Estado actual de los antagonistas de los receptores de angiotensina II
En julio de 2010, se publicó en The Lancet por Sipahi y otros un estudio de meta-análisis de nueve ensayos controlados aleatorios, con un total de 94 210 pacientes que tomaban antagonistas de los receptores de la angiotensina II (ARA II), el cual concluyó que a quienes se les administraban estos medicamentos, tenían el 8 % más de posibilidades de contraer cáncer, en comparación con aquellos que recibían un placebo o un comparador activo.
Los ARA II, también llamados bloqueantes del receptor de la angiotensina (BRA), constituyen un grupo de medicamentos que modulan al sistema renina angiotensina aldosterona, y en la actualidad son los fármacos más usados para tratar la hipertensión arterial, en particular en pacientes con nefropatía diabética e insuficiencia cardíaca congestiva. Se administran una vez al día y tienen el beneficio adicional de proteger a los riñones de las consecuencias de la presión arterial alta y la diabetes.
La especificidad de cada ARA II se logra por la acumulación de una combinación de tres parámetros farmacodinámicos y farmacocinéticos.
1. Inhibición del fármaco al nivel más bajo o a las 24 h: valsartán 80 mg (30 %), telmisartán 80 mg (40 %), Iosartán 100 mg (25-40 %), irbesartán 150 mg (40 %) y 300 mg (60 %), olmesartán 20 mg (61 %) y 40 mg (74 %).
2. Afinidad por el receptor AT1 en vez del receptor AT2, que indica el grado de atracción por el receptor correcto: losartán 1 000 veces, telmisartán 3 000 veces, irbesartán 8 500 veces, olmesartán 12 500 veces, valsartán 20 000 veces.
3. Vida media: valsartán 6 h, losartán 6-9 h, irbesartán 11-15 h, olmesartán 13 h, telmisartán 24 h.
El valsartán estuvo entre los 10 medicamentos más vendidos internacionalmente entre el 2008 y 2010, y junto al losartán, irbesartán, cardesartán, termisartán y olmesartán, clasificaron entre los 100 más vendidos en los EUA en el 2006.
Debido al artículo publicado en The Lancet, la Agencia Federal de Medicamentos de los EUA (FDA) llevó a cabo una revisión formal de la seguridad de los ARA II. Los ensayos contemplados incluyeron pacientes que tomaban uno de cuatro de estos medicamentos: telmisartán, losartán, candesartán y valsartán.
El estudio consistió en un meta-análisis con 31 ensayos clínicos, que incluyeron un total de 156 000 personas tratadas con ARA II y un grupo control con otros antihipertensivos. En él, la tasa de incidencia de cáncer por cada 100 pacientes-año fue de 1,82 en el grupo de ARA II y de 1,84 en el grupo de comparación (RR 0,99; IC 95 %: 0,92 a 1,06).
Tampoco hubo asociación entre el uso de los ARA II y el riesgo de muerte relacionada con cáncer o tipos específicos de cáncer, incluyendo los de mama, pulmón y próstata.
Sobre la base de estos resultados, la FDA concluyó en junio de 2011, que los ARA II no aumentan el riesgo individual de cáncer,6 lo cual ha traído tranquilidad a los pacientes que toman o tomaban este tipo de antihipertensivos, así como a médicos y farmacéuticos. [Revista Cubana de Farmacia. 2011; 45(4)]
(Fuente: Revista Cubana de Farmacia)
Existing evidence linking residential proximity to food establishments with body mass index (BMI; weight (kg)/height (m)2) has been inconclusive. In this study, the authors assessed the relation between BMI and proximity to food establishments over a 30-year period among 3,113 subjects in the Framingham Heart Study Offspring Cohort living in 4 Massachusetts towns during 1971–2001.
The authors used novel data that included repeated measures of BMI and accounted for residential mobility and the appearance and disappearance of food establishments. They calculated proximity to food establishments as the driving distance between each subject’s residence and nearby food establishments, divided into 6 categories. The authors used cross-classified linear mixed models to account for time-varying attributes of individuals and residential neighborhoods.
Each 1-km increase in distance to the closest fast-food restaurant was associated with a 0.11-unit decrease in BMI (95% credible interval: -0.20, -0.04). In sex-stratified analyses, this association was present only for women. Other aspects of the food environment were either inconsistently associated or not at all associated with BMI.
Contrary to much prior research, the authors did not find a consistent relation between access to fast-food restaurants and individual BMI, necessitating a reevaluation of policy discussions on the anticipated impact of the food environment on weight gain.
(Fuente: Aje.oxfordjournals)
La lactancia reduciría el riesgo de padecer hipertensión arterial
Un estudio sugiere que las madres que amamantan durante el período recomendado tendrían algo menos de riesgo de desarrollar hipertensión arterial.
El resultado, que surge de una investigación sobre enfermeras de Estados Unidos, no prueba que la lactancia controle la presión, pero se suma a las pruebas de que sus efectos no beneficiarían solo a los bebés.
