Controlar presión arterial baja riesgo de demencia
Expertos en medicina interna y cardiología de Texas, señalaron que un buen control de la hipertensión arterial disminuye en 50 por ciento el riesgo de padecer demencia
senil, además de que a los hombres menores de 40 años les evita una muerte súbita.
Henry Punzi, director médico de Estudios Clínicos en el Trinity Hypertension Research Institute, alertó que registrar índices altos de lo que se conoce como ‘presión alta’
pone en peligro la vida al exponerse a sufrir accidentes cardiovasculares (ACV), como embolias e infartos cerebrales.
El médico adscrito al Departamento de Medicina Interna en el Baylor Medical Center en Carrollton, Texas, explicó que ‘el control de la presión arterial disminuye en 50 por
ciento la demencia senil, al hacer que la circulación sanguínea irrigue sin problemas al cerebro y evite la creación de coágulos que atrofian las arterias y venas lo que
provoca el ACV’.
Recordó que en México 70 por ciento de la población tiene problemas de sobrepeso y obesidad, lo que agrava el panorama de hipertensión, diabetes y colesterol que son
factores de mucho riesgo, que provocan un daño o inflamación de las arterias y disminuyen el aporte de sangre y nutrientes a los tejidos.
Por ello, también alertó sobre otro grave problema que son las demencias vasculares, debido a que al empezar a faltar irrigación al cerebro éste comienza a funcionar mal.
Otro grave riesgo es que muchos hombres menores de 40 años sufren este tipo de problemas o muerte súbita, debido que son más renuentes que las mujeres a cuidar su
salud, y por el estrés laboral y presiones económicas se dedican a trabajar, son sedentarios y consumen comida rápida o chatarra.
‘Los hombres son los más renuentes, de 24 a 54 años de edad están en grave riesgo de sufrir muerte súbita a consecuencia de la hipertensión arterial, ya que se enteran
que tienen algún problema cuando les sucede el evento cardiaco o cardiovascular’, explicó el galeno.
Sin embargo, advirtió que la enfermedad cardiovascular mata más a mujeres que a hombres porque desarrollan los problemas a mayor edad, aunque los hombres mueren
más jóvenes por estas causas.
‘Mata mucho más que el cáncer, aunque el cáncer es más emocional porque afecta a mujeres de 30 años y el infarto mata a cuatro o cinco veces más mujeres pero de
edad de 60 años o más’, puntualizó el médico.
En Estados Unidos, añadió, 480 mil mujeres mueren al año de infarto y por la misma causa fallecen 450 mil hombres, por lo que algunos expertos piensan que es un
problema de los varones y descartan que una mujer de 45 años de edad pueda tener factores de riesgo y sin tratarlas las envían a sus casas.
‘Si presenta dolor de pecho muchos médicos lo relacionan con problemas de ansiedad o episodios depresivos, cuando pueden estar en una situación de infarto o de
hipertensión, por eso se debe hacer una debida evaluación y auscultación médica y definir si tiene o no algún problema cardiovascular’, resaltó Henry Punzi.
Mencionó que de acuerdo con la Liga Mundial de Hipertensión el que la gente conozca sus niveles de presión arterial podría salvarle la vida, pues al año mueren en el
mundo más de siete millones de personas por complicaciones como hipertensión arterial y trastornos cardiovasculares como infarto al corazón, por un evento vascular
cerebral e insuficiencia renal.
Con base en datos de la organización, el especialista refirió que para 2025 dicha enfermedad afectará a 1.5 mil millones de personas en todo el mundo, por ello convocó a
la población a que identifique si padece presión arterial alta y realice un control óptimo de esta situación.
‘En México la hipertensión arterial tiene una prevalencia de 30.8 por ciento en la población mayor de 20 años, cifra que se incrementa a más de 50 por ciento en los
hombres y cerca de 60 por ciento en las mujeres a partir de la sexta década de la vida, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 de la Secretaría de
Salud’, recordó el especialista.
En este contexto, insistió en que es fundamental promover en toda la población el conocimiento e identificación cotidiana de los niveles de presión arterial, los cuales para
una persona sana son de 120/80, como marca el mercurio, si se eleva a más de 140/90 y es constante deben tomarse medidas.
