El valor de las palabras
Basándonos en la propia experiencia, y en aseveraciones ajenas, podemos afirmar que los hablantes y oyentes del español manejan descuidadamente el idioma porque desconocen el valor de las palabras.
En consecuencia, conviene evitar las impropiedades léxicas para que la desidia no se apodere del lenguaje, ni la sinrazón domine las ideas o anule los pensamientos, lo cual afectaría negativamente a la comunicación y entorpecería comprensión de los mensajes con todo lo que ello conlleva: deficiente captación de la realidad, conocimiento superficial del entorno, conceptos elementales, etcétera.
Para no dejarse engañar con discursos vacíos de contenido, aunque plenos de términos rimbombantes y de barbarismos que revelan la ignorancia y la pedantería de quienes los pronuncian y los escriben, y aun son una muestra de la actitud despreciativa del comunicante hacia su lengua materna y hacia los oyentes, es imprescindible conocer el valor de las palabras.
Por tanto, el buen uso de las palabras evitará que se produzcan impropiedades léxicas y enunciados ininteligibles, al mismo tiempo propiciará la transmisión del contenido cabal de un determinado mensaje. Así pues, hay que concluir que el empleo de barbarismos innecesarios, el uso de solecismos, la deformación de voces y el olvido de la norma lingüística en la construcción de giros no contribuyen, de ningún modo, a clarificar el mensaje que se quiere transmitir.
Generalmente, los barbarismos son vocablos o giros procedentes de otras lenguas y, en sentido restringido, el barbarismo es sinónimo de extranjerismo. Según su origen, los extranjerismos se denominan: anglicismos, si provienen del inglés; galicismos, cuando derivan del francés; germanismos, si provienen del alemán; italianismos, cuando se basan en el italiano; etcétera. El diccionario de la Real Academia Española, especialmente en su última edición que coincide con la celebración del V centenario, ya recoge un buen número de vocablos considerados extranjerismos.
Sin embargo, las voces que provienen del griego -helenismos- o del latín -latinismos- tienen un carácter básico en la formación del idioma español y, por consiguiente, no se consideran barbarismos o extranjerismos.
El solecismo es una palabra que, literalmente, significa hablar defectuoso; y se diferencia del barbarismo porque, mientras éste es un error cometido por el empleo de una forma inexistente en la lengua, el solecismo consiste en el mal uso de una forma existente. (Lázaro Carreter, en su “Diccionario de términos filológicos”).
En: Redacción y estilo. Publicado el abr 1st, 2015.
Haga un comentario