La homosexualidad en la historia
Nadie sabe exactamente cómo la homosexualidad entró en la historia humana. Yo imagino que las prácticas relacionadas con la atracción erótica entre personas del mismo género han estado presentes desde el amanecer de la humanidad. Los registros más tempranos de conducta homosexual parecen encontrarse en las prácticas religiosas paganas de la antigüedad, pues algunos paganos incluían prácticas homosexuales en el culto a determinados dioses. Si el uso de estas prácticas en el culto se debía a que la homosexualidad era algo habitual en sus sociedades, o si fue el culto el que introdujo las prácticas homosexuales en la sociedad, es algo imposible de determinar, aunque algunas interpretaciones de las escrituras de Pablo defienden esta última versión.
Los seres humanos comenzaron a adorar a muchos dioses muy temprano en la historia humana. Estos dioses tempranos frecuentemente se asociaban con la fertilidad, la agricultura y la guerra. Una de las diosas de los asirios -que se expandirían después por el área conocida como Canaan- era la diosa Asherah, que era adorada como la diosa de la fertilidad. A menudo el culto de esta diosa incluía orgías y prácticas sexuales. Asherah era adorada en forma de un árbol con muchos pechos femeninos tallados en el tronco, y estos árboles constituían el centro de un bosque donde el culto se llevaba a cabo. Se podía invocar o aplacar a la diosa para adquirir fertilidad para sí mismo, la tribu o el clan.
Cuando el politeísmo -el culto a muchos dioses- dominaba la Tierra, los dioses podían ser tanto varones como hembras. No se consideraba que estos dioses eran infalibles o todopoderosos como en el concepto cristiano de Dios. A menudo eran muy parecidos a las personas, con deseos individuales y capaces de equivocarse. Se creía que los dioses tenían sexo entre sí y que procreaban. Quienes practicaban estas religiones con frecuencia sentían que la ira de los dioses tenía que ser aplacada para que la tribu sobreviviera. Tener sexo con un dios -como parte del culto, o para que las cosechas, los animales o los humanos fueran fértiles- era una extensión lógica del concepto de politeísmo. Puesto que el sexo se requería para la fertilidad humana, tener sexo con un dios era algo crucial y benéfico.
Culto fálico
Tammuz era la deidad de los fenicios asociada con el Adonis de los griegos. Era el marido de Ishtar, conocida también como Asherah por los semitas y Afrodita por los griegos. Los seguidores del culto creían que Tammuz era un hermoso pastor que fue asesinado por una bestia salvaje. El anhelo de su esposa por recuperarlo, la llevó a entrar en el Averno para rescatarlo de la muerte. Su culto se identifica con columnas, similares a los Tótem de los americanos nativos, que servían como símbolos fálicos o réplicas del pene. Este culto era sumamente sexual en sus prácticas. Tahmuz volvía del Averno todas las primaveras y regresaba allá en el invierno, por lo que las orgías primaverales se asociaban con la siembra que provocaría una cosecha dadivosa, y en por lo menos una cultura su culto incluía actividades homosexuales. En nuestros días, el nombre de Adonis se asocia con la literatura erótica de la comunidad homosexual. Su cuerpo, supuestamente perfecto, se promueve a veces como un ideal que puede tomar dimensiones divinas.
El dios griego Dionisio era adorado y seguido por hombres conocidos como Sátiros, que siempre son representados con un pene erecto. Un dios del oriente, Shiva, de la India, se adora con un linga largo, o vara fálica. Se dice que Shiva entró en los bosques para mirar a los hombres mientras jugaban, por lo que ellos lo cogieron y cortaron su pene. Una vez que comprendieron que era un dios, para refrenar la ira de Shiva reemplazaron su pene con uno artificial. Un dios babilónico se llamaba Baal. El nombre literalmente significa «poseedor», pero vino a ser traducido como «señor» en referencia al dueño de un pedazo particular de tierra. Baal tomó muchas formas a lo largo de los años. Originalmente era adorado como el dios del sol. Se creía, por consiguiente, que era tanto benévolo -cuando hacía a las cosechas crecer- como cruel -cuando secaba la tierra con su calor. Debido al obvio poder e influencia de este dios, aquellos que creían en él tenían que aplacar su enojo continuamente, y, para poder mantener sus vidas, pasaban la existencia en un equilibrio delicado entre temor y admiración. Los varios dioses asociados a Baal tenían su lugar al lado de Asherah, su colega hembra. A menudo, el culto de Baal incluía una pértiga, o símbolo fálico, en los rituales.
