PSICOLOGÍA, FACTOR HUMANO Y ACCIDENTES

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Al analizar las causas que provocan los accidentes nos encontramos que éstos no son el resultado de un factor simple, sino de la implicación de muchas variables. Es pues el producto de factores como el estado del vehículo, la vía, el conductor y las condiciones ambientales. Sin embargo, no todos estos factores tienen la misma importancia ya que continuas investigaciones demuestran que el fallo humano es la principal causa de los accidentes de tráfico.

De esta manera se pone de manifiesto que depende de nosotros, como conductores, la seguridad en las carreteras. Dada la importancia del factor humano en la conducción, daremos un repaso a los factores que influyen negativamente en él:

Abuso del alcohol
Los peligros del alcohol al volante son bastante evidentes: según las estadísticas, en nuestro país más de la mitad de los accidentes tienen su origen en la ingesta de alcohol. Sus efectos repercuten tanto a nivel físico como psíquico.
Se desprende de las investigaciones, que la persona que conduce bebida, incluso a dosis muy bajas, tiene alteraciones sensoriales, sobre todo en la vista, disminución de los reflejos, dificultades de coordinación, alteraciones perceptivas y, como el alcohol es un depresor del sistema nervioso, también provoca somnolencia, fatiga… A esto se ha de añadir que el individuo que ha bebido infravalora los efectos del alcohol e incluso llega a pensar que así se conduce mejor, no es consciente de su situación y, por el contrario, se crea en él una falsa seguridad en sí mismo que le lleva a aceptar mucho más el riesgo. En ocasiones también se incrementan las conductas impulsivas y agresivas, disminuyendo así la prudencia y la responsabilidad.
No es de extrañar, pues, que se hayan rebajado las tasas de alcoholemia para poder conducir y desde 1999 sean de: 0,5grs/l en sangre (0,25mg/l en aire espirado) para conductores normales y 0,3grs/l en sangre (0,15mg/l en aire espirado) para profesionales y los que obtienen un permiso o licencia por primera vez, durante los dos primeros años.

Drogas
Se estima que en torno al 10% de los accidentes de mayor gravedad están relacionados con algún tipo de drogas. Los efectos que tien en en el conductor dependen de un complejo conjunto de variables como: la cantidad y calidad del tóxico, la edad y el estado psicofísico del consumidor, las posibles mezclas con otros productos, el tiempo de toma de la sustancia, el estado psicológico en el momento de la ingesta, la vía de ingestión y el proceso metabolizador y el tipo de sustancia o droga de que se trate.
Las capacidades que se ven más alteradas en la conducción por el consumo de drogas tienen que ver con la atención, la percepción visual, la identificación, el procesamiento de la información, la evaluación del riesgo y la consiguiente toma de decisiones y el complejo control sensoriomotor.

La velocidad
La velocidad excesiva se manifiesta como un claro factor de riesgo. Los efectos negativos más destacables: reduce el tiempo de reacción, dificulta el control del vehículo y la rectificación de la trayectoria, aumenta la violencia y el estrés del conductor y altera el funcionamiento sensorial (por ej. Disminuye el campo visual) y fisiológico (por ej. Incremento de la fatiga ya que se ha de prestar más atención).
La modificación de los límites de velocidad ha sido un tema que se ha debatido en diversas ocasiones, sin embargo las conclusiones a las que han llegado siempre los expertos es que un aumento supondría un incremento de los accidentes, su gravedad y coste.

Fatiga y sueño
Para realizar la actividad de conducir es necesario que todas nuestras capacidades psicofísicas estén en perfecto estado. La fatiga y el sueño son dos estados que repercuten negativamente en estas capacidades y por ello son dos de los fallos más importantes al conducir. Tanto la fatiga como el sueño incrementan las distracciones y disminuyen la capacidad de concentración, incrementan los tiempos de reacción (tan importantes a veces para evitar un accidente), aumentan los niveles de tensión y agresividad… Además, el sueño repercute en la fatiga visual, la gravedad de lo cual es evidente. Por ello es tan importante empezar un viaje habiendo descansado y dormido por lo menos 7 horas.

