En las últimas dos décadas las técnicas para medir la tensión arterial fuera del entorno médico han desenmascarado situaciones altamente prevalentes: la hipertensión de efecto bata blanca y la hipertensión enmascarada. Este artículo aborda la prevalencia de ambas hipertensiones nacional e internacionalmente.
Prevalence of white-coat and masked hypertension in national and international registries
Por: Manuel Gorostidi, Ernest Vinyoles, José R Banegas y Alejandro de la Sierra. Hypertension Research (2015) 38, 1–7.
Investigaciones expone trabajos sobre investigaciones en la hipertensión arterial actuales.
Hipertensión de guardapolvo blanco: evolución a hipertensión sostenida luego de 10 años de seguimiento (pdf: 292 kb).
Por: Olga B. Páez, Pablo A. Puleio, Marta G. Gorocito, Miguel Visser, Miguel Schiavone y Clacudio R. Majul. Rev Argent Cardiolg 2012;80:217-221.
No obstante la amplia información en la bibliografía sobre la caracterización de la hipertensión de guardapolvo blanco (HGB), su evolución alejada es hasta el presente tema de controversia. Las variables edad, sexo, tabaquismo y glucemia de normotensos e hipertensos de guardapolvo blanco fueron similares en el examen basal. Los hipertensos de guardapolvo blanco, por el contrario, presentaron valores significativamente superiores en IMC, colesterol total, hipertrigliceridemia e IMVI. Cuarenta y ocho hipertensos de guardapolvo blanco y 21 normotensos originales evolucionaron a HS. La HGB se asoció en forma independiente con HS a los 10 años de seguimiento [OR: 2,5 (IC 95% 1,2-4,2)]. La evolución a hipertensión sostenida fue mayor en los hipertensos de guardapolvo blanco que en los normotensos. (publicado 9 de noviembre 2012).
A manera de editorial. Los trabajos y opiniones que aquí se exponen son orientadores de lo que se publica en Cuba y en el mundo sobre aspectos relevantes de la hipertensión arterial.
Poniendo en duda la “inocencia” de la hipertensión de guardapolvo blanco (pdf: 185 kb).
Por: Mónica G. Díaz. Revista Argentina de Cardiología/ vol 80, número 3, mayo-junio 2012.
La hipertensión arterial de guardapolvo blanco (HTAGB), definida como presión alta en consultorio y normal en el domicilio, bien conocida en la actualidad, durante muchos años se ha considerado como una entidad benigna sin incidencia en el pronóstico cardiovascular del paciente. Poco a poco, este concepto ha ido cambiando, sobre todo a raíz del mejor conocimiento que se tiene de la relación presión arterial (PA) ambulatoria y daño de órgano blanco. (publicado 9 de noviembre 2012).
http://www.sac.org.ar/web_files/download/revista_articulos/files/v80n3a02-pdf-2773.pdf
Por: Mónica G. Díaz. Revista Argentina de Cardiología/ vol 80, número 3, mayo-junio 2012.
La hipertensión arterial de guardapolvo blanco (HTAGB), definida como presión alta en consultorio y normal en el domicilio, bien conocida en la actualidad, durante muchos años se ha considerado como una entidad benigna sin incidencia en el pronóstico cardiovascular del paciente. Poco a poco, este concepto ha ido cambiando, sobre todo a raíz del mejor conocimiento que se tiene de la relación presión arterial (PA) ambulatoria y daño de órgano blanco. (publicado 9 de noviembre 2012).
El Dr. G. Mancia ha indicado durante una conferencia que las asociaciones europeas pueden no tomar tal postura favorable sobre la VTAA como la que tomó el Reino Unido, que el año pasado se convirtió en el primer país en el mundo en recomendar formalmente la VTAA como el método preferido para diagnosticar hipertensión.
Williams dice que la postura en Reino Unido es que la VTAA ahorra costos, tanto al acelerar un diagnóstico en alguien que necesita rápidamente medicación como al permitir la suspensión del tratamiento hasta en 25% de las personas que en realidad no tienen hipertensión pero que se les ha diagnosticado erróneamente en la clínica o en el domicilio, los llamados hipertensos de «bata blanca».