Cuando los antiguos babilonios ganaron influencia -quizás tan tempranamente como en el año 8000 a.C.- extendieron su religión. Las ciudades babilónicas incluían torres, o Ziggurats, que servían para muchos propósitos prácticos y religiosos. Estas torres eran estratégicas en la defensa de la ciudad. También servían como puntos de observación de las estrellas para su estudio científico o por su importancia religiosa. Un propósito adicional de estas torres era servir como altares. La torre de Babilonia supuestamente tenía estatuas de oro de los dioses y en la cima un banco dorado para el culto sexual.
Los Ziggurat parecen haber sido abundantes en los días de influencia de la Babilonia antigua. Servían además como símbolos fálicos. Los rituales antiguos en tales torres incluían la masturbación, para permitir al hombre derramar su semen en la tierra. Como la semilla es sembrada en la tierra, se veía a la tierra como hembra, y, por consiguiente, se invocaban dioses masculinos para fecundarla.
Uno de los Ziggurats más famosos -y el mejor hallazgo arqueológico de esta clase- está en Ur de los antiguos Caldeos, casa del patriarca Abraham. El padre de Abraham había sido un fabricante de ídolos en ese pueblo prominente. Fue Abraham quien se separó de los politeístas e inició el monoteísmo (el culto a un solo Dios). Abraham es venerado como el padre de la fe por los judíos, el Islam y la Cristiandad. Abraham era un monoteísta devoto y sus descendientes lucharon con el politeísmo por muchas generaciones.
Las torres, pértigas y varas se incluían en muchas formas de práctica religiosa y se asocian con el pene para deificar la masculinidad. Torres similares a las de los templos babilónicos se encontraban también en el antiguo Egipto, y las pirámides ciertamente tienen una importancia religiosa. La cultura maya en América del Norte es desconocida en su mayor parte, pero su cultura ciertamente incluía tales torres. En el panteísmo y el animismo, como es el caso de las culturas de los antiguos nativos americanos, se adoraban columnas de tótem obviamente fálicas, como parte del culto a la Naturaleza-dios.
Resulta interesante observar que las torres fálicas han sobrevivido hasta nuestros días. Las distintas órdenes masónicas erigen torres como monumentos. May Day es una fiesta en las islas británicas donde un poste fálico se decora con serpentinas y se colorea, para realizar un baile festivo alrededor; este rito de primavera se conecta directamente con prácticas de fertilidad antiguas que buscan la bendición del dios sobre las cosechas. Como los obeliscos egipcios pertenecen a la misma categoría, hay una torre fálica en la Plaza del Vaticano en Roma. El significado puede haber cambiado con los años, pero estos símbolos de culto al varón todavía existen.
Más hombría para el dios-macho
Probablemente las prácticas adicionales homosexuales se volvieron parte del culto politeísta como sucesoras de la masturbación. La evidencia sugiere que, para facilitar la masturbación, los sacerdotes paganos estimulaban oralmente a los fieles en los cultos antiguos del Oriente Medio. Si uno creía que al tener sexo con un dios se atraía la fertilidad, era fácil también creer que, si un hombre aportaba su propia masculinidad a un dios varón a través de su semen, la fertilidad se multiplicaría aún más (a esto habría que acotar que los dioses masculinos eran quienes plantaban las semillas y, por lo tanto, algunas personas los veían como más productivos que las diosas). Por eso, cuando un hombre penetraba a otro hombre en el altar, al verter su semen agregaba más poder masculino a los dioses. Así, con la fuerza adicional generada por la semilla de muchos hombres, el dios podría asegurar una cosecha dadivosa, una manada mayor y muchos niños para cuidar el campo.
