Células madre contra el Chagas
La experiencia, en fase de prueba, la llevan a cabo investigadores del Conicet. Implantan células madre obtenidas del propio paciente en el tejido cardíaco dañado. Lograron una “importante recuperación” de la zona afectada
Fuente: Adrián Pérez. Página doce
A cien años del descubrimiento y caracterización como enfermedad del Mal de Chagas, una terapia desarrollada en el país en base al implante de células madre contribuiría a la restitución del tejido del corazón dañado en pacientes con insuficiencia cardíaca secundaria o miocardiopatía dilatada, provocada por esa patología en su estadio crónico. El proceso comienza cuando las células madre se extraen de la médula ósea del paciente mediante una punción en la cresta ilíaca –en la parte superior de la pelvis– y se implantan con un catéter que transporta el fluido, por las arterias coronarias, hasta su destino final: el corazón. Los resultados del ensayo clínico, sin embargo, no son definitivos, ya que la experiencia se mantiene “en fase de seguridad y factibilidad”.
Andrés Ruiz, investigador del Conicet y director del Instituto Nacional de Parasitología, dependiente de la Anlis/Ministerio de Salud, explicó a Página/12 que la experiencia comenzó “en 2005, cuando tratamos a una mujer con una patología cardíaca que presentaba zonas del corazón muertas”. “Después del implante observamos que donde antes había un sector dañado, teníamos tejido cardíaco reconstituido con capacidad para contraerse y mejorar la funcionalidad del órgano”, agrega.
Mientras un video muestra en su computadora el preciso momento en el que el catéter descarga la solución con células madre en el corazón, el investigador aclara que las células utilizadas no provienen de embriones sino que son propias del paciente, más diferenciadas que las embrionarias, pero altamente efectivas: “Son células madre, que se encargan de regenerar tejidos y que están presentes en todas las personas”.
La idea base de la experiencia es “utilizar, favorecer, aumentar o mejorar la disponibilidad para que las células madre puedan actuar en el sector lesionado”. Después del autoimplante, se evalúa la reconstitución del tejido dañado utilizando una cámara gamma: una tomografía computarizada (Spect, según las siglas en inglés de Single Photon Emission Computed Tomography).
Los estudios se hacen a los 47 días y a los tres meses del implante. El Spect realiza un barrido del corazón para determinar la viabilidad del tejido, mediante un marcador radiactivo. Durante el barrido, el software “corta” la imagen que se toma del órgano y observa si el marcador (una sustancia radiactiva que es captada por la cámara gamma y no representa peligro para el paciente) ingresó o no en las células coronarias. Por último, la sustancia es captada por la célula cardíaca viable, que recibe una coloración amarillo-rojiza.
Sobre su escritorio, el investigador reconoce una imagen utilizada durante el diagnóstico y seguimiento del primer paciente tratado con esta técnica: “Había sectores del corazón que no se iluminaban y otros que estaban muy oscuros –señala–. Después del implante, el mismo corte hecho por el barrido con cámara gamma muestra una importante recuperación de las áreas afectadas, que aparecen iluminadas”.
“Antes del implante, la fracción de eyección (un parámetro de la capacidad de bombeo) era de 37 por ciento y con la intervención aumentó al 41 por ciento. Aunque parezca poco –advierte Ruiz–, un incremento del 4 por ciento es realmente importante, porque constituye un 10 por ciento de aumento de la evaluación, en etapas tempranas post autoimplante.”
La técnica se practicó, por primera vez, en el Hospital Interzonal de Agudos Presidente Perón, de Avellaneda, centro de salud que participó del protocolo médico y de un acuerdo de cooperación junto con el Instituto Nacional de Parasitología y el Hospital Guillermo Rawson de San Juan. En 2005, el Ministerio de Salud avaló la aplicación terapéutica de células madre –actualmente, en etapa inicial de investigación clínica– y la Anmat lo autorizó, un año después, mediante la disposición 4136/2006. El grupo que participó del ensayo clínico fue monitoreado a los seis meses y a los dos años de realizado el estudio por el Comité de Etica del Hospital Perón y un comité de evaluación externo.
Sobre la circulación de Chagas en el país, Ruiz asegura que es necesario reconocerlo como “un mal que no sabe de fronteras” y admite que junto con las migraciones de los trabajadores golondrina, que viajan desde el norte para ocuparse en el campo, en los últimos años se generó un mayor traslado de la infección: “Ahora resulta que Tierra del Fuego, con un clima desfavorable para el desarrollo de la vinchuca, observa una importante cantidad de infectados con transmisión congénita y una potencial transmisión por bancos de sangre”. “Y en la ciudad de San Juan hay un edificio abandonado que funciona como un palomar, donde las vinchucas pican a las palomas y estas aves viajan por la ciudad trasladando al insecto de un lado al otro. Ahí tenemos un claro ejemplo de cómo la enfermedad se urbaniza.”
Pero este contexto no es exclusivo de los países emergentes. En 2005, el realizador argentino Ricardo Preve mostraba en el documental Chagas, un mal escondido, el desconocimiento de las autoridades sanitarias de los países centrales sobre este padecimiento cuando personas infectadas, provenientes de América latina, llegaban a la consulta por dolencias cardíacas.
Ruiz confirma que la infección se ha extendido fronteras afuera: “En España están sumamente preocupados por la aparición de algunos casos en gente que proviene de América latina, algo que se repite en Estados Unidos. Por eso, no podemos decir que sea un problema únicamente rural”.
–¿Entonces el Mal de Chagas ha dejado de ser una “enfermedad exclusiva de la pobreza”? –preguntó este diario.
–Creo que acompaña a la pobreza. Chagas, leishmaniasis, tuberculosis y dengue son todas dolencias que tienen su correlato en la exclusión social y, por añadidura, en la exclusión sanitaria. No son “enfermedades de la pobreza” sino que la pobreza las acompaña.
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