The Washington Post: ¿Cómo Cuba se convirtió en pionera en vacunas contra la covid-19 para niños?

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Mucho antes de que fuera declarado una amenaza para la seguridad nacional de los EE.UU., Vicente Vérez era un químico cubano que amaba a los niños. Su especialidad eran las vacunas. En la década de 1990 ayudó a crear una vacuna económica contra la bacteria conocida como haemophilus influenzae tipo b, o Hib, que había estado matando a niños menores de cinco años.

Fue un éxito mundial. Así que cuando llegó la covid-19, Vérez supo lo que tenía que hacer.

“No teníamos mucha experiencia con enfermedades virales”, dijo. “Pero obviamente, frente a una situación de emergencia como la que tuvimos, una pandemia, bueno, teníamos que intentar algo”.

Hoy, cuando Estados Unidos finalmente lanza vacunas contra el coronavirus para niños pequeños, Vérez está celebrando un logro poco probable: la mayoría de los jóvenes cubanos recibieron sus vacunas hace meses. Su Soberana 02, que se usa en niños de tan solo dos años, es una de las dos vacunas cubanas a las que se atribuye el control de la covid-19 en la isla comunista.

Las vacunas cubanas aún no han sido aprobadas por la Organización Mundial de la Salud, aunque han recibido luz verde de los reguladores de México, Irán y Vietnam. Los científicos dicen que su desarrollo podría convertirse en un caso de estudio de cómo los países más pobres pueden inventar sus propias vacunas.

“Ellos no estaban al tanto de los miles de millones de dólares que recibieron algunas de estas empresas”, dijo Maria Elena Bottazzi, codirectora del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Texas Children’s Hospital, refiriéndose a multinacionales como Pfizer y Moderna. “A veces, con muy poco, se puede llegar muy lejos”.

Desarrollar una vacuna contra el coronavirus fue un éxito, incluso para los laboratorios más sofisticados del mundo. Para Cuba, los obstáculos fueron titánicos. El país enfrentó sanciones estadounidenses, una cadena de suministro global enredada y una economía nacional en caída libre. Cuba tenía tal escasez de jeringuillas que tuvo que solicitar donaciones internacionales. Una organización benéfica con sede en Nueva York, Global Health Partners, envió seis millones.

A veces las vacunas tardan 14 o 15 años en desarrollarse, dijo Vérez, director del Instituto Finlay de Vacunas en La Habana.

¿Cómo llegó Cuba tan rápido a la meta?

Sus fabricantes de vacunas acreditan el extraordinario trabajo en equipo de científicos de todo el mundo. Cuando comenzó la pandemia, rápidamente compartieron descubrimientos en internet, como la secuenciación genética del nuevo virus, conocido como SARS-CoV-2.

Pero Cuba no estaba empezando de cero. En la década de 1980, el entonces líder Fidel Castro invirtió más de mil millones de dólares en una nueva y ambiciosa industria biotecnológica. Envió estudiantes al extranjero para doctorados y construyó un “Polo Científico” en La Habana que consta de alrededor de 50 instituciones y empresas de investigación.

Cuando llegó la covid-19 ya tenían tres décadas de experiencia inventando y fabricando vacunas, dijo Amilcar Pérez Riverol, científico cubano que ahora trabaja en el Instituto de Genética Humana de la Universidad de Oldenburg en Alemania.

Los logros científicos de Vérez le otorgaron reconocimiento mundial. Sin embargo, no pudo recibir un premio en 2005 del Museo Tecnológico de Innovación en San José, California. Al químico se le negó una visa estadounidense, dijo, por motivos de seguridad nacional. En ese momento, al gobierno de EE.UU. le preocupaba que Cuba pudiera estar desarrollando un programa de armas biológicas. Cuando se le pidió que comentara sobre el caso, el Departamento de Estado se negó y dijo que los registros de visas eran confidenciales.

René Roy, un destacado químico canadiense y socio de Vérez en el desarrollo de la vacuna sintética Hib, dijo que eligieron al tipo equivocado. “Él es un modelo para muchas personas”, dijo. “Se dedica a la salud humana en general, y en particular a los niños”.

Años de trabajo en vacunas infantiles resultaron ser una ventaja para los científicos cubanos. Las vacunas Moderna y Pfizer-BioNTech utilizaron una nueva tecnología llamada ARNm, que instruye a las células para que produzcan la proteína de punta que, a su vez, desencadena un ejército de anticuerpos para protegerse contra la llegada del coronavirus. Los cubanos confiaron en un enfoque más tradicional. Crearon conjugados de vacunas de subunidades, que incluyen partes inofensivas de un virus que estimulan el sistema inmunológico para producir anticuerpos.