Esta práctica no sólo formaba parte del culto pagano, sino que también era un medio de ganar dinero para el templo. Los catamitas -muchachos y hombres que eran usados exclusivamente para el sexo anal pasivo- empezaron a servir en los templos. Uno debe preguntarse si a veces estos muchachos eran forzados a este tipo de contacto sexual por las circunstancias económicas, igual que sus colegas femeninas. Las mujeres a menudo sólo podían sobrevivir gracias a la prostitución, dado que no se les permitía tener ninguna herencia; los muchachos huérfanos pueden haberse encontrado en la misma encrucijada. En todo caso, desde una fecha muy temprana en la historia humana, se usó la prostitución, masculina y femenina, tanto para recolectar fondos para el culto, como para garantizar la subsistencia individual.
Homosexualidad en la Grecia antigua
A menudo, a la cultura griega se le promueve como la cultura que más ha aceptado la homosexualidad. Hasta cierto punto esto puede ser cierto. Los griegos desarrollaron una actitud hedonística hacia el cuerpo humano y la sexualidad. Aunque nosotros podemos pensar hoy que el hedonismo es lujurioso, los filósofos griegos escribieron sobre el hedonismo en términos mucho más entusiastas. Ellos creían que el cuerpo humano desnudo, tanto el de los varones como el de las hembras, era algo digno de respeto y admiración. Se enorgullecían de la forma física. La desnudez pública no sólo era tolerada, sino a menudo fomentada.
El arte y la estatuaria de los griegos antiguos reflejan este amor por el cuerpo, particularmente por el cuerpo masculino. Un rasgo negativo de esta actitud es que aquellos niños que estaban impedidos o eran poco atractivos, a menudo eran abandonados para que murieran y se ofrecían en sacrificio a un dios. No era raro que los hombres hiciesen un comentario sobre el atractivo de otros hombres, o que expresaran afecto entre ellos. Al menos parte de la razón de esta fascinación con el atractivo físico y el sexo es que los griegos desarrollaron una sociedad que les permitía mucho tiempo libre, donde no se les exigía que trabajaran constantemente para sobrevivir. Blumenfeld y Raymond escribieron: Igualmente, la actitud griega hacia el sexo era, en su mayor parte, neutral. Y, aunque probablemente se desanimaba la homosexualidad exclusiva como amenaza a la familia, era ampliamente tolerada en el caso de hombres mayores que ya habían tenido niños y en los jóvenes antes del matrimonio. (Blumenfeld y Raymond 1988, 155)
La milicia griega creía que la homosexualidad creaba un sentido de camaradería. Con frecuencia se creía que una persona lucharía más duramente para proteger a su unidad, si dentro de esa unidad tenía un amante o amantes. A esta forma única de crear lazos masculinos atribuyen algunos la grandeza del poderío militar griego. A pesar de tal estímulo a las prácticas homosexuales, la realidad era diferente en el caso de aquellos que únicamente cumplían una función pasiva en el sexo anal. Se creía que estaban contaminados y que se hacían parecidos a las mujeres. Por consiguiente, se les expulsaba del servicio como indignos de confianza.
Ser exclusivamente homosexual representaba un problema mayor. Aunque los griegos reconocían la pasión y la atracción erótica por ambos sexos, no eran tolerantes con aquellos que no sentían ninguna pasión por las mujeres. Esto podía muy bien deberse al reconocimiento de que los miembros de la sociedad deben reproducirse para que la sociedad sobreviva, y la unión de un hombre y una mujer es requisito para dicha reproducción. Después de la edad de diecinueve años se esperaba que un joven se casara y estableciera una familia. Aquellos que no lo hacían, o continuaban comprometidos exclusivamente en relaciones homosexuales, estaban sujetos al ridículo o a algo peor. Además, si los hombres se limitaban a cumplir un papel sexual pasivo se les criticaba y, a veces, se les trataba severamente… La violación de un muchacho libre (ninguna sanción similar existía en el caso de la violación de un esclavo) se castigaba duramente y la prostitución masculina (de nuevo, en el caso de los ciudadanos) se condenaba con severidad”. (Ibid. 157-158)
La sociedad griega consideraba a la actividad homosexual como algo negativo únicamente cuando era exclusiva o se relacionaba con la prostitución de un ciudadano. En casi todos los otros casos, la conducta homosexual era considerada una práctica aceptable. Simplemente era una manera de disfrutar la belleza y maravilla de los cuerpos masculinos que tanto reverenciaban.
