JANO.es y agencias · 18 Agosto 2010 12:36
Investigadores de la Clínica Mayo y científicos belgas utilizaron células mesenquimales de la médula ósea que “programaron” en el laboratorio
Investigadores de la Clínica Mayo, en colaboración con científicos belgas, han demostrado que, manipuladas en laboratorio, las células madre adultas pueden curar, reparar y regenerar el tejido dañado del corazón. Este descubrimiento, calificado de “histórico” en el editorial que le acompaña, se publica en el Journal of the American College of Cardiology.
Las células madre aisladas de los pacientes tienen, por lo general, una limitada capacidad para reparar el corazón. Sin embargo, la innovadora tecnología usada en este estudio dispara los beneficios regeneradores, programando estas células para que adquieran un perfil similar al cardíaco.
Para realizar este estudio, los investigadores obtuvieron células madre mesenquimales de la médula ósea de pacientes con enfermedades cardíacas durante una operación de bypass coronario.
Las células madre de 2 de 11 individuos demostraron una capacidad inusual para reparar el corazón, generando una regulación al alza de los factores de transcripción genética, que ayudó a encontrar una firma molecular que identificaba las células madre con alto poder de regeneración.
Los autores utilizaron una mezcla de factores de crecimiento cardiogénicos recombinantes para inducir esta firma en las células madre de los pacientes que no demostraron tener esa capacidad regeneradora para “programar” su capacidad de curar el tejido cardíaco.
Estas células madre mesenquimales fueron inyectadas en ratones con fallo cardíaco, que experimentaron una significativa recuperación de su función cardíaca, además de una mejorada tasa de supervivencia después de un año, en comparación con los ratones tratados con células madre no guiadas por investigadores o con solución salina.
Según el investigador de la Clínica Mayo Andre Terzic, autor principal de este trabajo, “estos descubrimientos proporcionan una prueba del principio de que las células madre adultas ‘inteligentes’ tienen beneficios añadidos a la hora de reparar el corazón”.
Para el primer autor de este estudio, Atta Behfar, “el éxito del uso de un linaje específico de células madre humanas guiadas está basado en claves cardiogénicas naturales”.
J Am Coll Cardiol, 2010; 56:721-734, doi:10.1016/j.jacc.2010.03.066
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Caracas, 13 Ago. AVN .- Un equipo constituido por médicos del Departamento de Traumatología del Hospital Universitario de Caracas junto a científicos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) lograron curar a un paciente, de 83 años de edad, que padecía de una fractura que no sanaba en su tibia y peroné, gracias a trasplante con células madre.
Estas investigaciones comenzaron hace varios años, primero en el laboratorio con células de ratones, después con células madre humanas, pero utilizadas en conejos, y por último se pasó a la investigación en personas, con el señor Luis Alvarado, paciente del Hospital Universitario, quien sufrió un accidente automovilístico, después del cual los huesos de su pierna izquierda no lograron soldar.
Estos estudios científicos que involucran el desarrollo de investigaciones con tratamientos basados en células madre son llevados a cabo en La Unidad de Terapia Celular del IVIC, “que fue creada con la idea de aprovechar la capacidad de regenerar tejidos dañados a partir de estas células”, afirmó el doctor Egidio Romano, coordinador de esta unidad.
“Esto que hemos llevado a cabo y que presentamos hoy al país es una innovación pues es la primera vez que en Venezuela y el mundo se hace tratamiento de oseartrocis con células mesenquimales osteogénicas y endoteliales puestas sobre microesferas”, explicó Romano.
Son llamadas células madre, a las que siendo no especializadas pueden convertirse en cualquier otra con funciones determinadas y renovarse indefinidamente. Éstas se encuentran en prácticamente cualquier tejido, en pequeñas poblaciones que tienen la capacidad de migrar y reemplazar a las células que se pierden o dañan en diferentes órganos, producto de desgaste, lesiones o enfermedades.
Uno de los usos más importantes, encontrado hasta ahora, tiene que ver la utilización de las células madre humanas dirigidas a diferenciarse en tipos específicos ofreciendo la posibilidad de obtener una fuente renovable de éstas y tejidos de reemplazo para varios tipos de enfermedades que aquejan actualmente a la población mundial.
“En el IVIC nos propusimos hacer un trabajo en varios pasos primero aprender cómo separar estás células de la médula osea, cómo multiplicarlas, hacer que se diferencien y, finalmente, aprovechar esta capacidad para tratar de sanar lesiones que espontáneamente ha sido difícil que curen”, explicó el doctor Romano.