Las distracciones
Un segundo es el tiempo que transcurre, como media, desde que un conductor percibe el peligro y comienza a frenar. En ese tiempo el coche sigue rodando sin que hayamos hecho nada para impedirlo. Esa distancia, como no, depende de la velocidad que llevemos. Si en esos momentos estamos distraídos hemos de añadir dos o tres segundos más. O sea, que si vamos a 100km/h recorreremos unos 115 metros antes de empezar a frenar.
Las distracciones están causando casi un tercio de los accidentes de circulación. Acciones como encender un cigarrillo, marcar un número de teléfono, sintonizar una emisora, guardar algo en la guantera… pueden ocasionar una tragedia, pues en esos segundos dejamos de atender lo que tenemos enfrente y a veces eso es suficiente para provocar un accidente. Las distracciones más peligrosas, sin embargo, están causadas por estados emocionales (fuertes emociones de ira, ansiedad, euforia, tristeza, irritabilidad…) ya que absorben la atención que deberíamos utilizar en la tarea de conducir.

El estrés
El estrés y el manejo de vehículos están íntimamente vinculados: Por un lado, la conducción es una actividad de por sí estresante. Por otro, el estrés modula en buena medida la forma de conducir de las personas y puede ser la causa de un número considerable de accidentes. Puede ocasionar efectos negativos en el conductor como: generación de mayores niveles de hostilidad y de comportamientos competitivos; mayor tendencia a la impaciencia, a tomar decisiones arriesgadas y conducción imprudente; disminución de la concentración; y el efecto negativo que tiene el uso incontrolado de fármacos, alcohol u otras sustancias que se pueden utilizar para reducir el estrés.
Ante una situación altamente estresante podemos actuar de diferentes formas para superar el estrés:
– modificando la manera de percibir esa situación (en el caso de un atasco: “otra vez saldré con más tiempo”)
– teniendo pensamientos positivos (“no ocurre nada si llego un poco tarde”)
– desviando el pensamiento de esa situación estresante (centrando nuestra atención en la tertulia de la radio, por ejemplo.)
– hacer estiramientos y favorecer así la relajación
– respirar lenta y profundamente por la nariz y expulsar el aire por la boca varias veces

Personalidad, actitudes y factores sociales
Estos factores inciden de una manera radical y compleja en las capacidades psicofísicas de los conductores, en su percepción del riesgo, en su análisis de la situación de tráfico y en su toma de decisiones. Nos explican el porqué de esas conductas de riesgo anteriormente descritas y de ahí su importancia.
Respecto a la personalidad, no se puede decir que directamente un determinado tipo de personalidad (no enferma) lleve necesariamente un mayor riesgo a la conducción sino que el problema está en los elementos que aparecen unidos a ella, como podría ser el abuso de alcohol o el menor control de los impulsos de determinados tipos de personalidad. Como ejemplo, se puede afirmar que los sujetos muy extravertidos son más proclives a tener accidentes.
En relación a las actitudes, existen investigaciones que relacionan determinadas actitudes con el riesgo de accidente: atribuir la causalidad de los accidentes a factores que escapan del control personal; utilizar la conducción como medio para reducir la tensión psicológica, o para afirmar la autoeficacia, estatus, poder o confianza en uno mismo; evaluar positivamente la velocidad y la conducción arriesgada; buscar en la conducción sensaciones intensas.
Existen estudios que demuestran que las sociedades con índices globales de más violencia, también suelen tener más accidentes de tráfico. Nos movemos en un ambiente competitivo, agresivo, estresante… y eso se refleja en la manera en como afrontamos la conducción. No hay duda que las sociedades conducen como viven.
En definitiva, la seguridad vial recae sobre los propios usuarios de las carreteras, quienes con sus decisiones introducen al final el auténtico nivel de riesgo. Si no conducimos con prudencia y responsabilidad, de nada sirve circular por las mejores vías, en las condiciones climáticas óptimas y con el mejor coche. De hecho, es en esas buenas condiciones o circunstancias cuando somos más imprudentes: es en las carreteras más seguras donde elevamos la velocidad hasta límites peligrosísimos y es también cuando circulamos con coches que incorporan los últimos avances en seguridad cuando asumimos más riesgo (aumentamos la velocidad, disminuimos la distancia de seguridad, apuramos la frenada…). Hemos de tener siempre presente que un exceso de confianza puede traducirse en accidente.

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