La actitud hacia la familia y la educación también pudo jugar un papel en la actitud hacia la homosexualidad. La familia era considerada la base de la reproducción. A las mujeres se les restringía su actividad sexual porque era necesario que parieran niños. En cambio, los hombres podían tener sexo libremente con mujeres u hombres, siempre y cuando cumplieran su obligación social de reproducirse.
Además, no se veía a los padres como el agente primario de socialización y, con frecuencia, se consideraba que las madres sólo eran útiles para alimentar y cuidar a los niños. El Estado jugaba el rol más importante respecto de la crianza infantil. La educación era responsabilidad de los maestros y filósofos. Se excluía a las muchachas del sistema de educación, que estaba diseñado para enseñarles a los muchachos cómo ser hombres. Se esperaba que el estudiante respetara y admirara a su maestro, y que el maestro ganara la devoción y el afecto de su estudiante. Por consiguiente, la relación homosexual entre un maestro y un estudiante era considerada una valiosa parte del proceso educativo. La familia simplemente se necesitaba para la procreación.
La homosexualidad en la antigua Roma
Otra gran civilización fue la romana. Este imperio fue influenciado fuertemente por los griegos. Los dioses romanos son prácticamente iguales a los griegos excepto en que sus nombres son latinos. La influencia helenística incluía las actitudes hacia la sexualidad. Se dice que catorce de los quince primeros emperadores eran homosexuales. Durante la República, Cicerón declaró sin que nadie lo contradijera que no hay nada ilegal en el caso de un hombre que lleva a otro al campo con la intención de disfrutar de placeres eróticos. Un ciudadano podía tener sexo fácilmente con su esposa en casa, con un hombre en los baños, con una prostituta en el burdel, con un esclavo en una esquina oscura, y sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar.
Para los romanos, la evaluación moral de la sexualidad en general, y de la homosexualidad en particular, giraba alrededor de la idea de control. Uno podía disfrutar cualquier tipo de sexo siempre y cuando no se permitiera ser controlado por su compañero. Si una esposa hacía demandas a cambio del sexo, era deshonroso para un varón romano ceder ante sus deseos. Igualmente, si un hombre tenía sexo con otro hombre, no podían concederse privilegios a cambio.
Un importante punto de diferencia entre los griegos y los romanos estaba en su actitud hacia la educación. Mientras que los griegos eliminaban la responsabilidad del padre en la educación del niño, los romanos consideraban que la educación era una responsabilidad primaria de los padres. Al maestro se le veía como una extensión de la responsabilidad paternal de educar al niño, como un delegado del padre. Por consiguiente, a los maestros se les prohibió tener relaciones sexuales con los estudiantes, ya que los padres no debían tener sexo con sus propios hijos.
En el siglo VI d.C. el Imperio Romano proscribió la homosexualidad. Esto se debió en parte a la influencia de otras culturas en la Ciudad del Capitolio, pero principalmente debido a la expansión e influencia de la Cristiandad. El Cristianismo se volvió la religión de moda, y frecuentemente comprometió principios bíblicos en nombre de la conveniencia. Aquellas religiones que animaban la prostitución masculina y femenina también fueron prohibidas en el imperio.
