La tuberculosis en Cuba

En este laboratorio se producían 62 clases de productos inyectables, 38 de extractos fluidos, 49 de tinturas, 25 de comprimidos, 12 ungüentos y pomadas y 61 fórmulas.

El Consejo Nacional de Tuberculosis se hizo cargo también de los preventorios “Grancher”, en San Miguel del Padrón, y “Martí”, en Cojímar, con 180 y 200 camas, respectivamente. El “Grancher” era destinado a lactantes y niños hasta los 6 años, y el “Martí” desde los 6 a los 12 años.

El preventorio «Martí» fue fundado en julio de 1916, bañado por el sol y las brisas del mar, fue convertido en 1936 en institución cerrada, donde los niños eran sometidos a un régimen controlado por médicos y pedagogos. El “Grancher” fue adaptado por el comité de Damas Isabelinas a orfanato. En 1930 se había inaugurado la sala de lactantes «Rafael Cárdenas» con capacidad para 20 lactantes y 20 menores de 4 años.

En 1933 se suspenden casi todos los servicios por falta de recursos económicos y ayuda estatal. En 1936 el Consejo Nacional de Tuberculosis lo reorganizó y reformó el edificio, construyó una cocina dietética y lo dotó de material e instrumental, así se aprovechaba su ubicación en ambiente campestre y elevado.

El establecimiento del laboratorio del BCG fue un hecho trascendental y comenzó a funcionar en 1943 con la producción de dicha vacuna.

En Cuba, la vacunación con BCG se inició en 1928, pero por falta de recursos y de educación sanitaria dejó de ser aplicada. En 1942 el Consejo Nacional de Tuberculosis acordó poner en práctica este elemento de la lucha contra la enfermedad, bajo la dirección de 2 reputados técnicos europeos y la supervisión de un comité integrado por especialistas cubanos.

En el laboratorio se ejercía un control perfecto del germen utilizado para la vacuna y se efectuaban periódicos pases a través de curieles para estudiar su virulencia y determinar la riqueza tuberculínica del medio líquido en que era cultivado.

La vacuna BCG se repartía gratuitamente en todo el país.

En 1944 existían en el territorio nacional 10 dispensarios; “Furbush”, “Jacobsen”, “Laennec”, “Calmette” y “Cándido Hoyos”, en La Habana; el “Antonio M. Rubio”, en Pinar del Río; “Vicente A. Tomás”, en Matanzas; “Eugenio Albo”, en Santa Clara; “Federico Biosca”, en Camagüey y el “F.S. Hartmann”, en Santiago de Cuba.

Antes de esta fecha, por Ley del 9 de mayo de 1938, se crea un sello postal con valor de 1 centavo, de uso obligatorio desde el 1ro de diciembre de cada año hasta el 31 de enero siguiente. Los ingresos recaudados por este concepto nutrían el presupuesto del Consejo Nacional de Tuberculosis, al igual que un por ciento de la lotería nacional, algo que en su momento recibió muchas críticas de los grupos progresistas de la vida nacional, por el hecho de vincular la lucha contra una enfermedad tan importante y sensible para el pueblo con los ingresos obtenidos por una variedad de juego.

El sanatorio “Ambrosio Grillo”, construido en Puerto Maya, El Cobre, frente al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, que tenía capacidad para 400 pacientes, abrió sus puertas en 1945.

También se inauguró en La Habana un sanatorio infantil, frente a “La Esperanza”, el “Ángel A. Aballí”, con capacidad para 320 camas. En 1944 se había iniciado la construcción del sanatorio de Topes de Collantes, por la reputación que desde la época de la colonia tenían las lomas de Trinidad para la cura de esta enfermedad por su temperatura fresca todo el año. Tenía una capacidad para 1 000 enfermos y comenzó a funcionar el 9 de mayo de 1954.

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