Se recomienda la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida del bebé y, recién entonces, combinarla con alimentos sólidos hasta el año de vida.
La lactancia protege a los bebés de ciertas enfermedades, como la diarrea y las infecciones del oído medio, pero también hay evidencia de que reduciría el riesgo de que las mujeres desarrollen algunos problemas de salud, como la diabetes mellitus, la hipercolesterolemia y la enfermedad cardíaca.
En el nuevo estudio, los autores analizaron la correlación entre la lactancia y el riesgo materno de desarrollar hipertensión arterial en unas 56 000 mujeres estadounidenses que participan del ensayo Nurses’ Health Study II. Todas habían tenido por lo menos un bebé.
En general, las que habían optado por la lactancia exclusiva durante por lo menos los seis primeros meses de vida del bebé fueron menos propensas a desarrollar hipertensión en 14 años que las que habían elegido utilizar el biberón.
A unas 8 900 mujeres se les diagnosticó hipertensión. Pero esa posibilidad fue un 22% más alta en las que no habían amamantado a su primer hijo que en las que sí lo habían hecho.
Y las mujeres que nunca habían amamantado o lo habían hecho durante tres meses o menos fueron casi un cuarto más propensas a desarrollar hipertensión que las que habían amamantado durante por lo menos un año. Y todo aún tras considerar factores como la dieta, el ejercicio y el tabaquismo.
Nada de esto prueba que la lactancia proteja de la hipertensión, según concluyó la autora principal del estudio, doctora Alison M. Stuebe, de la University of North Carolina, en Chapel Hill.
Pero es posible que así sea, dijo Stuebe, ya que estudios con animales revelaron que la hormona oxitocina, que está asociada con la lactancia, tiene efectos duraderos en la presión sanguínea.
Además, se sabe que las mujeres suelen tener reducciones pasajeras de los valores de presión inmediatamente después de amamantar.
Si se comprueba esta protección de la lactancia materna, el equipo de Stuebe estima que el 12% de los casos de hipertensión arterial en mujeres con hijos podría estar asociado con la lactancia “subóptima”.
La autora dijo que “si la relación es causal, eliminar las barreras de la lactancia podría marcar una diferencia en la salud femenina a futuro”.
Por ahora, Stuebe señaló que una forma de ayudar a las mujeres es enseñarles cómo alimentar a sus hijos adecuadamente desde el hospital.
La Organización Mundial de la Salud promueve que los hospitales tomen ciertas medidas “amigables con los recién nacidos” que mejoren la lactancia materna, como no alimentarlos con otra comida que no sea la leche de la madre, evitar el chupete y dejar que la madre y el bebé estén juntos las 24 horas.
noviembre 6/2011 (medline)
Nota: Los lectores del dominio *sld.cu acceden al texto completo del artículo a través de Hinari.
Alison M. Stuebe, Eleanor B. Schwarz, Karen Grewen, Janet W. Rich-Edwards, Karin B. Michels, E. Michael Foster, et. al.. Duration of Lactation and Incidence of Maternal Hypertension: A Longitudinal Cohort Study. Am. J. Epidemiol. (2011) 174(10): 1147-1158, publicado en versión preliminar octubre 12/ 2011. doi:10.1093/aje/kwr227
(Fuente: Noticias Al día)
Por: A Shantsila y E Shantsila. Journal of Human Hypertension (2011) 25, 653–655.
Despite substantial improvement in the management of hypertension and large choice of medications available for a clinician, the optimal control of blood pressure (BP) is difficult to achieve in a significant proportion of patients. The failure to adequately control BP remains one of the most frequent problems in cardiovascular prevention.
Interaction between serum uric acid and triglycerides in relation to blood pressure
Por: F Teng, R Zhu, C Zou, Y Xue, M Yang, H Song y J Liang. Journal of Human Hypertension (2011) 25, 686–691.
El objetivo de este estudio fue examinar la relación independiente entre el ácido úrico sérico (SUA) y la presión arterial, y para evaluar su efecto conjunto sobre la obesidad, glucosa y los lípidos. Las muestras del estudio eran de una encuesta de salud basados en la comunidad de examen en Xuzhou, provincia de Jiangsu de China (2009).
Un exceso de fármacos podría ser más problema que cura. [Debe registrarse para ver la noticia original]
Las personas toman cada vez más medicamentos, lo que multiplica los riesgos, advierten expertos
Parece que apenas pasa una semana sin que alguna compañía anuncie alguna nueva pastilla diseñada para ayudar a vivir una vida más larga y sana.
Los medicamentos hacen mucho por curar, prevenir o aliviar una variedad de males. Pero tomarse puñados de pastillas cada día crea a su vez riesgos médicos, haciendo que un creciente número de médicos y farmaceutas se preocupen de que las personas sencillamente estén tomando demasiados fármacos.