Aunque la influencia cristiana provocó este cambio en los códigos legales, no todos en la iglesia temprana se adherían a las mismas actitudes. Según Boswell: A pesar de su retórica violenta contra la práctica homosexual, el propio San Juan Crisóstomo consideraba la atracción homosexual como algo común y constantemente yuxtaponía los deseos homosexuales y heterosexuales como dos caras de la misma moneda. Quejándose, por ejemplo, de las motivaciones pecadoras para entrar en el templo del Señor, menciona en términos de igual peligro el deseo de un hombre de ver la belleza de las mujeres o de admirar a los hombres jóvenes que frecuentan los santuarios. (Boswell 1980, 160)
Los motivos para condenar la homosexualidad generalmente se mezclaban con la condena de cualquier tipo de erotismo. Según esta teología sexual la única razón válida para el sexo estaba en la procreación. La sensualidad y el deseo sexual, en cualquiera de sus manifestaciones, se veían como un maligno “deseo de la carne”.
La dualidad humana -la doctrina de que los seres humanos consisten en dos partes, una física y una espiritual- llevó a muchos teólogos a oponerse contra cualquier tipo de sexualidad, y puso los cimientos para un supuesto sacerdocio célibe en la Iglesia Católica Romana. La visión bíblica de la dualidad humana no condena al cuerpo como algo malo en sí mismo, sino como algo que puede usarse para el mal o para el bien. Aun así, la idea antes mencionada prevaleció.
Así, Europa Occidental gradualmente cambió su actitud hacia la homosexualidad. La Iglesia Católica ganó influencia y se opuso oficialmente a la homosexualidad. Sin embargo, ciertamente esto no fue siempre practicado. Carlomagno, quien se consideraba personalmente responsable por la creación de una Europa cristiana, al parecer se conmocionó al enterarse de que algunos de los monjes de su reino eran “sodomitas”. Él suplicó a los monjes “esforzarse para alejarse de tales males” … pero ninguna legislación civil contra la homosexualidad fue promulgada. (Ibíd. 177)
La homosexualidad después de Roma
La decadencia del Imperio Romano coincide con una era de actitudes cambiantes hacia la homosexualidad. Aunque algunos piensan que el auge de la homosexualidad fue una de las razones por las cuales se derrumbó el Imperio, hay poca evidencia -si es que hay alguna- para apoyar este punto de vista. Sin embargo, una de las razones posibles para el declive creciente de la influencia latina y el levantamiento de los germanos y otros pueblos europeos fue el hecho de que los latinos no continuaron teniendo niños en una tasa creciente; a partir de este razonamiento, las restricciones respecto a la homosexualidad que tenía Grecia podrían haber ayudado a preservar la influencia latina. Las actitudes anti-homosexuales hacia el fin del imperio y la llegada de la edad media parecen haber cambiado cuando surgieron distintos estados del antiguo imperio. Mientras que la cristiandad romana sostenía oficialmente que las prácticas homosexuales eran pecadoras, poco fue hecho para dar fuerza a este código, inclusive entre los sacerdotes y monjes. Alguna evidencia sugiere que se colocaron monjes en posiciones logísticas donde el contacto homosexual habría sido difícil, si no imposible, de controlar.
La tolerancia de la homosexualidad pareció aumentar hasta aproximadamente el siglo XIII. Entonces hubo un momento en que desde el monarca hasta el plebeyo pudieron ser abiertamente homosexuales. Una relación en particular juntó al rey de Inglaterra y al de Francia en la misma cama, profesándose amor mutuo. Durante ese tiempo hubo una subcultura homosexual activa, que influenció muchas áreas de la vida social, incluyendo las artes y la iglesia.
El periodo de tolerancia había comenzado por el deseo de reunir a muchas subculturas, pero entonces llegó la Inquisición, que condenó a muerte a muchas personas, por ser sospechosas de practicar actos de sodomía o de ser homosexuales. En ese tiempo, la sodomía llegó a ser identificada con casi cualquier tipo de conducta sexual distinta a la norma, anticonvencional.
El surgimiento del intelectualismo y la Reforma protestante hicieron poco para cambiar las actitudes hacia la homosexualidad. De hecho, la Reforma trajo condenas más duras contra aquellos comprometidos en actos homosexuales. Francia castigaba la conducta homosexual con pérdida de los testículos en la primera ofensa, pérdida del pene en la segunda ofensa, y muerte en la hoguera en caso de una tercera ofensa. Henry VIII proscribió la homosexualidad en Inglaterra en 1533 con penas que iban desde la pérdida de propiedades hasta la muerte. La policía vigilaba estrechamente las Molly Houses -o burdeles de prostitución masculina-, y aquellos que las visitaban eran condenados a muerte. Esta práctica continuó hasta el siglo XVIII temprano.
