Día Internacional de las Enfermeras
Cada 12 de mayo se celebra en todo el planeta el Día Internacional de las Enfermeras en homenaje a la británica Florence Nightingale, nacida en esa fecha pero del año 1820, y considerada ejemplo de abnegación, madre de la enfermería moderna y fundadora de la primera escuela de enfermería del mundo.
En 1820, durante un viaje a Italia que realizaban sus padres, nació esta niña a la que nombraron Florencia por la ciudad en la que vio la luz primera. Con el decursar de los años creció y se educó en Inglaterra con notables conocimientos en literatura, música, matemáticas, dibujo, arte y manualidades, y lo único que se esperaba de ella era un buen matrimonio y entera dedicación a su casa y su familia. Sin embargo, muy pronto brotó en Florence su vocación humanista. Cuando contaba apenas 17 años, empezó a visitar las viviendas de personas pobres y enfermas tratando de apoyarlas y mitigar sus penas, conducta no bien vista por sus padres, ya que la joven prefería conversar con los desprotegidos que acudir a fiestas y reuniones de sociedad.
Años más tarde intentó trabajar como enfermera, pero su familia se opuso en reiteradas ocasiones; esta profesión se asociaba con las mujeres de clase trabajadora. Florence fue rechazando uno tras otro a sus pretendientes, hasta que logró convencer a sus progenitores de que no iba a cejar en su vocación por la enfermería. Su padre, casado entonces con otra mujer, la inscribió en los mejores colegios de Inglaterra y otros países, así estudió en el Instituto de San Vicente de Paúl en Alejandría, Egipto y después en el Instituto para Diaconisas Protestantes de Kaiserswerth, Alemania.
La dama de la lámpara
El aire de leyenda que acompaña la figura de Florence Nightingale comenzó a raíz del estallido de la guerra franco rusa en Crimea, en el año 1854. Tras escuchar noticias acerca de las deficientes condiciones sanitarias que imperaban en el Hospital de Üsküdar, ella envió una carta al secretario de guerra británico ofreciendo sus servicios como voluntaria. Al recibir una respuesta afirmativa, emprendió el viaje acompañada de 38 enfermeras voluntarias que había reclutado y se presentó en los campos de batalla: era la primera vez que se permitía la entrada de personal femenino en el ejército británico. Ya en Crimea pudo constatar el deplorable estado en el que se encontraban los soldados hospitalizados: catres amontonados, higiene deplorable, mala comida y medicinas insuficientes.
Surgió entonces la leyenda de “La Dama de la lámpara” o “El ángel de los tullidos” pues Florence, acompañada por una lámpara y por un búho domesticado en el bolsillo, solía realizar interminables rondas nocturnas entre los heridos curándolos y brindándoles ánimo.