Visión enfermera del VIH-SIDA 30 años después
“Nuestro trabajo de enfermería es hacer educación. Promovemos una conducta sexual saludable. También hacemos seguimiento de los tratamientos que ahora son muy eficaces. Hay que hacer mucha campaña para evitar el VIH porque lo ven ya como una enfermedad crónica y nos hemos dejado un poco. Ahora vienen chicos jóvenes que no se atreven a decir que son seropositivos, los tratamientos los toman a escondidas y apenas hablan de ello con nadie. Esta es la realidad de una enfermedad muy estigmatizada”
Así resume Blanca Arribas, enfermera del Hospital de Día del VIH-Sida del hospital La Paz de Madrid, la situación que se vive en torno a una enfermedad que ha dejado de ser mortal, ante la que todos hemos bajado la guardia pero que sigue marcando las vidas de los afectados como lo hiciera hace tres décadas cuando comenzó la epidemia. Hace unos años “lo que más nos preocupaba a los médicos y a las enfermeras era cómo hacían el tratamiento porque los pacientes dejaban de cumplirlos por efectos secundarios como la leucodistrofia”
Del primer antiretroviural, el AZT, a la combinación de Tratamientos Antiretrovirales de Gran Actividad “TARGA” , allá por el año 1996, la medicina ha conseguido vencer una enfermedad mortal para convertirla en crónica. Es, en opinión de muchos expertos, la intervención médica contra un agente infeccioso que ha tenido más éxito en los últimos 30 años. Desde mediados de la década de los 90, las curvas de mortalidad por SIDA en los países donde el uso de TARGA es posible, han descendido muy significativamente, como lo ha hecho el número de hospitalizaciones por complicaciones asociadas al SIDA y el número de nuevos diagnósticos de SIDA en sí mismo. “Ese es el mensaje que no nos cansamos de decirles –apunta Blanca con una leve sonrisa–, que es una enfermedad crónica si toman los fármacos, que pueden hacer una vida absolutamente normal, que pueden tener hijos sanos y que nos importa su calidad de vida. Las enfermeras ahora nos centramos en eso. Actuamos sobre el tabaquismo, la obesidad, su calidad de vida sexual, la alimentación, el control de posibles daños renales o hepáticos como consecuencia de los tratamientos”. [Por: Alipio Gutiérrez]
Fuente: Diario enfermero 1/12/2015
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