‘El diagnóstico a tiempo es la única arma para proteger al paciente del daño que puede provocar la hipertensión arterial, ya que cuando el paciente toma conciencia, toma
sus medicamentos y cambia sus hábitos, hace ejercicio y modifica su forma de comer, logra el control en 99 por ciento de los casos’, concluyó.
(Fuente: Notimex)
Ocho de cada diez hipertensos interrumpen su medicación durante el verano
La llegada del verano y el cambio de hábitos producidos por la vacaciones y la modificación de horarios, provoca que muchos pacientes hipertensos se olviden de continuar
su tratamiento, hasta el punto de que 8 de cada 10 lo interrumpen total o parcialmente.
La llegada del verano y el cambio de hábitos producidos por la vacaciones y la modificación de horarios, provoca que muchos pacientes hipertensos se olviden de continuar
su tratamiento, hasta el punto de que 8 de cada 10 lo interrumpen total o parcialmente.
Así lo asegura la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), cuya presidenta, Nieves Martell, recuerda
que “esto produce una subida de tensión sistemática”.
La asociación de estrés e hipertensión puede dar lugar a serios malentendidos en los pacientes con cifras altas de presión arterial y llevarles a suponer que la relajación
propia de las vacaciones puede disminuir estas cifras y que su necesidad de tratamiento es mucho menor. Como explica la doctora Martell, “esto datos sumados a que,
generalmente el calor produce un descenso de las cifras tensionales, hace que los pacientes adopten decisiones sobre su medicación basándose en razonamientos
erróneos”
Con los desplazamientos que se producen en la época estival el Grupo de Trabajo de la Automedida de la Presión Arterial (AMPA) perteneciente a la SEH-LELHA,
recomienda a los pacientes hipertensos “llevar consigo el tensiómetro a su lugar de veraneo para conocer los niveles al menos una vez a la semana”.
Es importante durante el verano prestar especial atención a la alimentación que por la realización de comidas grasa y con altos contenidos en sal, unido al consumo
excesivo de alcohol y tabaco provoca variaciones en la tensión arterial. En palabras de Martell, “sí descontrolamos la alimentación, el resultado no sólo repercute en un
aumento de peso y una variación de la tensión, sino que también aumenta el colesterol, los triglicéridos e incluso el azúcar. De hecho, a la vuelta de las vacaciones se
registran numerosas crisis hipertensivas fruto de un mal cumplimiento terapéutico”.
Para combatirlo, los expertos recomiendan incluir en el menú diario frutas, verduras y hortalizas, así como cereales, lácteos desnatados, carnes blancas y magras, el
pescado azul o blanco y aceita de oliva, que mejoren los habitos alimenticion y el control de la tensión.
(Fuente: www.telecinco.es)
La cantidad de sal recomendada es de 3,6 gramos diarios
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/07/15/nutricion/1310726092.html
La guerra contra la sal en la dieta se declaró hace ya décadas en los países desarrollados sin que al parecer fuera del todo ‘científicamente’ justa. Prueba de ello es la
controversia que se ha suscitado este año con la publicación de varios artículos que cuestionan la restricción de su consumo en pro de reducir la tensión arterial y así
disminuir también el riesgo cardiovascular.
El primero en sembrar la polémica veía la luz el pasado mayo. La revista ‘The Journal of American Medical Association’ (JAMA) se hacía eco de un trabajo liderado por Jan
Staessen, de la Universidad de Leuven (Bélgica), que determinaba que los participantes sanos que más sodio consumían no tenían más riesgo de morir del corazón o por
culpa de un ictus en comparación con los más recelosos con la sal. Sin embargo, tal y como ha declarado a ELMUNDO.es, este experto, “la patología cardiovascular fue
un 56% más elevada en las personas que menos sal ingerían”.
El trabajo contó con la participación de 3. 681 sujetos de entre 20 y 60 años a los que se les midió el consumo de sal a través de un análisis que midió su secreción en la
orina. Así, los científicos los dividieron entre tres grupos: los que más sal consumían, los que menos, y los que ingerían una cantidad normal. Ninguno padecía enfermedad
cardiaca previa y dos tercios presentaban una tensión arterial normal. El seguimiento duró ocho años.