En el caso del señor Alvarado se obtuvo médula osea, mediante una punción en su cresta iliaca, y a través de este procedimiento sus células mesenquimales, éstas se diferenciaron en osteoblastos (células de hueso) y se multiplicaron a 100 millones aproximadamente en el laboratorio de terapia celular del IVIC, para luego, con la colaboración de los médicos traumatólogos del Hospital Universitario, colocarlas en la lesión del paciente.
“Sorprendentemente tres meses después este paciente estaba curado, lo que no había ocurrido con otros tratamientos utilizados para la sanación de este tipo de patología, manifestó el doctor César González jefe de la Cátedra de Traumatología del Hospital Universitario. “Nos sorprendió la velocidad con la que se consolidó el hueso, pero no sólo eso, sino cómo estas células madres también cerraron y cicatrizaron las heridas de la piel que estaba ulcerada, en un diabético”, dijo.
La Unidad de Terapia Celular del IVIC es una obra de reciente data del Gobierno Bolivariano y con ella Venezuela asume una posición de vanguardia ante el panorama terapéutico que representan las células madres.
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(Reuters) – Unos trasplantes de médula de alto riesgo lograron curar parcialmente a cinco niños con un defecto genético potencialmente letal por el cual carecen de las proteínas que mantienen unidas las capas de la piel, informaron investigadores de Estados Unidos.
No obstante, otro niño falleció debido a los efectos secundarios de un medicamento empleado para prepararlo para el trasplante y otro murió por una infección después de ser trasplantado.
Las personas con Epidermólisis Bullosa Distrófica Recesiva, una enfermedad conocida también como ‘piel de mariposa’, presentan una gran cantidad de ampollas dolorosas en la piel, la boca y la garganta, lo que puede exponer el cuerpo a infecciones y, en algunos casos, a una forma agresiva de cáncer.
Con el nuevo tratamiento, “hubo una mejor curación, menos ampollas y la calidad de vida se vio afectada positivamente. (Los niños) pudieron hacer cosas que no podían hacer antes, como andar en bicicleta o subir a una cama elástica”, dijo el doctor John Wagner, de la Universidad de Minnesota.
El estudio fue publicado en la publicación New England Journal of Medicine.
Además, la mejoría de los pacientes avanzó con el tiempo, añadió el investigador. Los cinco niños que sobrevivieron mostraron progresos en 100 días, aunque el ritmo varió ampliamente entre ellos, indicó Wagner.
Debido a los elevados riesgos que implican los trasplantes de médula, sólo los pacientes más graves que padecen esta ‘enfermedad rara’ fueron considerados candidatos para la intervención, dijo Wagner.
El experto informó sobre los resultados de los siete primeros intentos, que tuvieron lugar en el Hospital de Niños Amplatz de la Universidad de Minnesota.
Otros seis niños recibieron tratamiento después con buenos resultados, añadió Wagner. Los científicos ahora están tratando de aislar las células de la médula espinal más capacitadas para reparar el defecto y unir las capas de la piel.
TRATAMIENTO COSTOSO
El tratamiento, incluido el coste del trasplante, cuesta entre 500.000 y 1 millón de dólares. Pero la terapia de rutina de los niños con el defecto ya ronda los 30.000 dólares anuales y puede aumentar debido a las frecuentes hospitalizaciones y complicaciones de la enfermedad.
“Estos niños padecen un dolor horrible, infecciones crónicas de la piel, múltiples hospitalizaciones e infecciones sistémicas”, dijo Wagner. “Con frecuencia no pueden comer o se resisten a hacerlo por el dolor. Suelen morir por desnutrición crónica y pérdida crónica de sangre”, añadió.
El doctor Jakub Tolar, también de la Universidad de Minnesota e investigador del estudio, señaló que el tratamiento era único porque mostraba que los efectos del trasplante de médula pueden ir más allá de la sangre.
“Lo que hallamos es que las células madre contenidas en la médula espinal pueden viajar a los sitios lesionados de la piel, lo que genera un aumento en la producción de colágeno, que es deficitario en los pacientes con la enfermedad”, manifestó Tolar en un comunicado.
La doctora Lenna Bruckner-Tuderman, del Centro Médico Universitario de Friburgo, en Alemania, dijo que la terapia supuso un avance, aunque se mostró cauta.
Debido a las características de la enfermedad, “es difícil determinar cuánto de la mejoría clínica de los niños se debió al trasplante y cuánto al largo período de atención médica cuidadosa”, indicó la experta.
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Investigadores de la Universidad de California y la Universidad de Harvard, Estados Unidos, consiguieron inducir la regeneración de conexiones nerviosas que controlan el movimiento voluntario después de una lesión medular.
