Hora de definiciones en Cancún

Por Enrique Torres, enviado especial

Cancún, México, 4 dic (PL) La XVI cumbre de la ONU sobre cambio climático entrará en su última semana en este balneario, fase en que las pláticas serán más tensas, pues varias razones indican nuevas complejidades en el escenario de negociación.

Quienes damos cobertura periodística a la reunión percibimos que México, en su condición de presidente del cónclave, incrementó en las últimas horas los esfuerzos para que la cita no devenga en un nuevo fiasco, como el del pasado año en Copenhague.

Fuentes diplomáticas confirmaron a Prensa Latina que incluso la canciller, Patricia Espinosa, dedicó muchas de las horas previas a la jornada de este sábado a fomentar un clima de consenso con representantes de varios países, a los que considera influyentes para la toma de decisiones en los controversiales días que se avecinan.

Sigue siendo una gran incógnita si esta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático adoptará alguna decisión acerca de un tema imprescindible: la reducción de emisiones de gases que provocan el efecto invernadero.

Todo indica que no existen condiciones para ello por la falta de consenso, en particular por la postura de países desarrollados como Japón, que luego de iniciada esta cumbre reiteró su negativa a un segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto.

Los más optimistas confían en que la cita mexicana servirá como un punto intermedio en la ruta hacia la XVII Cumbre de Durban, en 2011 en Suráfrica, cuando faltaría solo un año para que expire el documento de Kyoto, que en un inicio fue firmado por el país más contaminante del planeta, Estados Unidos, que luego no lo ratificó.

El protocolo, aprobado en esa ciudad japonesa en 1997, tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en una media del 5,2 por ciento con respecto a los niveles de 1990.

“Este es el tema más controversial”, no es el financiamiento, ni la transferencia de tecnología, sino la limitación del calentamiento del planeta, para lo cual es clave que los países industrializados reduzcan sus emisiones entre el 2012 y el 2017, consideró en entrevista con Prensa Latina Pablo Solón, embajador de Bolivia ante Naciones Unidas.

Pero la realidad es que “los países desarrollados no quieren aprobar en este balneario una enmienda para un segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto”, estimó Solón, quien también es el jefe negociador de su país sobre temas del calentamiento global.

A estas alturas de la reunión, que concluirá el próximo 10 de diciembre, parece que nada está acordado, sin embargo en algunos temas hay señales de que podría haber un avance, incluso, llegarse a acuerdos.

Uno de esos tópicos es la propuesta de crear el fondo de cambio climático (fondo verde), cuyo nacimiento es respaldado por la mayoría de las naciones, pero existen algunos puntos de disputa, entre ellos las fuentes de financiamiento, la cuantía, la administración de esos recursos y los procedimientos para su empleo.

Asimismo es motivo de debate la relación que tendrá esa iniciativa con la convención sobre cambio climático, si se subordina a ella o funciona fuera de la misma.

En cuanto a las fuentes que aportarían dinero al fondo, varias naciones, entre ellas Cuba, abogaron porque sean públicas, para que exista transparencia y pueda verse el aporte de las naciones ricas, máximas responsables históricas del calentamiento global.

La isla propuso aprovechar las lecciones positivas del Fondo de Adaptación del Protocolo de Kyoto para el diseño de este mecanismo financiero, ya que permite una representación balanceada y equitativa a favor de una adecuada participación de los países en desarrollo, según explicó Orlando Rey, director de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.

Además, aplicar el esquema de Kyoto permitiría un acceso más rápido y directo a los recursos de adaptación al cambio climático, a diferencia de cómo ocurre bajo la Convención, que para recibir dinero de proyectos hay que recorrer un camino interminable de metodologías, en el cual las agencias implementadoras se quedan con una buena parte de las finanzas como gastos de administración.

En Cancún también se aprecia cierta convergencia de opiniones para dejar creado un comité de adaptación, a pedido sobre todo de los países en vías de desarrollo, a los cuales preocupa que hasta ahora las negociaciones sobre el clima siempre han versado sobre mitigación.

La adaptación contempla iniciativas y medidas encaminadas a reducir la vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos ante los efectos reales o esperados de un cambio climático.

Ese comité de adaptación permitiría discutir la forma en que se adaptarán las poblaciones costeras al cambio climático y las consecuentes inundaciones, cómo lo haría la agricultura y el turismo, entre otros sectores, aspectos que aún no tienen respuestas. En otra sala del complejo hotelero Moon Palace de Cancún se discute la creación de un comité de tecnología con una red de instituciones, centros y estructuras regionales para la transferencia tecnológica.

Las naciones en desarrollo favorecen la creación de esas nuevas estructuras, mientras que los países industrializados, con sus matices, no están convencidos o se oponen, pero algunos delegados que asisten a las pláticas estiman que se pudiera llegar a un acuerdo.

Los organizadores de la cumbre saben que se avecina una semana muy compleja, porque empiezan a llegar las delegaciones de alto nivel, con los cancilleres y cerca de una veintena de jefes de Estado.

Al programa negociador habitual se suman las agendas con esas personalidades, de ahí que se producirán dos tipos de debate: por un lado las discusiones técnicas, y por otro el cruce de sables políticos, que suelen introducir interesantes dinámicas en las cumbres, muchas veces inesperadas, y en horas que son de definiciones.