Las personas que viven con VIH experimentan altas tasas de estrés psicológico debido a las demandas de vivir con una condición de salud compleja y altamente estigmatizada. Las estimaciones de la depresión varían hasta un 42% entre las PVVS, lo que equivale a una prevalencia de dos a cuatro veces mayor en comparación con las muestras sin VIH. Se ha encontrado que el estrés crónico y los síntomas depresivos tienen un impacto negativo en la función inmune, lo que puede acelerar la progresión de la enfermedad del VIH. Además, la depresión y la ansiedad impactan negativamente en la calidad de vida y contribuyen a la mala adherencia a la medicación entre las PVVS. Dada la cronicidad y el estigma de los medicamentos asociados con el VIH, no es sorprendente que las tasas de prevalencia de estrés, ansiedad y depresión sean elevadas entre las PVVS
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