Valorar y cuidar nuestro idioma
La palabra, entronque léxico de la estructura de la frase, expresa y representa ideas. Mediante las palabras se transmiten los pensamientos y se dota de contenido al mensaje que el hablante transmitirá al oyente; luego, las palabras también conforman la realidad.
Para valorar y cuidar nuestro idioma debemos conocerlo y usarlo correctamente; por ello, procuraremos siempre que en nuestros mensajes y expresiones no aparezcan términos impropios, carentes de sentido o incluso extravagantes.
En ocasiones, se falta a la norma idiomática por pereza, es decir, en vez de consultar el diccionario cuando se duda sobre la impropiedad o inexistencia de un vocablo determinado se prefiere repetir ese vocablo.
Constituyen claros ejemplos de pereza el empleo reiterativo del verbo «realizar», el uso indebido de las locuciones «a nivel de» o «en base a» y el abuso de los vocablos «posicionamiento» y «posicionar». Estos dos vocablos no están registrados en el Diccionario de la Real Academia, porque se consideran neologismos innecesarios; y ciertamente, así es, pues el diccionario ya contiene los términos correctos -a los que se quiere emular cuando se emplean los neologismos citados- que deben usarse siempre que el contexto lo requiera; esos términos, o expresiones, correctos son: «actitud», «postura», «posición», situar», «colocar»…
Otra impropiedad léxica, bastante manoseada por los perezosos, es aquella que consiste en atribuir a la palabra puntual el sentido de «concreto» o de «detalle». Y así, con frecuencia se oye hablar de «temas puntuales» con el sentido de «casos concretos» o «casos actuales»; como si puntual fuera un término equivalente -un sinónimo- a« concreto» o al vocablo «actual».
Señalaremos, en cambio, que puntual es un adjetivo que significa «diligente», «pronto», «pormenorizado»…; y también se dice que «una persona es puntual» porque ha llegado a la hora en punto a una cita.
No obstante, quienes emplean erróneamente el vocablo puntual se quieren referir, por lo general, a los términos «concreto» y «actual», lo que constituye una impropiedad léxica que conviene evitar.
También se encuentra muy extendido el uso del vocablo tema para aludir a la idea central o al asunto de que se trata en una conferencia, discurso, escrito…, con el significado equivalente a las palabras «cuestión», «motivo» o «asunto». El abuso del término tema empobrece el léxico de nuestro idioma.
En ocasiones, y para no ser tachados de puristas (purista = extremadamente riguroso en evitar o censurar toda palabra o giro de origen extranjero), conviene emplear palabras que, por no tener equivalencia con ninguna otra ya existente, parecen firmemente instaladas en la lengua, según el instinto idiomático esto es, en general, el uso debe prevalecer sobre las consideraciones etimológicas o ante cualesquiera otros criterios.
Tal sucede con los vocablos competitividad (capacidad para competir) y privatizar (confiar, o transferir, bienes públicos al sector privado) que recientemente han sido aceptados por la Real Academia por considerar que son palabras necesarias. Y así, se oye muy a menudo hablar de competitividad de las empresas, privatizar un servicio, privatizar los transportes, privatizar las empresas deficitarias,…
Sin embargo, el vocablo desafortunadamente, por ejemplo, no existe en español, aunque los despreciadores del idioma, particularmente ciertos traductores (?) perezosos, lo utilicen en sus escritos con el sentido de «infortunadamente», «desgraciadamente», «desdichadamente»…
En cuanto al término desafortunado, que equivale a «sin fortuna, conviene señalar que hoy día se ha generalizado su uso con el significado de «no oportuno» o «desacertado». Y así, se oye habitualmente decir de un personaje público, por ejemplo, que estuvo «desafortunado en sus declaraciones».
Tomado de diferentes manuales de redacción en sitios de Internet
En: Redacción y estilo. Publicado el mar 31st, 2015.
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