El estudio se realizó con ratones, pero puede ayudar a desarrollar nuevos enfoques terapéuticos para la parálisis y otras alteraciones de la función motora en humanos, según resultados publicados en la revista Nature Neuroscience. Para lograr este avance los expertos revirtieron el desarrollo del mecanismo molecular esencial para el crecimiento de las conexiones del tracto corticoespinal nervioso, gracias a la supresión de la enzima PTEN (fosfatasa homóloga a la tensina) que controla el “camino” molecular mTOR, regulador clave del crecimiento celular.
La actividad de esta enzima es baja en la fase inicial de desarrollo, lo que permite la proliferación celular, aunque cuando se activa -una vez completado el crecimiento-, inhibe el mTOR y evita toda capacidad para regenerarse. Al tratar de encontrar una manera de restaurar el crecimiento celular inicial en el tejido lesionado, Zhigang He, neurólogo del Hospital Infantil de Boston y la Harvard Medical School, demostró -en un estudio de 2008- que bloquear el PTEN en ratones permitía la regeneración de las conexiones desde el ojo hasta el cerebro después de tener dañado el nervio óptico.
Tras este hallazgo, los expertos trataron de comprobar si este mismo enfoque podría promover la regeneración nerviosa en una médula espinal dañada, que hasta ahora se consideraba “intratable”. Sin embargo, los investigadores confían en que se pueda conseguir una terapia potencial para inducir la regeneración de las conexiones nerviosas después de una lesión de la médula espinal en humanos.
Esta lesión -en ocasiones del tamaño de una uva- puede favorecer la pérdida completa del movimiento por debajo del nivel de la afección. Así, una lesión en el cuello puede causar parálisis de brazos y piernas, incapacidad para controlar la vejiga y el intestino, pérdida de la función sexual, además de otros riesgos secundarios. “Todas estas funciones perdidas podrían ser restauradas si pudiéramos encontrar una manera de regenerar las conexiones que fueron dañadas”, consideran los expertos.
El objetivo es estudiar si el tratamiento PTEN conlleva el restablecimiento efectivo de la función motora en ratones con lesión de la médula espinal y, más a largo plazo, ver si se pueden utilizar determinados fármacos para acelerar esta recuperación, concluyeron.
Madrid, agosto 9/2010 (Europa Press)
Tomado de Infomed
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BARCELONA, 26 Jul. (EUROPA PRESS) –
El Hospital Clínic de Barcelona y el de Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), junto a sus centros de investigación de referencia, el Idibaps y el Idibell, respectivamente, han lanzado un programa de investigación conjunto de células madre para desarrollar aplicaciones clínicas y personalizadas para la curación y tratamiento de enfermedades, hasta ahora incurables.
Bajo el paraguas de la Facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona (UB), que unirá ambos campus, el objetivo es aunar las investigaciones en terapia celular y medicina regenerativa que hasta ahora se hacían de forma independiente para establecer protocolos y dar un paso más allá en la materia.
El programa de Terapia Celular de la UB (TCUB), de carácter interdisciplinario y que cuenta con una financiación de 200.000 euros por parte de la Conselleria de Salud de la Generalitat, tiene como misión clara “potenciar la investigación translacional en el ámbito de la terapia celular dentro del entorno de los dos campus”, ha explicado este lunes el coordinador del programa, Josep Maria Canals.
Así, el proyecto se propone investigar células madre adultas, compartir información sobre protocolos, estrategias y posibles aplicaciones de las diferentes fuentes de células madre, estudiar los mecanismos básicos de funcionamiento de los distintos tipos, desarrollar nuevas estrategias y protocolos de diferenciación y cultivo, estudiar fuentes y mecanismos de rederivación celular, desarrollar nuevas aplicaciones y difundir los resultados.
Para ello, el TCUB incluye 24 equipos de investigación en terapia celular especializados en aparato digestivo, cardiología, diabetes y metabolismo, hemato-oncología, inmunología, neumología, neurología y aparato locomotor y oftalmología.
“Queremos partir de una idea y llegar a su aplicación práctica”, ha señalado Canals, que ha explicado un subprograma de terapias avanzadas dentro del TCUB, que también trabajará con técnicas de reprogramación celular.
El programa utilizará una sede de la Transplant Services Foudation, así como otras del Hospital Clínic para los cultivos convencionales en investigaciones preclínicas, que requieren de condiciones de trabajo muy específicas.