Una TA clínica bien medida es más o menos similar, por lo que respecta a su valor diagnóstico, que la TA ambulatoria. ¿Conviene determinarla si la utilidad no es considerable?
Sin embargo, adujo Mancia: «La superioridad de la VTAA aún no se ha establecido de manera definitiva. Por lo que respecta a su verdadero valor diagnóstico, una TA clínica bien medida es más o menos similar a la TA ambulatoria. ¿Conviene determinarla si la utilidad no es considerable? Y la pregunta importante aquí es si el añadir la ABP aumenta nuestra capacidad de pronosticar el futuro cardiovascular del paciente».
El presidente de la ESH, Dr. Josep Redon (Universidad de Valencia, España), estuvo de acuerdo con Mancia, señalando: «Creo que necesitamos saber más aspectos sobre la VTAA».
Lo que sigue es la interrogante de si se debieran tomar en cuenta nuevos factores de riesgo, dijo Mancia. «Casi todos los días las revistas científicas muestran nuevos factores de riesgo: biomarcadores de inflamación, nuevas medidas de daño de órganos, etcétera. Sin embargo, ¿qué ventajas obtenemos por lo que respecta a prever en general el futuro cardiovascular de un paciente si volvemos más complejo el cálculo del riesgo?».
Así mismo, planteó si el grado de protección logrado con el tratamiento podría preverse mejor utilizando estas medidas más nuevas de daño de órganos. No todos los datos son uniformes en este sentido, señaló -la reducción de la excreción urinaria de proteína, por ejemplo-. Explicó: «Se ha demostrado que tiene un valor diagnóstico en una serie de estudios importantes, pero no en todos. En estudios como ACCORD y ALTITUDE, la reducción de la excreción urinaria de proteína no se acompañó de ninguna reducción concomitante y paralela en la incidencia de complicaciones renales o cardiovasculares».
Sin mencionar la opción de diuréticos…
También hay amplios desacuerdos entre las directrices sobre las opciones de tratamientos, dijo Mancia. «La postura del documento previo de la ESH aclaró que tal vez no necesitamos apegarnos a la antigua clasificación de los fármacos en primera, segunda y tercera opción, etcétera. Ahora disponemos de varias clases de antihipertensivos -no todos con indicios de protección, todos con características de tolerabilidad aceptablemente satisfactorias- de manera que ¿no es tiempo de abandonar esta clasificación de los fármacos, la cual se refiere a un paciente promedio que realmente no existe en el ejercicio clínico, y más bien tratar de recomendar el fármaco apropiado en las circunstancias clínicas o demográficas apropiadas?»
¿No podemos tener una actitud más liberal y decir que hay evidencia derivada de estudios para los tres diuréticos y simplemente dejar que los médicos decidan a su discreción?
Este intercambio suscitó un debate acalorado durante la sesión de preguntas y respuestas con respecto a cuál diurético se debiera recomendar de preferencia, una argumentación, dice Mancia, que «no está seguro» si la ESH se debiera meter en ella.
Uno de los participantes en el debate dijo que le sorprendía el resurgimiento de la clortalidona en Estados Unidos, «pues es el fármaco que produce el mayor grado de agotamiento de potasio de todos los diuréticos que se pueden utilizar. Si se observa el análisis del estudio SHEP relacionado con los efectos adversos y cómo la reducción del potasio puede causar problemas e incrementar los accidentes cerebrovasculares, me sorprende que incluso se proponga como un fármaco individual a utilizar. La situación puede ser diferente si se añade a un inhibidor de la ECA o a un antagonista de receptor de angiotensina [ARA], ».
Sin embargo, Oparil dijo «que tenía que estar en desacuerdo. Todos los estudios clínicos del National Heart, Lung, and Blood Institute [NHLBI] que analizaron los diuréticos utilizaron la clortalidona y la mayor parte de ellos han mostrado ventajas en comparación con cualquiera que fuese el fármaco con que se comparase. Estoy de acuerdo sobre el agotamiento de potasio, pero es relativamente fácil restituirlo, sea mediante reposición de potasio o con un fármaco ahorrador de potasio. La clortalidona es un fármaco de acción prolongada, reduce bien la TA y evita complicaciones».
