El también doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de la Habana recordó que el país califica de inadmisible la presencia de la base, si bien no esgrime ese tema como un obstáculo para el avance en las conversaciones con Estados Unidos.
El oscuro capítulo de la cárcel
El proceso de restitución de las relaciones iniciado el 17 de diciembre de 2014 generó ciertas expectativas, pese a que solo fue un cambio en los matices e instrumentos y no en los propósitos estratégicos en sí mismos, como expresó el propio expresidente Barack Obama durante su visita a Cuba en 2016.
Incluso en ese escenario, quedó claro que no estaba en discusión el tema de la base naval, solo trascendió en aquella etapa, incluida como una promesa de campaña e incumplida durante su mandato, el cierre de la cárcel, establecida en 2002 tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001.
‘Esa prisión militar forma parte de los episodios más oscuros de la historia de Estados Unidos cuando el entonces mandatario George W. Bush dijo: no problems, para definir el limbo jurídico y las torturas aplicadas a los prisioneros llevados a ese lugar arbitrariamente’, enfatizó el académico.
Pérez Casabona acentuó que Estados Unidos violó los instrumentos internacionales de lucha contra esos castigos físicos y psíquicos y las vejaciones cometidas allí son comparables a las peores versiones de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La administración de George Bush consideró que, como los detenidos no estaban en su espacio geográfico, carecían del amparo otorgado por mecanismos, entre ellos, la constitución estadounidense y, por tanto, ese estatus de ‘combatiente enemigo’ los privaba de protecciones legales.
‘De acuerdo con la opinión pública internacional ese sitio es inoperante, en primer término, por cuestiones humanitarias vinculadas a la prisión y, desde el punto de vista militar, simboliza un referente del colonialismo y la visión distorsionada de concebir a Cuba como traspatio’, argumentó.
¿Es posible quitar la base naval?
En teoría sí, pero, ¿existe la voluntad política del gobierno de Estados Unidos? Pérez Casabona recordó que desde 1903, fecha de establecimiento de la base, ninguno de los 24 presidentes que pasaron por la Casa Blanca incluyó dentro de su política devolver incondicionalmente ese territorio a Cuba.
Además, existe desde hace muchos años lo que él denomina como el negocio de la contrarrevolución: ‘sectores, sobre todo en el sur de la Florida, con determinados poderes y representación en el Congreso, serviles a la verdadera clase política y opuestos al acercamiento entre ambas naciones’.
El restablecimiento de las relaciones tuvo, como condicionantes, la salida de la isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo, decisión impuesta por el expresidente Ronald Reagan en 1982, y el avance en los acuerdos para el cese del bloqueo económico, comercial y financiero.
‘Trump nos colocó nuevamente en esa lista unilateral y las últimas declaraciones de Biden, después de los actos de desestabilización social del 11 y 12 de julio, denotan falta de voluntad en el cumplimiento de sus promesas al electorado respecto a una posible proximidad con La Habana’, puntualizó.
¿Qué representa para Estados Unidos?
A partir de su constitución a comienzos del siglo XX, apuntó Pérez Casabona, las tropas norteamericanas presentes en la base convirtieron, hasta 1959, las áreas aledañas de Caimanera y Boquerón, en espacios para la prostitución, las drogas, el contrabando, los vicios y juegos prohibidos.
Las aventuras de Estados Unidos en naciones del Caribe y de América Latina, contaron con la complicidad de las tropas enclavadas en Guantánamo, ejemplo, la invasión a Nicaragua en 1912; a República Dominicana en varios momentos, la primera en 1916; a Panamá, en 1989, y a Haití en 1994.
Para el historiador y académico Elier Ramírez la base siempre fue un foco de tensión y, por ejemplo, en el mandato de Lyndon B. Johnson (1963-1969), constituyó un punto crítico con el asesinato de soldados cubanos y la confiscación de los fondos acumulados del retiro de centenares de obreros.
‘Durante la llamada crisis del agua, en febrero de 1964, Cuba cortó el agua a la base frente al secuestro de cuatro embarcaciones pesqueras. Documentos desclasificados del mandato del expresidente Jimmy Carter evidencian cómo el gobierno norteño eludía ese tema de la agenda política bilateral’, señaló.
Desde 1959, Cuba denuncia los disparos contra integrantes de la Brigada de la Frontera, creada en 1961—hasta 1989 se contabilizan 780 tiros de fusil provenientes de la base—, provocaciones, ofensas verbales y la conformación de escenarios para evidenciar una posible intervención.