Según constatan los autores en sus conclusiones: la presión sistólica (tensión máxima), pero no la diastólica (mínima) aumentaba a medida que lo hacía el consumo de sal
en el tiempo, pero de forma poco significativa “por lo que no puede traducirse en un mayor riesgo de hipertensión o complicaciones cardiacas”.
Concretamente, y tal y como afirma el director del ensayo: “podemos extrapolar nuestros resultados a la población en general, pero no pretendemos cambiar las directrices
para los pacientes hipertensos o para los que padecen insuficiencia cardiaca o cualquier otra patología cardiovascular, porque no es nuestra tarea. Lo único que hemos
observado es que con el tiempo el consumo elevado de sal produce un efecto pequeño sobre la tensión arterial sistólica, pero no en la diastólica. El segundo hallazgo fue
que los pequeños cambios en la presión arterial que vemos con el cambio de la ingesta no se traducen en una mayor incidencia de hipertensión. Y la tercera conclusión,
que fue una sorpresa para nosotros, era que el consumo bajo de sal se asocia con mayor mortalidad cardiovascular”.
Desacuerdo
A Jan Staessen le han llovido las críticas. Se ha dicho que su trabajo contaba con un pequeño número de participantes, que eran demasiado jóvenes o que la secreción de
sal en la orina no es una medida suficiente para conocer el consumo real de sodio de una persona. Sin embargo, y pese a la retahíla de reproches pocos son los que no
reconocen que la evidencia que vincula la sal a las enfermedades cardiovasculares siempre ha sido tenue.
La muestra más reciente de ello llegó la semana pasada de la mano del ‘American Journal of Hypertension’ . Rod Taylor, de la Universidad Exeter (Reino Unido), publicaba
un estudio de revisión de la Cochrane (organización internacional, independiente y sin ánimo de lucro cuyo principal objetivo es asegurar que exista información sobre los
efectos de las intervenciones sanitarias realizada de forma rigurosa y periódicamente actualizada) en el que se analizaron siete estudios que contaron con una participación
de 6.250 sujetos. La conclusión: “no hemos encontrado pruebas sólidas que demuestren que la ingesta reducida de sal disminuya los ataques al corazón o los infartos
cerebrales”.
Pese a ello, el doctor Taylor reconoce: “Nuestros hallazgos no deben ser tomados como evidencia de que reducir la cantidad es una mala recomendación. Pero en las
personas con tensión arterial normal, los efectos de su disminución en la presión son muy pequeños y en aquéllos con una tensión de moderada a alta, los beneficios que
se logran no son tan importantes como los que se consiguen con la medicación”.
No obstante, este especialista matiza que “la probable explicación de que la reducción de sodio carezca de un gran impacto sobre la disminución de la tensión arterial o en
la mortalidad es la dificultad que tienen las personas para seguir una dieta baja en este condimento durante muchos años. De hecho, es probable que los participantes en
estos estudios al principio siguieran los consejos para reducir la sal, pero no fueron capaces de mantenerlos a largo plazo, lo que contribuyó a la falta de beneficios en su
salud. Desafortunadamente, estos trabajos no continuaron el seguimiento de los participantes (su dieta o su secreción de sal en la orina), lo que significa que nuestra
hipótesis no se puede verificar por completo”.
Recomendación
Mario Ávila, cardiólogo especializado en hipertensión del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, reconoce que la polémica de si se debe recomendar o no la restricción de
la sal para prevenir eventos cardiacos en la población sana “viene de muy atrás. Sin embargo, si preguntas a los especialistas si recomendarían a sus pacientes que no
reduzcan su consumo, todos contestan rotundamente no. Lo que sabemos es que aún faltan estudios para cambiar las directrices actuales”.
Recuerda este experto que la cantidad aconsejada “es de 3,6 gramos diarios. En España, el uso está entre tres y ocho gramos al día. Ha quedado claro que reducir su
ingesta no tiene los efectos cardiovasculares que creíamos. Pero en pacientes hipertensos lo que sí está claro es que lo importante es tomar la dosis adecuada. No se
trata de dejar de tomar sal, porque dosis muy bajas pueden ser perjudiciales, si no tomarla en su justa medida”.
(Fuente: El Mundo)
Soja o leche para tener la tensión arterial a raya (solo con internet el enlace)
No será la primera vez que oye hablar de los beneficios de la soja, pero los últimos datos de un estudio publicado en la revista ‘Circulation’ son una prueba más de las propiedades que aporta esta legumbre, esta vez disminuyendo la tensión arterial. Pero si no le gusta este alimento y su tensión está un poco descontrolada, no sufra, parece que la leche puede tener el mismo efecto positivo.