Mancia dijo que creía que había evidencia adecuada para el uso de tres diuréticos; clortalidona, hidroclorotiazida (HCTZ) e indapamida. «Esto es lo que quiero preguntar. ¿Debieran las directrices tener esta actitud prescriptiva? ¿Siempre tenemos un ganador y un perdedor? ¿No podemos tener una actitud más liberal y decir que hay evidencia derivada de estudios para los tres diuréticos y simplemente dejar que los médicos decidan a su discreción?».
Estoy de acuerdo con la idea de que la prescripción no debiera estar determinada por las directrices, sino guiada por las directrices.
Williams dijo: «Estoy de acuerdo con la idea de que la prescripción no debiera estar determinada por las directrices, sino guiada por las directrices. Somos médicos y el motivo por el que los médicos devengan salarios mucho más altos, en promedio, que el resto de la población es porque estamos ahí para tomar decisiones. Las directrices no debieran ser sobreprescriptivas, sino debieran hacer recomendaciones cuando haya evidencia sólida y no hacer recomendaciones cuando no la haya».
Como un ejemplo en la cuestión de los diuréticos, describió la manera en que el Reino Unido era «levemente inusual por cuanto utilizamos bendrofluazida» como primera opción, pero admitió, «No pudimos encontrar ninguna evidencia de ello». De manera que en las nuevas recomendaciones, se insta a los médicos a que utilicen clortalidona o indapamida en pacientes que comienzan o que cambian a diuréticos. Estos fármacos se debieran utilizar «de preferencia a» la bendroflumetiazida o el diurético de uso más frecuente en Estados Unidos, la HCTZ, dijo.
¿Y qué hay sobre el tratamiento combinado, la hipertensión resistente y la curva en J?
Otra cuestión importante, dice Mancia, es la relacionada con el papel de la politerapia: «Necesitamos urgentemente la confirmación de los datos de ACCOMPLISH», dijo, haciendo referencia a un comentario previo de Oparil, quien había dicho que un estudio en general no se consideraba lo suficientemente satisfactorio para designar una recomendación como «evidencia de gran calidad».
No se dispone de estudios aleatorizados en los cuales basar el empleo de un cuarto o un quinto fármaco en la hipertensión resistente a tratamiento y si bien los procedimientos invasivos son muy interesantes, ¿qué grado de precaución debiéramos adoptar?
Mancia continuó: «Incluso es más difícil determinar qué hacer por lo que respecta a utilizar la politerapia al inicio del tratamiento. Observó: «Aquí, si analizamos la bibliografía sólo tenemos una serie de hallazgos y éstos provienen del estudio VALUE». Sin embargo, si se pudiese demostrar que el empleo de la politerapia al principio y el logro del control de la TA en una etapa temprana pueden favorecer el control tardío de la TA, «esto sería una ventaja inestimable».
Otro aspecto es determinar si conviene recomendar las combinaciones de tres fármacos en dosis fijas, dijo, «con el problema de perder la flexibilidad en aras de mejorar la simplicidad del tratamiento».
Cambiando al tema de la polipíldora, dijo que las directrices europeas antes «tenían una actitud negativa hacia la polipíldora». ¿Debiera conservarse esto o volverse más flexible?».
Luego, hay interrogantes sobre el tratamiento de la hipertensión resistente. «No se dispone de estudios aleatorizados en los cuales basar el empleo de un cuarto o un quinto fármaco y si bien los procedimientos invasivos son muy interesantes, ¿qué grado de precaución debiéramos adoptar?».
Por último está la cuestión de la curva en J, el fenómeno según el cual se cree que hay un umbral por debajo del que podría ser peligroso disminuir la TA.
Zanchetti dijo — al señalar los estudios que todavía necesitan llevarse a cabo — que con respecto a la curva en J «algunos estudios la confirman en tanto que otros la niegan». Y Mancia añadió: «aquí sólo contamos con datos retrospectivos. ¿Qué valor debiéramos dar a los datos retrospectivos: debiéramos olvidarnos de ellos o tomarlos en cuenta con algún grado de precaución?».
(Fuente: http://www.theheart.org)
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