Terremoto en Haití profundiza grietas en la ONU

Por Victor M. Carriba

Naciones Unidas, 9 ene (PL) Una creciente lluvia de críticas empapa hoy a Naciones Unidas por su desempeño en Haití a partir de la catástrofe registrada por el terremoto que asoló a ese país antillano hace un año.

Al cumplirse el primer aniversario de la tragedia, la actuación del organismo mundial en aquel escenario aparece más lastrada aún por su alegada responsabilidad en el estallido de la epidemia de cólera que desde octubre ha dejado casi cuatro mil haitianos muertos.

Tras el seísmo del 12 de enero de 2010, la ONU asumió el papel central del enfrentamiento a la catástrofe ocurrida ese día a causa de un movimiento telúrico de siete grados de intensidad en la escala de Richter.

El fenómeno afectó de manera directa a un 1 500 000 personas, con cerca de 300 000 muertos, un 1 300 000 que quedaron sin vivienda y 600 000 desplazados fuera de Puerto Príncipe, la capital, según datos del gobierno haitiano.

Además causó la destrucción total de 105 000 hogares y daños en otros 208 000, así como el colapso o inutilización de 1 300 instituciones educacionales y 50 hospitalarias y de salud.

Los cálculos oficiales iniciales presentados por Haití ante la ONU situaron en 7 900 millones de dólares el monto de los daños y apuntaron pérdidas equivalentes al 120 por ciento del Producto Interno Bruto de Haití en 2009.

En el desastre perecieron también 101 miembros de la Misión de Naciones Unidas en Haití (Minustah), incluida toda su plana mayor, encabezada por el tunecino Hedi Annabi y el brasileño Luiz Carlos da Costa.

Una semana después del sismo, la primera respuesta de la ONU provino del Consejo de Seguridad y consistió en el envío de 3 500 nuevos militares y policías que incrementaron a casi 13 000 la cantidad de efectivos de la fuerza de la Minustah.

Al mismo tiempo, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lanzó un llamamiento internacional para reunir 550 millones de dólares como ayuda de urgencia a los damnificados.

A fines de marzo, la sede de la ONU en Nueva York acogió una llamada conferencia de donantes que recogió ofertas de asistencia a Haití por 5 300 millones de dólares para los primeros 18 meses posteriores al terremoto y 9 900 millones para el decenio.

Un año después, datos de la Minustah indican que la materialización de esas promesas ronda sólo el 20 por ciento, al descontar las sumas pertenecientes a cancelaciones de la deuda haitiana decididas por algunos países y contabilizadas como ayuda.

No obstante, la oficina del enviado especial de la ONU para Haití, a cargo del ex presidente norteamericano Bill Clinton, dijo esta semana que el monto total entregado asciende a 1 280 millones de dólares, equivalentes a un 63,6 por ciento del total ofrecido.

El devastador panorama haitiano fue agravado a partir de octubre pasado por una epidemia de cólera que en dos meses y medio ha provocado casi 3 700 muertos y más de 171 304 contagiados.

La enfermedad recrudeció las críticas a la ONU después que un grupo de soldados nepaleses de la Minustah fue señalado como responsable del origen del mal al contaminar las aguas del río Artibonite, donde apareció la cepa del Vibrio Cholerae.

Esa posibilidad fue compartida también por reconocidos especialistas, como el epidemiólogo francés Renaud Piarroux.

La ONU rechaza con insistencia esas versiones y hace cuatro días anunció la creación de un grupo de especialistas encabezado por el mexicano Alejandro Cravioto, para tratar de identificar la raíz de la epidemia.

Al igual que sucede con la entrega de ayuda a Haití por el terremoto, en el caso del cólera la respuesta a los pedidos de asistencia hechos por la ONU sólo son cubiertos en un 25 por ciento (44 millones de dólares de los 174 millones solicitados).

Para diversos analistas, los recursos demoran, llegan muy disminuidos o nunca son entregados, pero el incremento de efectivos militares y policiales en Haití y otros muchos lugares del mundo se cumple con exactitud cronométrica.

Mientras, casi 400 000 niños haitianos cumplen un año hacinados en campamentos y son víctimas o están amenazados por el cólera, como una de las caras más horribles de una tragedia que alimenta las dudas existentes sobre la ONU y su actuación.