El agua, un tesoro vital en las crisis humanitarias
“El agua puede llevar diferentes agentes infecciosos”
En la RDC, 55 000 personas contrajeron la enfermedad en 2017, con un balance de 1.145 muertes registradas. Fue el peor brote de cólera que había tenido el país en 20 años. Y en 2018, las cosas no mejoraron demasiado: se produjeron otros 30.000 casos más, y un total de 981 personas murieron a causa de la enfermedad. El brote, que comenzó hace ahora tres años, ha afectado a 24 de las 26 provincias del país y sigue sin estar bajo control. Y una de las principales causas es la escasez de agua, que obliga a las personas a tener que recurrir a fuentes alternativas que a menudo se encuentran contaminadas.
La epidemia llegó incluso a la capital, Kinshasa. De allí es Marie, una de las pacientes que fue atendida en el centro de tratamiento de cólera que MSF instaló en el vecindario de Camp Luka. “Me encontraba muy débil y el hospital estaba lejos de casa, así que intentamos coger un moto-taxi, pero no hubo manera; todos nos rechazaban. Mi marido tuvo que cargarme en su espalda y caminar tres kilómetros para traerme hasta aquí. Hay un mucho estigma asociado al cólera aquí en Kinshasa. Es una enfermedad que hace sentir mucha vergüenza a todo el que la sufre”.
Las mujeres, las más vulnerables en la búsqueda del agua
La lucha por conseguir agua potable tiene un impacto particular en las vidas de las mujeres, en quienes a menudo recae la tarea de ir a buscar agua a fuentes lejanas. Para abastecerse, deben hacer largos trayectos por lugares a menudo inseguros, en los que se convierten en objetivos especialmente vulnerables. De hecho, muchas de las mujeres y niñas que MSF atiende en todo el mundo tras haber sufrido un episodio de violencia sexual declaran haber sido asaltadas tras haber tenido que salir de sus pueblos o de los campos de refugiados para recoger leña y agua.
“Hay un mucho estigma asociado al cólera. Es una enfermedad que hace sentir mucha vergüenza a todo el que la sufre“
Un ejemplo que sirve para ilustrar esta tragedia, en la que la falta de acceso al agua potable pone en riesgo la seguridad y las vidas de millones de personas, tuvo lugar el año pasado en Bossangoa, una pequeña localidad de la República Centroafricana. Diez mujeres que formaban parte de un grupo más grande acudieron al hospital de MSF tras haber sufrido un ataque. Se habían reunido para ir a buscar agua y lavar ropa en el río, pensando que el hecho de estar todas juntas les haría estar más protegidas.
Sin embargo, las precauciones tomadas no les sirvieron de nada cuando fueron abordadas y secuestradas por varios hombres armados. El impacto psicológico fue tan grande que tuvieron que pasar 15 días hasta que decidieron acudir en busca de ayuda profesional. El resto de las integrantes del grupo jamás lograron reunir las fuerzas necesarias para acudir al centro médico.
Si bien la construcción de infraestructuras de agua y saneamiento no es el trabajo central de MSF, a menudo este factor resulta un elemento clave para prevenir o contener la propagación de enfermedades. Por eso, muchas de las intervenciones médicas de la organización incluyen también un componente relacionado con el acceso a agua limpia. Además, este tipo de proyectos resulta esencial para garantizar que las personas que viven en regiones afectadas por las crisis puedan acceder al agua potable y las letrinas sin arriesgar su vida, lo que al final redunda en un menor riesgo para su salud física y mental.
Los especialistas en agua y saneamiento realizan diversas actividades para garantizar que las personas tengan acceso a agua limpia y dispongan de un entorno seguro donde vivir. Estos profesionales son los que están a cargo del suministro de agua y son apoyados por promotores de salud, que son quienes se involucran con la comunidad para crear conciencia sobre buenas prácticas de higiene.
Para hacernos una idea de la importancia que ha cobrado en los últimos años este perfil de trabajador en las organizaciones humanitarias, nos remitimos a los más de 200 especialistas en agua y saneamiento que fueron enviados por MSF en 2018 a sus proyectos en todo el mundo. La organización destina más de 10 millones de euros anualmente en materiales para la instalación o mejora de instalaciones de agua y saneamiento, pero, como resalta un estudio publicado por la OMS en 2012, cada euro gastado en saneamiento constituye un ahorro de 5,50 euros en costes de salud.