Geoingeniería para un clima desesperante

Nagoya, Japón, 26 oct (IPS)  Delegados a la cumbre mundial de biodiversidad  que se celebra en esta ciudad japonesa reclaman una moratoria a las  investigaciones de ingeniería climática, como colocar espejos en el  espacio que reflejen la luz solar y refresquen la atmósfera.

Por ingeniería climática o geoingeniería se entiende cualquier esfuerzo  humano a gran escala para adaptar intencionalmente los sistemas  planetarios al cambio climático.

Representantes de países de África y Asia expusieron su preocupación por  los impactos de la geoingeniería en los ecosistemas y se manifestaron a  favor de una prohibición de estos experimentos, reclamada por  organizaciones no gubernamentales en la 10 Conferencia de las Partes del  Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB COP 10), que se celebra en  Nagoya desde el 18 hasta el 29 de este mes.

Algunos de los experimentos propuestos son instalar gigantescas tuberías  verticales en el océano para bombear agua más fría hacia la superficie,  lanzar enormes cantidades de sulfatos a estratósfera para bloquear la luz  del sol o arrojar sal marina hacia las nubes para aumentar su capacidad de  reflejar los rayos solares.

En términos generales, hay dos terrenos de investigaciones en  geoingeniería. El primero propone controlar la radiación solar, y el  segundo se basa en absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, para  reducir la concentración de este gas de efecto invernadero.

En materia de radiación solar, algunas ideas se basan en liberar sulfatos  a la atmósfera, o colocar miles de enormes espejos en el espacio para  reflejar la luz del sol. En cuando al carbono, se habla de fertilización  oceánica: arrojar hierro o nitrógeno al agua del mar para estimular el  crecimiento de fitoplancton que a su vez absorba más gas carbónico y lo  almacene en las profundidades.

“Algunos de los que proponen estas tecnologías piensan que es más fácil  manipular el Sol que hacer que la gente viaje en autobús”, dijo Pat  Mooney, director ejecutivo del ETC Group, una organización no  gubernamental con sede en Canadá.

“Los políticos de los países ricos ven a la geoingeniería como un plan B,  que les evitaría tomar decisiones difíciles para reducir las emisiones que  causan el cambio climático”, declaró Mooney a Tierramérica.

“Es una estrategia política que aspira a que los países industriales  queden libres de sus deudas climáticas”, agregó.

Pero la geoingeniería ya no pertenece al reino de lo descabellado y se  está convirtiendo rápidamente en objeto de serios debates científicos e  intereses comerciales.

En 2007, Tierramérica divulgó la noticia de que la empresa estadounidense  Planktos intentaba arrojar 100 toneladas de partículas de hierro en el  océano Pacífico, cerca de las ecuatorianas islas Galápagos -consideradas  un santuario para el estudio de la evolución de las especies–, sin  consentimiento de Quito.

Si conseguía probar que esta técnica permitía absorber dióxido de carbono,  Planktos esperaba vender créditos de carbono. El proyecto fue frenado y la  empresa puso fin a sus experimentos en la zona.

Al año siguiente, el CDB acordó una suspensión a todas las pruebas de  fertilización oceánica.

A comienzos de 2010, el órgano científico del CDB propuso prohibir todas  las actividades de geoingeniería relacionadas con el clima.

Sin embargo, ante el fracaso de las negociaciones internacionales para  reducir los gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, se  renovaron los intereses científicos y políticos en estos experimentos La Royal Society de Gran Bretaña, que reúne a algunos de los científicos  más destacados del mundo, defiende las investigaciones en geoingeniería.

“Nos oponemos a una moratoria porque no queremos restringir esas  investigaciones”, dijo John Shepherd, climatólogo del Centro Nacional de  Oceanografía de la británica Universidad de Southampton y miembro de la  Royal Society.

“El cambio climático puede llegar a un punto desesperante que requiera  medidas desesperadas, y por lo tanto deberíamos tener listas algunas  buenas investigaciones sobre lo que pueda ayudar”, sostuvo Shepherd, autor  del informe 2009 de la Royal Society sobre geoingeniería.

El estudio concluyó que estas técnicas pueden ser necesarias para enfriar  el planeta si fracasan los esfuerzos para reducir las emisiones de  carbono.

Se necesita investigar para determinar los riesgos y la efectividad de  todo proyecto de geoingeniería, dijo a Tierramérica.

Llevar a cabo ahora cualquiera de estos experimentos “sería increíblemente  prematuro”, sostuvo Shepherd. Ése es el punto de vista de su institución,  agregó.

En noviembre, la Royal Society celebrará en Londres el simposio  “Geoingeniería: tomar el control del clima de nuestro planeta”.

Inyectar sulfatos en la atmósfera es atractivo para los políticos porque  su costo es muy inferior al de reducir la huella de carbono, escribió  Clive Hamilton, del Centro para la Filosofía Aplicada y la Ética Pública  de la Universidad Nacional Australiana.

Aunque ningún país promueve la geoingeniería, reconoció Hamilton, estos  planes “eluden la necesidad de elevar los impuestos a la gasolina,  permiten un crecimiento aún más irrestricto y no representan una amenaza  al estilo de vida de los consumidores”, sostuvo el autor del libro  “Requiem for a Species” (Réquiem para una especie).

El ETC Group documentó los avances de varias ideas para controlar el clima  en su informe “Geopiracy: The Case Against Geoengineering” (Geopiratería:  Los argumentos contra la geoingeniería), presentado el día 19 en Nagoya.  Allí se pregunta “quién tiene derecho a fijar el termostato planetario”.

“Los países en desarrollo entienden que para controlar el termostato  mundial no pueden confiar en los países ricos que no redujeron sus  emisiones”, dijo Mooney.

Es imposible evaluar los impactos potenciales de estos experimentos,  agregó.

Se necesita una moratoria a las investigaciones de ingeniería climática a  cielo abierto para dar tiempo a un debate internacional sobre sus impactos  en la biodiversidad, la sociedad y la economía, expresó.

Los delegados presentes en Nagoya discuten la redacción de una suspensión.  Un representante de Brasil dijo a Tierramérica que éste se ha vuelto un  tema importante, mientras países como Canadá se oponen firmemente a toda  prohibición.

“La geoingeniería no es una solución al cambio climático”, concluyó la  activista Silvia Ribeiro, del ETC Group.

“Sólo podría considerarse en situación de emergencia, y por lo tanto nunca  puede ser redituable ni parte de ningún mercado de carbono”, dijo a  Tierramérica.

Este artículo fue publicado originalmente el 23 de octubre por la red  latinoamericana de diarios de Tierramérica.