De peatones, conductores y estrellas

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estrellas amarillas en la viaEn las principales avenidas de Bogotá se ven estrellas amarillas por todas partes. Cada una de ellas permanece indeleble en el asfalto para que todo aquel conductor o transeúnte que la vea sepa que, exactamente en ese sitio, la imprudencia se llevó otra vida: la de alguien que no pudo esquivar el exceso de velocidad de su victimario, o quizá la de un mortal desprevenido que, luego de hacer unos cálculos errados, prefirió lanzarse a la aventura de los carriles para no tener que buscar la cima del puente peatonal subiendo los 20 o 30 peldaños de la escalera.

Estas figuras, indudables y aterradoras huellas de vidas humanas, forman parte de una campaña que en julio de 2003 lanzara oficialmente el entonces alcalde mayor de la ciudad, Antanas Mockus, como una estrategia para reducir el número de peatones muertos en la capital colombiana.

Probablemente en otras ciudades de América Latina y el mundo los peatones muertos no se hagan sentir con una estrella amarilla. Pero, igual que en la concurrida Bogotá, el número de accidentes de tránsito es tan alto que para recordar a sus victimas quizá se necesitaría desenrollar miles de kilómetros de avenida y el trabajo permanente de una multitud de hacedores de estrellas.

Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 25 por ciento de las muertes debidas a todas las lesiones es el resultado fatal de los accidentes de tránsito. Según esa entidad, solamente en el año 2000, por lo menos 1,2 millones de niños, mujeres y hombres murieron en todo el mundo en hechos de esta naturaleza, y entre 20 y 50 millones de ellas sufrieron traumatismos por la misma causa.

Referencias:

 

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