El fin del cólera puede estar cerca
Las salas, que en la temporada de lluvias se extienden con tiendas sobre el estacionamiento, contienen largas filas de “catres de cólera”. Hay una sábana de plástico con un hoyo en el centro sobre cada catre. Una cubeta ubicada debajo del hoyo recibe la diarrea, mientras que otra junto al catre sirve para recolectar el vómito. Un poste de intravenosas (IV) completa el sistema.
Las salas del ICDDR,B contienen largas filas de “catres de cólera”. Hay una sábana de plástico sobre cada estructura de metal o madera, la cual tiene un hoyo en el centro. Una cubeta debajo del hoyo recibe la diarrea, mientras que otra junto al catre se llena con el vómito. Un poste IV completa el sistema. Por lo general, los únicos pacientes que pasan mucho tiempo en el hospital son los bebés con desnutrición.
Contra lo esperado, la sala solo huele al antiséptico con el que se trapean los pisos. Todo el tiempo llegan pacientes con diarrea líquida grave, muchos de ellos cargados (laxos, deshidratados y apenas conscientes) por familiares o amigos. Una enfermera los revisa uno por uno de inmediato, y a los moribundos se les inserta un tubo IV a los 30 segundos.
La solución intravenosa contiene una mezcla de glucosa, electrolitos y agua. El cólera provoca que los intestinos se descarguen violentamente, pero en realidad no daña las células intestinales. Si los líquidos se reponen y la bacteria se expulsa o se mata con antibióticos, el paciente suele recuperarse.
En horas, los enfermos comienzan a revivir. Tan pronto como pueden tragar, se les da un antibiótico y comienzan a tomar una solución rehidratante. La mayoría ya camina al día siguiente. Las técnicas perfeccionadas aquí son tan eficaces que durante la década pasada el ICDDR,B ha enviado equipos de capacitación a 17 sitios donde hubo brotes de cólera.
Los bebés se quedan hasta por un mes en el ICDDR,B con sus madres, a quienes se les enseña a cocinar papillas nutritivas.
Por lo general, los únicos pacientes que se quedan mucho tiempo en el hospital son bebés con cuadros graves de desnutrición que podrían morir si sufren otro episodio de diarrea. Viven hasta por un mes con sus madres en una sala separada; a ellas se les enseña a cocinar papillas nutritivas con ingredientes baratos como lentejas, calabazas, cebollas, hojas verdes y aceite.
Solo aproximadamente el 20 % de los pacientes del centro tienen cólera. El resto por lo general tienen rotavirus, salmonela o E. coli. La misma terapia les sirve a todos, pero los casos de cólera son los más urgentes porque esos pacientes corren peligro de muerte.
“Pensé que me estaba muriendo”, dijo Mohammed Mubarak, un demacrado trabajador de imprenta de 26 años, una tarde desde su catre. Sus compañeros de cuarto lo habían llevado ese día a las siete de la mañana, inconsciente y casi sin pulso.
Después de recibir seis litros de solución intravenosa, todavía estaba débil pero ya podía sentarse, beber la solución rehidratante y comer pedacitos de pan y plátano.
“Sus evacuaciones están pasando de verse como agua de arroz a verde, así que está recuperándose”, dijo Momtaz Begun, la enfermera de la sala que monitorea las cubetas y se asegura de que los pacientes ingieran tanto líquido como el que pierden.
Mubarak había comenzado a sentirse enfermo aproximadamente a las dos de la mañana, unas cuantas horas después de haber tomado agua del grifo con la cena. “Por lo general, tomo agua segura, filtrada”, explicó. “Pero anoche tomé agua de la llave. Creo que fue eso lo que me puso así”.
El cólera, nacido en los pantanos, llegó hace mucho tiempo a Dacca. La ciudad es el hogar de más de 15 millones de personas y un tercio de la población vive en barrios pobres. En algunos lugares las pipas de agua de plástico elástico son agujereadas por conexiones ilegales que introducen aguas residuales de las alcantarillas que atraviesan por lo que transportan los patógenos a nuevas víctimas, como Mubarak.
Korail, un barrio pobre de Dacca. En algunos de estos vecindarios, las pipas de agua absorben aguas residuales de las alcantarillas. El cólera es una amenaza constante para cientos de millones de personas que carecen de agua potable en China, India, Nigeria y muchos otros países.
La Vibrio cholerae se transmite de persona a persona a través de las heces fecales. En 1854, el epidemiólogo John Snow se hizo famoso por rastrear casos hasta un único pozo excavado cerca de una fosa séptica, donde una madre había lavado el pañal de un bebé que murió de cólera, y convencer a los funcionarios de quitar la palanca para bombear el pozo.
Puesto que el cólera representa una amenaza constante para cientos de millones de personas que carecen de agua potable en China, India, Nigeria y muchos otros países, durante mucho tiempo los científicos han buscado un arma mucho más potente: una vacuna barata y eficaz. Ahora la tienen.
Prevención de una plaga
Las vacunas contra el cólera se inventaron en el siglo XIX y eran un requisito para ingresar a algunos países. Sin embargo, muchos científicos sospechaban que no funcionaban y, en la década de 1970, los estudios supervisados por el ICDDR,B lo confirmaron.
En los años ochenta, el científico suizo, Jan Holmgren, inventó una vacuna oral que funcionaba en el 85 % de los casos. Sin embargo, hacerla era costoso y tenía que tomarse con un vaso grande de una solución amortiguadora para protegerla de los ácidos gástricos.
Transportar tanques de esa solución era poco práctico. Para empeorar las cosas, la vacuna era burbujeante y los niños pobres de Bangladés que nunca habían probado una soda la escupían en cuanto sentían cosquillas en la nariz.
En 1986, Dang Duc Trach, un científico vietnamita, le pidió la fórmula pues pensaba que podía preparar una versión que no requiriera la solución amortiguadora. Holmgren y John D. Clemens, un experto estadounidense en vacunas que en ese momento era científico investigador del ICDDR,B, se la proporcionaron.
“No es una vacuna elegante; solo es un montón de células muertas, el tipo de tecnología usada desde Louis Pasteur”, dijo Clemens, quien ahora es director ejecutivo del ICDDR,B.
Él y Holmgren perdieron contacto con Dang, en gran medida por el aislamiento de Vietnam en ese entonces. Sin embargo, siete años después, Dang les notificó que ya tenía una nueva versión de la vacuna. La había probado en 70 000 habitantes de Hue, en la región central de Vietnam, y tenía una efectividad del 60 %.
Aunque la suya no era tan eficaz como la de Holmgren, costaba solo 25 centavos de dólar por dosis. Si el número suficiente de gente en una zona determinada puede hacerse inmune a través de la vacunación, los brotes a menudo se detienen de manera espontánea.