En el caso del territorio que hoy conocemos como Estados Unidos, el registro más antiguo de una condena a muerte por actos homosexuales se ubica en Saint Augustine, Florida, en 1566, cuando un hombre fue ejecutado por el ejército. Los Estados Unidos mantuvieron la pena de muerte para los “sodomitas” convictos hasta aproximadamente 1779, cuando Thomas Jefferson propuso que el estado de Virginia remplazara la pena de muerte por tal crimen y la remplazara con la castración. Algunos estados norteamericanos han revisado el castigo por actos de sodomía durante los años, y se han pasado leyes que protegen a aquellos que realizan prácticas homosexuales. Por su parte, la Revolución Francesa trajo el fin de las leyes que penalizaban actos sexuales en 1810, bajo el Código Napoleónico, e Inglaterra abolió la pena de muerte por conductas homosexuales en 1861.
La historia homosexual es una historia de abuso, prejuicio, dolor y muerte.
La homosexualidad en flujo
Hay una tremenda dicotomía en la cultura moderna respecto de la homosexualidad. Por una parte, la mayoría de los políticos liberales apoyan las leyes que brindan soporte a la comunidad gay, si no en la práctica, al menos en teoría. Hay una aceptación creciente de la homosexualidad y hay un gran giro en la educación que muestra a la homosexualidad como un estilo de vida válido. Aunque, por su parte, la mayoría de los activistas homosexuales nieguen que la homosexualidad sea una alternativa, pues creen que la preferencia sexual no es algo que se elige.
Como contestación al aumento de la aceptación oficial, y debido a la histeria por el SIDA, hay un número creciente de crímenes de odio contra los homosexuales. Ni el gobierno, ni la iglesia autorizan oficialmente el abuso físico, pero existen individuos y grupos que han tomado en sus propias manos la persecución de los homosexuales. Se ve a menudo como algunos hombres son golpeados por la percepción de que son gays. Esta crueldad incluye la tortura y la muerte.
Los cristianos creyentes en la Biblia han respondido al crecimiento de la aceptación de la homosexualidad de varias maneras. La creencia de que la homosexualidad es pecado parece dominar dentro de la comunidad eclesiástica. Los cristianos evangélicos pueden ver en la aceptación social de la homosexualidad una amenaza a sus creencias. El permitir a los homosexuales trabajar en posiciones de influencia, la propagación del SIDA y otras enfermedades, la legislación que asegura a los homosexuales iguales derechos, son asuntos que provocan la exaltación de los ánimos, la retórica y las acciones políticas de base. David A. Noebel escribió en su libro La revolución homosexual: Ciertamente, el tiempo ha llegado para hacer retroceder semejante marea impía por el bien de la decencia, la moralidad, nuestros hijos y la nación, y, lo que es más importante aún, porque el Señor nos dijo que teníamos que amar el bien pero odiar el mal. Dante dijo algo así: Los puntos más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempo de crisis moral no hacen nada. (Noebel 1977, 47)
Como se ve, el miedo y el prejuicio existen en cada punto del tema homosexual. No existe duda de que muchos han sido maltratados y perseguidos por sus prácticas homosexuales. También es verdad que no todos los creyentes cristianos son intolerantes y homofóbicos. Disentir no es equivalente de perseguir. Llamar a una conducta “pecadora” no es ciertamente igual que condenar a muerte a alguien. Sin duda, necesitamos con urgencia abrir las puertas al diálogo, la comunicación y el entendimiento entre aquellos que son homosexuales y aquellos que interpretan la Biblia de un modo tal que condena las prácticas homosexuales.
Robert J. Buchanan. Revista Agenda Cultural Alma Máter. Universidad de Antioquia, Colombia. Número 79, junio 2002. ISSN 0124-0854