Tener una tensión arterial superior a 135/85 mm de Hg está relacionado con un mayor riesgo cardiovascular y con más probabilidad de muerte prematura. Cualquier medida que esté orientada a tener estas cifras controladas merece la pena llevarla a cabo. Hay muchos hábitos que potencian la salud cardiaca como la práctica regular de ejercicio o llevar una dieta equilibrada. Sin embargo, son muchas las personas que cada año ven cómo su médico les ‘etiqueta’ de hipertensos, de ahí que existan muchas investigaciones que evalúen diferentes dietas, hábitos o tratamientos para prevenir o tratar la tensión alta.
La última ha sido llevada a cabo por investigadores de la Escuela de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans (EEUU) en la que han evaluado el efecto de las proteínas de la soja o de la leche sobre 352 adultos, mayores de 22 años, con unas cifras de tensión arterial elevadas (algunos hipertensos y otros prehipertensos): la sistólica oscilaba entre los 120 y 159 mmHg y la diastólica estaba entre los 80 y 95 mmHg.
Los investigadores asignaron a los participantes a tres grupos de forma aleatoria. Durante ocho semanas, un grupo tomó un suplemento de 40 gramos de proteínas de soja al día, el segundo, 40 g de proteína láctea y el tercero recibió un suplemento diario de carbohidratos. Los tres suplementos tenían el mismo envase y aspecto, de tal forma que ni los participantes ni los investigadores sabían el que estaban recibiendo. Asimismo, a todos se les tomó la tensión arterial en repetidas ocasiones cada vez que acudían a la consulta.
Comparados con los carbohidratos, los suplementos de soja y de leche redujeron más la tensión arterial sistólica (la cifra más alta). En concreto, los participantes que tomaron las proteínas de soja tuvieron un descenso de 2,3 mmHg y los que ingirieron las proteínas lácteas, de 2 mmHg.
“Algunos estudios observacionales habían sugerido que comer carbohidratos o seguir una dieta rica en carbohidratos podría ayudar a reducir la tensión arterial. Sin embargo, nuestro ensayo clínico, que los compara directamente con las proteínas de la soja y de la leche, muestra que estas últimas disminuyen más la tensión que los primeros”, señala Jiang He, principal autor del estudio y epidemiólogo en la Universidad de Tulane.
Aunque la reducción de la tensión arterial no fue muy grande, los investigadores señalan que, en la población general, una disminución de 2mmHg en la sistólica “podría conducir a una reducción del 6% en la mortalidad por ictus, del 4% en la mortalidad por enfermedad cardiovascular y del 3% en la mortalidad por cualquier causa”.
Tal y como señalan los autores, éste es otro estudio más que apoya la idea de que la ingesta de proteínas vegetales puede ser una importante estrategia nutricional para prevenir la hipertensión. Sin embargo, hasta ahora no había evidencias en cuanto a las proteínas lácteas. “Este es el primer ensayo clínico que documenta que las proteínas de la leche disminuyen la tensión arterial en personas prehipertensas o hipertensas”, explica el artículo.
No obstante, debido a que el ensayo clínico se realizó con suplementos, y no con alimentos, se requieren de otros estudios que examinen el efecto de varias dietas proteicas sobre la tensión arterial para “poder recomendar un aumento de la ingesta diaria de proteínas dentro de la dieta como parte de una estrategia de intervención en la prevención y tratamiento de la hipertensión”.
(Fuente: elmundo.es)
La epidemia de obesidad en los niños de EE. UU. comenzó a finales de los 90
Investigadora señala que los motivos no están claros, pero un mayor tiempo frente los medios de comunicación y una ‘transición’ más larga a la adultez podrían ser claves
La epidemia de aumento de peso excesivo y obesidad entre los estadounidenses jóvenes comenzó hace unos quince años, halla un estudio reciente.
“Nuestra investigación documenta la aparición de la epidemia de obesidad entre los adolescentes en la segunda mitad de los 90, y entre los adultos jóvenes en 2000″, comentó Hedwig Lee, quien lideró el estudio mientras estaba en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Ahora es profesora asistente de sociología de la Universidad de Washington, en Seattle.
