La tasa de ingreso hospitalario para los negros con la hipertensión fue de 161 por cada 100.000 personas en 2006 – casi 5 veces la tasa de hospitalización para los blancos (33 admisiones por cada 100.000), según las últimas noticias de la Agencia para la Investigación y la Calidad.
La hipertensión, que puede aumentar significativamente el riesgo de una persona de un ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o insuficiencia renal, se define como la presión arterial de 140/90 mm Hg o mayor. Hay un cuarto de millón de hospitalizaciones cada año por hipertensión con complicaciones.
La agencia federal también reveló que en 2006:
– El índice de ingresos para los hispanos con la presión arterial alta fue de 61 por cada 100.000 personas, casi el doble que la de los norteamericanos no hispanos.
– Los asiáticos e isleños del Pacífico tenían la menor tasa de admisión para la presión arterial alta (26 por 100.000).
– Las mujeres fueron admitidas para la presión arterial alta con más frecuencia que los hombres (56 frente a 40 hospitalizaciones por cada 100.000).
– Los estadounidenses más pobres eran 2,5 veces más probabilidades de ser admitidos para la presión arterial alta que los más ricos (83 frente a 32 admisiones por cada 100.000).
(Fuente: Agencia para la Investigación y Calidad -AHRQ)
Un estudio sugiere que, en muchos casos, la toma de decisiones compartida podría resultar la intervención médica más apropiada.
Realizar un control agresivo de factores de riesgo cardíaco, como la hipertensión o el colesterol, podría no beneficiar, o incluso perjudicar, a algunos pacientes con diabetes. Así lo sugiere un estudio realizado a partir de un modelo matemático, publicado esta semana en Archives of Internal Medicine, de JAMA.
Casi todas las guías para pacientes con diabetes sugieren que los tratamientos agresivos contra el denominado colesterol malo y la hipertensión bajan el riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca. Sin embargo, según los autores de esta investigación, “estas recomendaciones, basadas en los resultados medios de ensayos que evaluaban los beneficios relativos del control intensivo de los factores de riesgo, no están adaptadas al riesgo subyacente individual de sufrir una enfermedad cardiovascular”.
“Mientras que esta aproximación (estratificación del riesgo) es, a menudo, defendida en pacientes sin diabetes mellitus, hay una asunción implícita de que todos los pacientes con diabetes mellitus presentan un alto riesgo, por lo que es necesario que estos pacientes sean tratados de forma agresiva”, indicaron.
Modelo matemático de evaluación
El equipo de Justin W. Timbie, de la RAND Corporation, en Arlington, Estados Unidos, diseñó un modelo matemático para evaluar si los tratamientos agresivos beneficiaban de la misma forma a todos los pacientes con diabetes.
Comenzaron analizando los datos de pacientes entre los 30 y los 75 años de edad, participantes de la National Health and Nutrition Examination Survey, que muestra estimaciones representativas para cerca de 8 millones de individuos con diabetes en los 90. En ese momento, los tratamientos agresivos contra el colesterol y la hipertensión eran poco frecuentes. Tras excluir a los participantes con bajos niveles de LDL y presión baja, la media de LDL-C fue de 151 miligramos por decilitro y la presión sanguínea media de 144/79 milímetros de mercurio.
Entonces, los investigadores simularon qué podría suceder si estos pacientes experimentaran un tratamiento creciente en intensidad hasta que sus niveles de LDL-C bajaran hasta los 100 miligramos por decilitro y su presión sanguínea a 130/80 milímetros de mercurio.
Con estos objetivos de tratamiento los beneficios se tradujeron en 1,5 años de vida y buena salud para los niveles de colesterol malo y 1,35 para la presión sanguínea. Estos beneficios se redujeron a 1,42 años de vida saludables para el LDL-C y de 1,16 para la presión sanguínea, tras considerar los daños que podría también generar este tratamiento, que incluye dolor muscular por tomar estatinas y los problemas de seguridad que puede dar estar polimedicado.
“La mayoría de los beneficios globales estaban limitados a los escasos primeros pasos de intensificación de la medicación o al duro control para un grupo limitado de pacientes de muy alto riesgo”, indicaron estos autores.