Esa técnica se había utilizado “en cientos de millones de dosis de vacunas para niños en el mundo”, dijo Vérez. Creía firmemente que era efectivo y seguro.

Alrededor de 400 personas trabajaron en el desarrollo, prueba y producción de las vacunas cubanas. “Durante dos años, no existió el sábado o el domingo”, dijo Gerardo Guillén, otro destacado científico, cuyo equipo creó Abdala, la vacuna que se usó en la mayoría de los cubanos adultos.

Los desafíos no eran solo las complejidades de un nuevo virus. Gran parte de los equipos e insumos de última generación para productos farmacéuticos provienen de Estados Unidos o Europa. Cuba intentó eludir las sanciones de Estados Unidos realizando compras a través de terceros países. “Siempre tenemos que estar cambiando de intermediarios, porque cuando ellos [autoridades de EE.UU] las identifican, las cancelan”, dijo Guillén, director de investigaciones biomédicas del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana. Los científicos cubanos recurrieron a viajar al exterior para tomar prestados equipos de colegas foráneos.

Cuando se le pidió una respuesta, el Departamento de Estado dijo que el embargo “incluye exenciones y autorizaciones importantes” para exportaciones como “productos agrícolas, medicamentos, dispositivos médicos y otros artículos”. Sin embargo, algunas empresas evitan vender a Cuba, temen que puedan entrar en conflicto con los reguladores estadounidenses. La Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas advirtió en 2020 que el embargo de Estados Unidos estaba perjudicando la respuesta de Cuba a la pandemia.

Cuba logró controlar la pandemia desde el principio, cerrando fronteras y evaluando enérgicamente los casos. Pero una vez que la isla reabrió parcialmente al turismo en noviembre de 2020, apareció la variante delta altamente infecciosa.

Con los casos en aumento, Cuba comenzó a vacunar a los adultos en mayo de 2021, incluso antes de que sus propios reguladores aprobaran las inyecciones. El éxito de la vacuna en el país contrastaba fuertemente con el lamentable estado de su sistema de salud pública, que durante mucho tiempo se había promocionado como un logro importante de la Revolución de 1959. Entre la pandemia, las sanciones estadounidenses y las ineficiencias de la planificación estatal, la economía de Cuba se marchitó. La falta de medicamentos fue un factor que impulsó las protestas nacionales de julio pasado.

Vérez confiaba en que su Soberana 02 tendría éxito, tanto que la probó él mismo en los primeros ensayos clínicos. (Cuba ya lo autorizó tanto para adultos como para niños). En septiembre pasado, Cuba lanzó la primera campaña masiva de vacunación infantil contra el coronavirus en el mundo, llegando a 1,7 millones de jóvenes, de 2 a 18 años. “Tuvimos muy pocos efectos adversos”, dijo sobre el esquema de tres vacunas. Los científicos ahora están trabajando en una vacuna para bebés.

Según un recuento de Reuters, el 94% de los 11 millones de habitantes de Cuba han recibido al menos una dosis de las vacunas de fabricación nacional. Con la caída de los casos, Cuba se deshizo de su estricto mandato de mascarilla el mes pasado, después de casi tres semanas sin una muerte por covid-19.

Las vacunas cubanas han sido enviadas a Vietnam, Venezuela, Siria y Nicaragua. Soberana 02 también se fabrica en Irán. Pero su adopción internacional se ha visto frenada por el proceso de aprobación global. Abdala está siendo estudiada por la OMS, y la solicitud de Soberana 02 se presentará después de que una organización de investigación privada la revise para identificar cualquier brecha, dijo Vérez.

Los resultados de los dos primeros conjuntos de ensayos clínicos de las vacunas cubanas han sido publicados por revistas científicas respetadas. La revisión por pares aún está pendiente para la tercera fase.

Las vacunas podrían ofrecer ventajas para los países más pobres que carecen de la red de congeladores ultrafríos que requieren algunas inyecciones. “El almacenamiento y transporte es mucho más fácil”, dijo Pérez Riverol.

De alguna manera, las vacunas representan la culminación de la visión de Castro de un próspero programa cubano de biotecnología. Sin embargo, la experiencia de Pérez Riverol muestra cuán amenazado está ese sueño. Recuerda estar entre unos 30 estudiantes en Cuba que recibieron títulos de licenciatura en 2007 en microbiología y virología. Más del 90% de ellos han emigrado desde entonces, dijo, como parte de una fuga de cerebros acelerada.

Si bien no es inusual que jóvenes científicos brillantes de países pequeños estudien o trabajen en el extranjero, esto es diferente, dijo Pérez Riverol. “Es una migración sin retorno”.

Tomado de: Cubadebate (con información de The Washington Post / Traducción Cubadebate) – 18 junio 2022

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