“Todavía no se han determinado todas las posibles causas del creciente aumento de peso en los adolescentes, ni para el resto de la población”, apuntó Lee.
Sin embargo, citó una variedad de factores posibles, entre ellos un aumento en el tiempo que se pasa frente a pantallas de computadora o televisión, y un periodo más largo en la educación postsecundaria en “transición” a la adultez. Según Lee, hay un incremento en las dietas inadecuadas y los estilos de vida sedentarios cuando los jóvenes dejan la casa de los padres y se van a vivir solos antes de iniciar sus propias familias.
La investigación se enfocó en una medida llamada índice de masa corporal o IMC, que calcula la proporción entre el peso y la estatura.
Junto con el IMC crecen las preocupaciones sobre enfermedades relacionadas con la obesidad, tales como enfermedad cardiaca, diabetes, algunos cánceres, accidente cerebrovascular, enfermedad del hígado, enfermedad de la vesícula biliar, osteoartritis y problemas de fertilidad, advirtió Lee.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU., actualmente alrededor de un tercio de los estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos, y ligeramente más mujeres que hombres se ven afectadas.
El estudio de unos 100,000 adolescentes y adultos jóvenes usó cuatro grandes bases de datos nacionales que registraron los IMC de personas de 12 a 26 años entre 1959 y 2002.
Los resultados mostraron que los IMC aumentaron “marcadamente en los adolescentes a partir de los 90, y en los adultos jóvenes cerca del 2000″, sobre todo entre las mujeres negras. En general, los aumentos en el IMC comenzaron antes y aumentaron más rápido en las mujeres en comparación con los hombres, según el estudio, que fue publicado en la edición en línea de este mes de la revista Journal of Adolescent Health.
Los IMC de 18.5 a 24.9 se consideran en “rango saludable”, mientras que entre 25. y 29.9 se clasifican de sobrepeso. Se considera obesa a una persona cuando tiene un IMC de 30 o más.
Según el estudio, de 1959 a 1980 el IMC de una persona promedio de 18 años permaneció relativamente estable en 22. Pero para 1990 había aumentado a 23, y a alrededor de 25 para 2000, hallaron los investigadores. Eso se traduciría en un aumento de peso de un promedio de 68 kilos (149 libras) a un promedio de 75 kilos (166 libras) para un hombre de 18 años con una estatura de 1.75 metros (5 pies y 9 pulgadas). El peso promedio de una mujer de 1.7 metros (5 pies y 5 pulgadas) aumentó de 60 kilos (132 libras) a 67 kilos (147 libras).
Solo se mostraron tendencias para negros y blancos, porque las categorías raciales de otros grupos étnicos no formaban parte de todos los conjuntos de datos. Los datos de esos grupos se incluyeron como parte del panorama global.
Según una experta en nutrición y peso, el estudio documenta cómo un problema que antes comenzaba en la mediana edad afecta ahora a los adultos jóvenes.
“Antes era algo que sucedía en la mediana edad”, señaló Lona Sandon, profesora asistente de nutrición clínica del Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern. “Da miedo porque un aumento de peso más pronto significa un inicio más temprano de enfermedades crónicas como la hipertensión (presión arterial alta) en la veintena en lugar de a partir de los 40″.
Aunque no está claro por qué las chicas negras, en particular, comenzaron a aumentar más peso más rápido, Sandon anotó que las adultas negras también tienen un mayor peso en promedio que otras mujeres. Un mal acceso a la atención de salud podría ser un mayor problema para las mujeres negras, apuntó.
“Si uno no tiene acceso a atención de salud, no se enfoca en la salud”, lamentó.
Sandon enfatizó que la intervención antes de que el aumento de peso se afiance es importante. Considera que los esfuerzos educativos deben enfocarse en los niños pequeños. Las escuelas también pueden cambiar los tipos de alimentos y bebidas que sirven, añadió.
En cuanto a los adultos, los lugares de trabajo deben “facilitar el ejercicio”. Los adultos pasan la mayor parte del tiempo en sus trabajos, explicó Sandon. “Tenemos que eliminar las barreras” que evitan que la gente haga ejercicio y coma sano, subrayó.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare.
(Fuente: Medlineplus)
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