La UB es líder en investigación biomédica a través del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idipabs) –del Clínic– y también del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Bellvitge (Idibell), vinculado al Hospital de Bellvitge
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Un grupo de investigadores alemanes introdujo diminutos andamios plásticos con células madre, modificadas por ingeniería genética
OBJETIVO. Buscaban conocer el papel que puedan desempeñar después de un ataque cardiaco las proteínas denominadas citocinas
Un grupo de investigadores alemanes introdujo diminutos andamios plásticos con células madre, modificadas por ingeniería genética, que redujeron los daños en el corazón de ratas que habían sufrido ataques cardiacos.
El equipo encabezado por Matthias Siepe, del Departamento de Cirugía Cardiovascular en el Centro Médico Universitario de Friburgo, Alemania, presentó sus conclusiones en las Sesiones Científicas 2010 de la Asociación Cardiaca Estadounidense en California.
Los investigadores alemanes diseñaron su estudio para determinar el papel que puedan desempeñar después de un ataque cardiaco las proteínas denominadas citocinas que regulan la función de las células que la producen.
Los investigadores seleccionaron cinco grupos de 10 ratas cada uno y les implantaron minúsculos andamios de poliuretano sembrados con células madre sobre las que se aplicaron diferentes modificaciones genéticas.
Tres de los grupos de roedores recibieron células que producían en exceso una de tres citocinas; un grupo recibió un gen asociado con varias sendas de citocinas, y el quinto grupo recibió los andamios sembrados con células madre no modificadas, explicó Siepe.
A otros cinco grupos de ratas se les inyectaron los mismos tipos de células madre modificadas y no modificadas pero sin los andamios plásticos.
Otro grupo de 10 ratones de razas diferentes sirvió como destacamento de control. A estos roedores se les hizo un procedimiento falso que, según explicó Siepe, consiste en uno similar al real pero que omite un elemento terapéutico clave en la investigación.
Durante las seis semanas de observación después de los procedimientos, los investigadores constataron mejorías significativas en la presión sanguínea de las ratas a las que se les habían implantado andamios sembrados con células madre modificadas para la producción de ciertas citocinas.
Pero en el grupo de control, el de las ratas que tuvieron procedimientos falsos, disminuyó la función de la presión sanguínea, mientras que la dinámica de la sangre se mantuvo sin cambios en las ratas que recibieron andamios con células madre no modificadas
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Hasta ahora, se creía que la visión era posible sólo gracias a la existencia de bastones y conos, unas células sensibles a la luz presentes en la retina. Un estudio reciente, sin embargo, ha revelado que otro tipo de células fotosensibles también presentes en la retina pero que se pensaba tenían otras funciones, podrían aportar cierto grado de visión a personas ciegas.
En experimentos realizados, se demostró que ratones que carecían de bastones y conos, pero que contaban con este otro tipo de células, efectuaron ciertas tareas de capacidad visual mejor que ratones que carecían de ellas. Los científicos explican que esta constatación supone una nueva esperanza para los invidentes.
¿Cómo es posible que veamos? La respuesta más común sería: gracias a que la retina del ojo contiene unas células fotorreceptoras que nos permiten detectar la luz y la oscuridad, las formas y los movimientos.
En el ojo humano hay, en total, alrededor de 120 millones de bastones y 7 millones de conos, que son los nombres que reciben dichas células fotorreceptoras. Hasta ahora se creía que, sin ellas, la visión, simplemente, no sería posible.
Sin embargo, un estudio reciente realizado por científicos de la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos, y cuyos resultados han aparecido publicados en la revista Neuron, desafía esta creencia generalizada convirtiéndose, según los científicos, en una nueva esperanza para las personas con trastornos visuales severos e incluso ciegas.
Según publica dicha Universidad en un comunicado, los investigadores, liderados por el biólogo Samer Hattar, han descubierto que ratones cuyos ojos carecían completamente de bastones y conos aún pudieron ver, gracias a otras células fotosensibles presentes en sus retinas.
Con ellas, los animales distinguieron, no sólo la luz, sino incluso patrones e imágenes, aseguran los científicos.
Hasta el momento, se pensaba que estas otras células del ojo, conocidas como células ganglionares de la retina intrínsecamente fotosensibles (ipCGR), no participaban en la formación de las imágenes sino que servían para otras funciones, como “avisar” de que es hora de irse a dormir o de levantarse en función de los cambios de luz del día.
Asimismo, se sabía que las ipCGRs se activan en la retina en el primer o segundo día de vida, probablemente para ayudar a las células visuales a desarrollarse. Las ipCGRs, al igual que los bastones y los conos, están presentes en todos los mamíferos, incluidos los humanos, y no sólo en roedores.
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