Tres de cada cuatro pacientes de riesgo medio consiguieron, sin embargo, muy pocos beneficios. “Teniendo en cuenta los daños que pueden generar estos tratamientos, identificamos numerosos ejemplos en los que intensificar el tratamiento podría estar contraindicado en las consideraciones básicas de riesgo-beneficio, y muchos más ejemplos en los que los esperados beneficios eran tan reducidos que la toma de decisiones compartida entre médico y paciente podría presentarse como la intervención médica más apropiada”.
(Fuente: Arch Intern Med. 2010;170(12):1037-1044).
Un estudio constata que los profesionales comienzan a actuar cuando el paciente llega a los niveles de 168/100 mmHg.
Los médicos europeos encargados de controlar la tensión, incluidos los españoles, saben que el 47% de sus pacientes no tiene la presión arterial bien controlada, según los parámetros de la Sociedad Europea de Hipertensión y la Sociedad Europea de Cardiología (ESH-ESC).
Sin embargo, sólo actúan para atajar este problema -con consejos sobre hábitos de vida o fármacos- cuando el paciente supera con creces los máximos recomendados, lo que aumenta los daños orgánicos y sus probabilidades de convertirse, en unos cinco años, en paciente de riesgo.
Así se desprende de los datos del estudio New Supporting Hypertension Awareness and Research Europe-wide (SHARE), una encuesta online realizada entre mayo y diciembre de 2009 a 2.629 médicos relacionados con el control de la hipertensión, procedentes de España, Francia, Italia, Bélgica, Alemania y Turquía. Este trabajo, realizado con la colaboración de Daiichi Sankyo, ha sido presentado esta semana en XX Congreso Europeo de la ESH, que concluyó ayer en Oslo.
Objetivo de 140/90 mHg
En concreto, según este trabajo, el 76% de estos médicos, entre los que se encuentran desde internistas o cardiólogos hasta profesionales de la atención primaria, considera que los objetivos para controlar la presión arterial marcados por las guías europeas del área (140/90 mHg) y aquellos que se consideran niveles preocupantes (149/92 mmHg) son ‘adecuados’. De hecho, el 5% de los encuestados cree que deberían ser más exigentes las recomendaciones en este campo.
Sin embargo, reconocen que, de media, el 47% de sus pacientes incumple los estándares de estas guías para mantener una adecuada presión arterial y que, en la práctica diaria, sólo consideran ‘preocupante’ la situación y comienzan a actuar -con consejos sobre hábitos de vida o fármacos- cuando el paciente supera con creces los límites recomendados y llega a los 168/100 mmHg.
De hecho, el 29% de estos facultativos prefiere no tomar medidas cuando el paciente supera los máximos recomendados de presión sistólica, mientras que el 15% por ciento cuando se rebasan los límites de una adecuada presión diastólica.
“Saben qué hacer, pero no actúan”
A la hora de tomar medidas contra la hipertensión, el 21% de los pacientes recibe sólo consejos sobre su estilo de vida; el 30% sólo monoterapia con antihipertensivos y sólo el 35% y el 27%, respectivamente, una combinación de varias pastillas o una única píldora combinada. Según este trabajo, el 51% de los médicos encuestados estaba sujeto a limitaciones en la prescripción de fármacos.
Según el profesor Josep Redon, del Departamento de Medicina Interna del Hospital Clínico de Valencia y vicepresidente de la Sociedad Europea de Hipertensión, estos datos demuestran que, frente a un paciente con una presión no controlada según las guías “los médicos saben qué hay que hacer pero no actúan por diferentes razones”.
A su juicio, aunque las motivaciones de los facultativos para no actuar tienen “un alto componente subjetivo”, en el caso de España el problema podría estar en la falta de tiempo que tienen los médicos y en el hecho de que, muchas veces, el médico “no se cree” los resultados de tensión que ha medido en un paciente y lo achaca al denominado ‘efecto bata blanca’, por el que un individuo puede ponerse nervioso en una consulta y alterar, por este motivo, los resultados de una prueba.
El experto considera que, en España, sólo el 35% de los pacientes hipertensos está bien controlado, a pesar de que mejorar este parámetro reduciría la morbilidad y la mortalidad por enfermedad cardiovascular.
Para resolver esta situación, el profesor Redón recomienda invertir en “educar al paciente” para que sea él mismo quien cuide su salud, en especial en lo que se refiere a enfermedades crónicas; apostar por los equipos multidisciplinares en la atención al paciente hipertenso y simplificar los tratamientos con el uso de terapias combinadas.
