Nuevas amenazas sobre el Golfo de México
Por vivian collazo
1 jul (PL).- El pasado 20 de abril una plataforma petrolera perteneciente a la compañía británica British Petroleum (BP) explotó en el Golfo de México, desatando el mayor desastre ecológico que haya afectado las costas estadounidenses.
Miles de barriles de crudo se derraman cada día en la zona, con serias implicaciones para el ecosistema marino y la industria turística, y aún cuando se realizan grandes esfuerzos para contener el vertido, la realidad es que la situación actual es considerada de muy seria.
Mientras especialistas buscan contener la salida de combustible desde el pozo averiado, decenas de personas y efectivos de la guardia nacional de Estados Unidos participan en labores de limpieza y recuperación del litoral, en particular en los estados de Luisiana, Mississippi y Alabama.
Sin embargo, científicos consideran que el problema demorará en solucionarse y peor aún, podría agravarse en los próximos meses, con el paso por la zona de tormentas tropicales y huracanes.
Meteorólogos indicaron que los fuertes vientos y el intenso oleaje provocado por un meteoro dificultarían los trabajos de control y eliminación de la marea negra.
Cuando empiezan a levantarse tormentas, se suspenden todos los esfuerzos para reparar la fuga de petróleo. Los barcos de rescate recalan en puertos seguros y también se suspende la mayoría de los trabajos de limpieza.
También se sabe que los huracanes del hemisferio norte se mueven en sentido contrario a las agujas del reloj, por lo que tendrían efectos especialmente devastadores para la costa sur de Estados Unidos en caso de avanzar desde el este.
La marea negra llegaría a zonas que se venían salvando del petróleo, el cual podría penetrar varios kilómetros tierra dentro.
Además, el viento y la corriente distribuirían la capa de petróleo sobre una superficie aún mayor del mar. Este proceso ocurriría tanto con la mancha que se encuentra acumulada en la superficie como con las pequeñas concentraciones observadas a profundidades medias, señalaron los investigadores.
Por supuesto, todo depende de la trayectoria del sistema, la dirección del viento, y si se traslada por el oeste o por el este, agregaron.
Sin embargo, algunos consideran que la llegada de un ciclón tendría un efecto positivo. Quienes defienden esta teoría afirman que la capa de petróleo arremolinada por los fuertes vientos y corrientes marinas, podría diluirse hasta tener una concentración menos dañina para la naturaleza.
Por ahora habrá que esperar. Alex, la primera tormenta tropical de la temporada ciclónica 2010 para el Atlántico Norte, el Mar Caribe y el Golfo de México desató las alarmas aunque no provocó mayores consecuencias.
Sin embargo, la temporada es larga (concluye el 30 de noviembre y se pronostica de muy activa, pues se espera el desarrollo de entre de 14 a 23 tormentas tropicales, de las cuales de ocho a 14 se intensificarían hasta alcanzar categoría de huracán y de tres a siete llegarían a categoría de gran huracán.
Las condiciones están creadas. Por un lado, las altas temperaturas registradas en las aguas del Océano Atlántico, hasta 1,5 grados centígrados por encima de lo normal; además la desaparición del fenómeno ENOS, oscilación del sur.
Investigadores han constatado que en los años en que se produce el fenómeno, más conocido por El Niño, el número de ciclones tropicales en el Atlántico es mucho más bajo.
Otra razón que justificaría un mayor desarrollo de ciclones es que desde el año 1995 la cuenca del Atlántico se encuentra en un período multi-decadal de mayor actividad.
Así lo demuestra el hecho de que en 10, de las últimas 15 temporadas la cantidad de sistemas meteorológicos fueron superiores a la media, expresaron científicos.
jul 2nd, 2010. En: Noticias.