“Mientras más crece el número de recetas, más aumentan las probabilidades de que alguien sufra de una interacción medicamentosa o algún efecto secundario importante”, señaló Sophia De Monte, farmaceuta de Nesconset, Nueva York, y vocera de la Asociación Americana de Farmacéuticos (American Pharmacists Association). “Es exponencial. Mientras más se añaden, más probabilidades hay de que algo malo suceda”.
El concepto se conoce como polifarmacia, el uso de más medicamentos de los que realmente son necesarios. Y eso significa no solo fármacos recetados, sino también medicamentos de venta libre y complementos dietéticos.
El estadounidense promedio recibe unas trece recetas al año, según un informe del año pasado de la Kaiser Family Foundation. Y las probabilidades de polifarmacia aumentan con la edad. Estudios han hallado que los adultos mayores conforman el 13 por ciento de la población, pero dan cuenta del 30 por ciento de todas las recetas de medicamentos. Cuando los pacientes mayores son transferidos de los hospitales a hogares de ancianos para la rehabilitación, es común que los cuidadores tengan que controlar nueve o más medicamentos recetados por persona, según un informe sobre la atención a largo plazo.
Mientras más medicamentos toman las personas, más probable es que experimenten un problema en tres áreas claves, señalaron De Monte y Norman P. Tomaka, farmaceuta de Melbourne, Florida. Estas áreas son:
Interacciones de medicamentos. Los fármacos pueden interactuar mal de formas extrañas, y mientras más medicamentos se añadan a un régimen diario, mayor es el riesgo de una interacción que pudiera afectar la salud de la persona.
Cumplimiento con el régimen de medicamentos. Intentar mantenerse al tanto de varios medicamentos puede resultar demasiado difícil, y provocar que las personas dejen de intentar cumplir con las indicaciones de uso de los fármacos. “Hallamos que el cumplimiento se reduce en 40 por ciento cuando se añade un segundo fármaco al régimen de un paciente, aunque ambos se tomen una vez al día”, apuntó Tomaka. Una falta de cumplimiento con las indicaciones de las recetas puede crear graves riesgos de salud. “Por ejemplo, si usa los antihipertensivos de forma esporádica, podría provocar que la presión arterial se haga resistente a los medicamentos”, advirtió. El uso esporádico de antibióticos puede provocar que las bacterias infecciosas desarrollen inmunidad a los medicamentos.
Efectos secundarios. Cada medicamento que alguien toma conlleva su propio riesgo de efectos secundarios. Múltiples recetas y remedios significan múltiples riesgos. Y una vez ocurre un efecto secundario, determinar la fuente del problema puede resultar difícil. “A veces, los medicamentos pueden enmascarar sus síntomas entre sí”, apuntó Tomaka. “Si tiene una reacción adversa, no se sabe cuál la causó. Eso es un dilema”.
Pero aunque la tendencia ha sido hacia más recetas, se comienzan a tomar medidas para proteger la salud de los pacientes.
Médicos y farmaceutas trabajan juntos para crear sistemas mediante los cuales las listas de recetas de los pacientes siempre sean revisadas, con el objetivo de minimizar los fármacos que toman, apuntó De Monte.
“En última instancia, la meta es intentar ajustarlo trabajando con el paciente para conseguir el mejor medicamento con los mejores efectos en la cantidad mínima”, señaló.
Los investigadores también trabajan en formas de combinar fármacos que funcionen bien juntos en una sola dosis, reduciendo así el número de pastillas que las personas tienen que controlar además del riesgo de interacciones farmacológicas, dijo Tomaka.
“La historia del tratamiento del VIH es una buena lección sobre este concepto”, apuntó. “En los 90, la mayoría de pacientes de VIH se tomaban entre 6 y 24 pastillas. A veces tenían que tomarse hasta 65. Hoy día, es totalmente realista que un paciente solo tenga que tomarse dos pastillas al día”.
Mientras tanto, De Monte y Tomaka sugirieron unas cuantas medidas que las personas pueden tomar para asegurarse de que los múltiples medicamentos que toman no causen más problemas de los que curan:
Tome cada medicamento con agua. Si añade una bebida ácida, como jugo de fruta o refresco, eso es solo otra cosa con la que su medicamento interactúa.
Lea toda la información provista sobre el fármaco, ya sea de receta o de venta libre, buscando problemas potenciales que podría tener.
Revise la lista de medicamentos con el médico y el farmaceuta.
Reporte los síntomas cuando ocurran al tomar un nuevo medicamento.
Al final del día, gestionar la polifarmacia conlleva cierto trabajo de parte de los pacientes porque solo ellos conocen su condición específica de salud y cómo cada medicamento hace que se sientan.
“Los fármacos son herramientas”, comentó Tomaka. “Tenemos que evitar verlos como otra cosa que no sea una herramienta para ayudar a reparar el cuerpo del paciente. La clave es trabajar con el médico sobre la afección específica, y darse cuenta de que no hay curas universales”.
(Fuente: HealthDay)
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