan.
Entradas. El nuevo diccionario tiene 93.111 entradas (unas 9.000 más que el anterior), recoge 195.439 acepciones (entre ellas cerca de 19.000 americanismos) y ocupa 2.376 páginas. Costará 99 euros y tendrá, según la RAE, una tirada en España de 55.000 ejemplares. Su redacción ha tenido en cuenta la Nueva gramática, la Ortografía y el Diccionario de americanismos.
Digital ma non troppo. El DRAE anterior data de 2001. Desde 2003 tiene una versión electrónica gratuita que ha sido objeto de 21.000 actualizaciones. Recibe como promedio 1,3 millones de consultas diarias. La mayoría llega desde España, México, Argentina, Estados Unidos y Colombia.
por Javier Rodríguez Marcos 11 OCT 2014 – 00:01 CEST
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/09/babelia/1412869988_743855.html
En: Del lenguaje. Publicado el oct 22nd, 2014.
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