(Fuente: www.jano.es)
Un proyecto internacional de 37 millones de dólares entre importantes centros de investigación de Estados Unidos, Gran Bretaña y África quiere aplicar la revolución genética a un continente que hasta ahora no se ha beneficiado de los últimos avances de la medicina.La iniciativa, llamada “Herencia Humana y Salud en África”, o “H3África”, usará técnicas genéticas desarrolladas en Occidente para explorar las raíces de la vida humana en poblaciones que portan los patrones genéticos más antiguos y diversos del mundo.
Los fundadores del plan dicen que 10 años después del primer mapeo del genoma humano, todo lo que los científicos puedan aprender acerca de las variaciones genéticas y las enfermedades en esa región tendrá relevancia internacional.
“África es la cuna de la humanidad, por eso, las cosas que aprendamos allí indudablemente tendrán amplias implicancias para las personas de todo el planeta”, dijo Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por su sigla en inglés).
Pero la idea es también liberar al continente de lo que algunos describen como “colonialismo científico”, e intentar detener una fuga de cerebros de investigadores que tendieron a abandonar sus lugares de origen para estudiar las visicitudes de su salud desde lejos.
Bongani Mayosi, jefe del departamento de medicina de la Universidad de Ciudad del Cabo, señaló que el proyecto representa “un cambio, muy importante en el modo en que se hace ciencia en África”.
“Hasta ahora, hemos estado operando de modo casi colonial, haciendo silencio, con personas de afuera de África que vienen a recolectar muestras y luego las procesan y las publican en documentos en el exterior”, dijo Mayosi en una rueda informativa en Londres, donde se explicó el proyecto.
“Lo diferente de esta iniciativa es que busca hacer ciencia en este continente, por africanos y para africanos”, agregó.
Con 25 millones de dólares de los NIH y 12 millones de dólares de la fundación benéfica Wellcome Trust, basada en Londres, “H3África” planea generar capacidades en los países carentes de conocimiento, para que los científicos africanos puedan en el futuro conducir grandes y sólidos estudios entre sus propias poblaciones.
Los investigadores ayudarán a crear “bancos biológicos” para recolectar ADN e información médica de cientos de miles de africanos, a fin de que los expertos puedan analizar las relaciones entre los genes y las enfermedades.
El proyecto también contempla construir centros de investigación local y usar pruebas y tecnologías de secuenciamiento para hallar cambios genéticos que puedan contribuir a provocar ciertas dolencias.
Algunos estudios se centrarán en el rol de los genes en las enfermedades más dañinas de África, como el paludismo, la tuberculosis y el VIH/sida, mientras que otros analizarán condiciones como la hipertensión arterial, la enfermedad cardíaca y el accidente cerebrovascular, que se están expandiendo en las poblaciones africanas.
Pese a los enormes problemas generados por las enfermedades infecciosas, África está rezagada en la investigación de salud: un reporte de Thomson Reuters <TRI.TO> en abril halló que su contribución al cuerpo mundial de evidencia científica es muy pequeño y no es de gran ayuda para las poblaciones locales.
(Fuente: Reuters)
Solo otros cinco hospitales españoles han logrado este sello de calidad.
La Unidad de Hipertensión Arterial del hospital Infanta Cristina ha sido reconocida como Centro de Excelencia Europeo por la labor que desarrolla tanto en el ámbito asistencial como en el investigador y docente.
El título se lo ha concedido la Sociedad Europea de Hipertensión y es el sexto que otorga en España. “Es como si fuéramos el sexto restaurante que recibe la tercera estrella Michelín”, compara el encargado de la unidad, el doctor Nicolás Roberto Robles.
Hasta ahora solo habían logrado este sello de calidad –que se otorga desde hace 5 años– las dos unidades del hospital 12 de Octubre y Clínico de Madrid, otras dos del de Valencia y la del Clínico de Barcelona. En toda Europa, apenas hay un centenar de hospitales con este título.
Para poder ostentar este reconocimiento es necesario cumplir una serie de requisitos tanto en el número de pacientes vistos como el de pruebas y protocolos realizados, así como la acreditación en la actividad científica y docente.
Este sello de calidad no lleva aparejada ninguna compensación que no sea la de distinguir el trabajo que se lleva a cabo en la unidad, aunque Nicolás Roberto Robles consideró que “un diploma con tanta significación y tan importante” puede “ayudar un poco” a la hora de solicitar becas para continuar con la investigación. “Pero nos basta con la honrilla”, bromeó.
