La miniaturización del antígeno y la eficacia del engaño
dic 14th, 2021. En: COVID-19, NotiWeb.
“Cuando un tal RBD salvó mi vida”. Ese podría ser el título de la historia que algún abuelo cuente a su nieto de aquí a unos años, cuando el SARS-CoV-2 no sea tan peligroso y ya hayamos aprendido a vivir con él como vivimos con otros.
El nieto (de cualquier género igual que el abuelo) preguntará, ¿y quién es ese tal RBD? y el abuelo explicará aquello que escuchó a un científico un día a mediados de 2020: es, querido mío, la llave que abre la cerradura.
Esa llave es el antígeno que presentan las vacunas cubanas a nuestro sistema inmune para decirle, como COCO, recuérdame, porque la próxima vez que me veas seré el verdadero, y no te gustará todo lo que podré hacerle a tu cuerpo si me dejas abrir la cerradura y entrar.
En realidad, seamos sinceros, la vacunación es un engaño que le hacemos a nuestro sistema inmune, y como hemos explicado antes, lo hacemos para prepararlo para lo que viene, y quizás para salvarnos la vida.
Otras vacunas usan un antígeno muy grande, a veces el virus entero inactivado, otras usan como antígeno las proteínas exteriores del virus completas u otra molécula llamada ARN, mensajero capaz de producir dichas proteínas dentro de nosotros, y engañarnos igual. Pero esas moléculas son muy difíciles de obtener.
Nosotros apostamos por miniaturizar el antígeno, pero sin afectar el engaño, pues reducir el tamaño del antígeno no podía significar reducir la eficacia de la respuesta inmune contra el virus.
Si vamos a quedarnos con una pequeña parte del virus, lo haremos con la parte que más le importa a él, su llave de entrada a nuestro cuerpo, contra esa parte había que dirigir el ataque.
La hipótesis fue: el virus podrá cambiar mucho mutando, pero no puede cambiar totalmente la llave, quizás un poco, lo vemos en las nuevas variantes, pero no podrá cambiar mucho porque no logrará abrir la cerradura. Si no abre no entra, y si bloqueamos la llave con anticuerpos, tampoco entra, así que la llave se convirtió en el antígeno de nuestras vacunas, no el virus completo ni toda su parte externa, solo la llave.
Pero vamos a presentarla como ella merece, su nombre es RBD, del inglés Receptor Binding Domain, o Dominio de Unión al Receptor, en español. Como es extranjera, la llamamos por sus siglas originales.
En realidad, la idea de miniaturizar el antígeno no es nueva ni es de los científicos cubanos, esto se aprendió estudiando muchísimo. Lo que sí fue idea de los científicos cubanos es hasta dónde miniaturizar, y cómo mimiaturizar, ahí está el know-how. En eso se diferencian Abdala, las Soberanas, y todas las otras vacunas de RBD a nivel mundial (son tres o cuatro más).
A veces miniaturizar puede ser perjudicial, pues el sistema inmune no responde igual a antígenos tan pequeños, y es ahí cuando lo manipulamos con métodos biológicos o químicos para presentarlo mejor. Del éxito de su presentación dependía la respuesta inmune, no podíamos fallar.
Un día él (no diré quién) nos dijo, no podemos equivocarnos, porque fallar puede costar miles de vidas. El engaño tiene que funcionar. Lo que hoy llamamos eficacia clínica de las vacunas, de lo que las nuestras tienen más de 90%, es en realidad la eficacia del engaño, de cómo nuestro sistema inmune creyó estar siendo atacado por un patógeno y respondió a él, preparándose así para el ataque real.
La verdad es que la apuesta resultó ser muy buena (reitero, fue basada en estudio no en el azar). Hoy sabemos que el virus seguirá cambiando la llave parcialmente, pero nunca podrá cambiarla totalmente, o tiene que buscar otra forma de entrar. Al final, la cerradura es nuestra, y deberá saber que nos vamos a defender.
Sinceramente, el RBD es una maravillosa miniatura, perdonémosle el engaño. [Por:
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