Cólera y pobreza una combinación letal en África
Los brotes de cólera durante la segunda mitad de 2018 reforzaron entre políticos el criterio de que se requiere aplicar programas sanitarios preventivos más avanzados en África, donde la enfermedad es un mal recurrente.
Aunque sobresalen las labores de las dependencias nacionales para detener la expansión y disminuir en alguna medida los altos índices de mortalidad, y el suministro de millones de vacunas hecho por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pese a todo el cólera marca una pauta desfavorable en el continente.
Eso ocurre por el vínculo persistente entre la deficiente cobertura higiénico-sanitaria de la región, la pobreza que alcanza hasta lo más profundo en la mayoría de las poblaciones, la reticencia a asumir el asunto de la asistencia médica previa cuando esa en se identifica como un lujo.
Además hay otros problemas -también asociados a la subsistencia- como el elemental dilema de cómo ofrecer agua con calidad, cuando las fuentes fluviales son víctimas de la contaminación y lo cual nunca debe confundirse con planes de desarrollo multidimensional que requiere la zona para no embargarse definitivamente.
Es decir, unido a la cuestión meramente de la patología, el reto para vencerla tiene un mayor alcance, de ahí que la preocupación llegue a poner en tensión las posibilidades de responder al desafío con una reacción global orientada también a desmontar del cuadro regional otras secuelas del estancamiento.
Aquí son referencias obligadas la lucha para la erradicación del ébola y la malaria, por ejemplo, a las cuales los africanos le dedican mucha atención y sin dudas logran cierto control sobre ellas muchas veces con el apoyo internacional.
En cuanto al cólera, en síntesis, el manifiesto deterioro de la estructura higiénico-sanitaria africana y la desigualdad en la distribución de los servicios correspondientes, generan complejos escenarios para la preservación de la salud con respecto a las enfermedades curables como es la que se aborda.
En tales condiciones se impone resolver cuestiones relacionadas con los recientes brotes de la enfermedad en Nigeria, Níger, Zimbabwe, Sudán del Sur y República Democrática del Congo (RDC), en esos casos sobresale también el denominador común: exiguos servicios médicos y cantidad de profesionales que se requieren.
La presencia de la enfermedad es muy frecuente en zonas y poblaciones muy pobres, donde los vertimientos de desechos de todo tipo -incluyendo los albañales- contagian las fuentes de agua potable, con lo cual pasan a ser poco menos que canales de drenajes, focos de infestación y de muerte.
El cólera es una infección gastrointestinal aguda causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados por una bacteria (Vibrio cholerae), que provoca vómitos y diarrea, y puede resultar letal en caso de no recibir la asistencia médica prevista. Cada año ocurren entre 1,3 y cuatro millones de casos en todo el mundo, y entre 21 mil y 143 mil personas, perecen.
Según la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) hasta el 20 de septiembre en el norteño estado nigeriano de Yobe se contaron 989 sospechosos de contagios, mientras que en su vecino, Borno, el número de casos era dos mil, en total fueron tres mil 126 casos. En Nigeria 97 personas fallecieron en dos semanas por la dolencia.
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