Este título no es para siempre. Cada cinco años se revisa y la Sociedad Europea de Hipertensión decide si se renueva o no. “Tiene que comprobar que la unidad sigue funcionando bien, es pesado para nosotros, pero lógico y bueno para todos”, apuntó.
Por la Unidad de Hipertensión Arterial del Infanta Cristina, fundada en 1993 e integrada por cuatro profesionales, pasan anualmente entre 150 y 200 pacientes. En Extremadura, el 35% de la población padece hipertensión –similar a la media nacional– y se estima que al menos un 10% puede necesitar a lo largo de su vida visitar esta unidad, donde se tratan los casos más complejos.
En la actualidad, la unidad que dirige Nicolás Roberto Robles tiene en marcha, entre otras investigaciones, un estudio para determinar la incidencia de la microalbuminuria –pérdida de pequeñas cantidades de albúmina por la orina– en Extremadura. Además, está utilizando un método novedoso para medir la rigidez de las arterias y pendiente de que a lo largo de este mes se incorpore un aparato de presión arterial central, que permitirá medir la presión del paciente en la aorta y no en el pulso. “Llevamos intentando muchos años conseguirlo y hasta ahora no ha sido posible”.
(Fuente: elperiodicoextremadura.com)
Un nuevo descubrimiento acerca de la relación entre la diabetes mellitus y la obesidad podría ayudar a las compañías farmacéuticas a diseñar versiones más seguras de fármacos como Avandia, de Glaxo, dijeron investigadores estadounidenses.
Los expertos creían que Avandia y Actos, de Takeda Pharmaceutical Co, funcionaban estimulando una proteína conocida como PPAR-gamma.
Ahora especialistas señalaron que los fármacos también actúan en la resistencia a la insulina desarrollada por los diabéticos, pero mediante un camino diferente. Por eso, piensan que sería posible ajustar los medicamentos de esta clase para superar algunos de sus efectos secundarios.
“Nuestros resultados sugieren fuertemente que los buenos y malos efectos (…) pueden separarse diseñando fármacos de segunda generación que se centren en el mecanismo recientemente descubierto”, dijo Bruce Spiegelman, del Instituto del Cáncer Dana-Farber, en Boston, que trabajó en el estudio publicado en la revista Nature.
Avandia y Actos, conocidos genéricamente como rosiglitazone y pioglitazone, son muy usados para compensar los cambios relacionados con la obesidad en la respuesta de una persona a la insulina, que lleva a la diabetes mellitus.
Ambos fármacos aumentan el riesgo de fracturas y falla cardíaca y varios reportes asociaron a Avandia con una mayor probabilidad de sufrir infartos y accidentes cerebrovasculares.
Este mes, un panel asesor de la Administración Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) halló datos que plantearon dudas en relación a los riesgos cardíacos relacionados con Avandia, pero no fueron suficientes para ordenar su retiro del mercado.
Los fármacos actúan sobre una proteína llamada PPAR-gamma, hallada mayoritariamente en las células de grasa, que regula los genes involucrados en la respuesta del cuerpo a la insulina.
Los científicos creían que los medicamentos funcionaban estimulando esta proteína, haciendo que aumentara la actividad de algunos genes y afectara la de otros.
Los expertos de Dana-Farber y un equipo del Instituto de Investigación The Scripps ahora creen que los fármacos funcionan de forma diferente.
En estudios sobre ratones obesos, hallaron que la obesidad activa un cambio molecular llamado cdk5, que causa una modificación química en PPAR-gamma, desatando la resistencia a la insulina y aumentando los niveles de azúcar en la sangre.
Luego de hacer estudios en células y en un tubo de ensayo, detectaron que Avandia y Actos bloquean cambios en cdk5, además de estimular la proteína PPAR-gamma.
“Eso sugirió un modelo completamente nuevo para el funcionamiento de estos fármacos”, dijo Spiegelman en una entrevista telefónica.
El especialista cree que los laboratorios podrían diseñar fármacos más selectivos para la diabetes mellitus en vez de tratar la resistencia a la insulina sin estimular la proteína PPAR-gamma, que Spiegelman considera responsable de los efectos secundarios de Actos y Avandia.
(Fuente: Reuters – Tomado de Medisur).
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