El cólera: la epidemia más letal que enfrentó la isla de Puerto Rico
Más de 25 000 personas murieron como consecuencia de la propagación de esta enfermedad. Fue la primera prueba de fuego del entonces joven cirujano Ramón Emeterio Betances. El obispado de San Juan fue utilizado como hospital de emergencia durante la epidemia de cólera. Para el 28 de febrero de 1856, el periódico La Gaceta de Puerto Rico informaba sobre la muerte por cólera de 87 personas en ocho municipios.
Se trataba de un conteo parcial de decesos. Las cifras en la pequeña tabla divulgada por las autoridades ese día contemplaban las muertes ocurridas en los días previos. El período más largo para el que se reportaban decesos era ocho días.
Otros 197 permanecían enfermos en esos pueblos, muchos de ellos en unos “hospitales provisionales” donde se agrupaba a los enfermos con cólera, especialmente a los pobres, de modo que no murieran en las calles. En muchos pueblos, para establecer estos hospitales se incautaron edificios como teatros.
En esos momentos se desarrollaba en Puerto Rico una de las más mortíferas epidemias -sino la más letal-, que terminó cobrando la vida de 25 820 personas, explicó la historiadora Ramonita Vega Lugo, catedrática de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez.
“Fue un tiempo de terror. Cuando haces una investigación histórica y miras lo que pasó en esos años (1855 y 1856, ves que ese era siempre el tema principal del país. No había forma de salir del tema. Muy similar a lo que está pasando ahora con esta pandemia”, dijo la historiadora, al hacer referencia al COVID-19, que ha causado estragos en Italia, España y China y ha cobrado la vida de más de 27 600 personas a nivel mundial. En Puerto Rico, se han reportado apenas tres fatalidades.
En aquella época, las muertes por cólera representaban el 5.2 % de la población de Puerto Rico. Se estima que una de cada tres personas en Puerto Rico sufrió la enfermedad durante la epidemia, que duró parte de 1855 y 1856, bajo el régimen español.
Un estudio publicado por el Centro de Control de Enfermedades de EE.UU. sobre el cólera en el siglo 19, encontró que más de 200 000 personas murieron de esta enfermedad en el Caribe.
Los servicios médicos de entonces no daban abasto. El mismo periódico daba conocimiento, por ejemplo, de la necesidad de médicos, por ejemplo, en Juana Díaz, donde estaban dispuestos a pagar un salario de 400 pesos con tal de conseguir a alguien que los ayudara a enfrentar la epidemia, según un anuncio publicado en el órgano oficial del gobierno.
Para contener los brotes, se adoptaron medidas extremas de aislamiento poblacional, en cierto modo, similares a las que se han adoptado a nivel mundial para contener la actual pandemia de COVID-19, enfermedad provocada por una nueva cepa de coronavirus. Se trataba de “cordones sanitarios” en los que se cortaba la comunicación entre regiones del país, en un intento por detener la expansión de la enfermedad a través de la isla.
La Gaceta de Puerto Rico, periódico oficial del gobierno bajo el régimen de España, informaba sobre los contagios y muertes por cólera, así como las necesidades de los municipios.
Para pasar esos cordones se necesitaba una especie de “pasaporte” emitido por el comisario del barrio, quien, a su vez, era el que recogía la información sobre los decesos y contagios que agrupaba el gobierno español para conocer dónde estaban aumentando los contagios, explicó Vega Lugo.
“Esa información la publicaban en La Gaceta. Ese era el informe que daba el gobierno, similar a lo que hacen ahora”, dijo.
El primer caso de la epidemia en Puerto Rico se registró en Naguabo el sábado 10 de noviembre de 1855. Para ese entonces, la enfermedad, que se originó en Asia, llevaba décadas rondando el Caribe, por lo que el gobierno insular había tomado medidas para evitar que la enfermedad entrara. Entre las medidas estaba la cuarentena para los barcos provenientes de países con casos de cólera.
Se cree que la enfermedad entró a la isla como parte del contrabando de ganado en Naguabo.
Para aquellos tiempos, se conocía muy poco de la enfermedad. De hecho, se entendía que esta plaga se transmitía por el aire y los remedios que se recomendaban estaban lejos de curar el cólera y se limitaban a paliar sus síntomas.
El cólera es una enfermedad intestinal aguda que se contagia a través de agua o alimentos contaminados, y se caracteriza por provocar intensos vómitos y diarreas que deshidratan rápidamente -en cuestión de horas o días- a una persona.
Puerto Rico ya había sufrido epidemias y desastres naturales letales para aquellos años, pero ninguno como aquel. Solo para ilustrar la mortandad, los huracanes San Ciriaco (1899) y María (2017), los más mortíferos para Puerto Rico, produjeron, respectivamente, 3 369 y 2 975 muertes, según las cifras oficiales del gobierno. El conteo oficial de decesos por el cólera fue siete veces más alto que las fatalidades provocadas por San Ciriaco.
Para abril de 1855, poco antes de la epidemia, regresaba al suroeste de Puerto Rico Ramón Emeterio Betances, el joven recién graduado de La Sorbona (Universidad de París) que pasaría a ser el padre del independentismo puertorriqueño.
Ramón Emeterio Betances
De hecho, desde esos días de plaga, Betances fue ganando popularidad en Mayagüez, donde estableció un campamento para tratar a los enfermos. Ese campamento, posteriormente, se convirtió en una instalación médica regular que hoy día se conoce como el Hospital San Antonio, localizado en la calle que lleva el nombre de Betances en el casco urbano de Mayagüez. Sus primeros enfrentamientos con el gobierno español se dieron en este período por negarse a darle prioridad en el tratamiento a los ciudadanos españoles y a los soldados.
“Si a Betances lo veneraban como a un santo en Mayagüez era, en parte, porque era el que había dado medicina gratis a los pobres, porque había curado a mucha gente, ricos, pobres, esclavos y dueños de haciendas… Por eso después, cuando el gobierno español lo buscaba como a un delincuente, él entraba y salía del área oeste y la gente lo dejaba quieto”, dijo Vega Lugo.
“Betances, el político, se forjó del reconocimiento de las dificultades de la colonia para los desamparados que empieza a comprender desde esos momentos de crisis”, añadió la historiadora.
Los más afectados por la epidemia eran los esclavos y los pobres, en su mayoría jornaleros, escribió el sacerdote e historiador Fernando Picó en el libro “Historia general de Puerto Rico”.
Años antes de la epidemia se había creado el sistema de “la libreta”, que obligó a muchas personas a mudarse a los poblados y a los centros urbanos, para poder presentarse ante las autoridades y mostrar que estaban trabajando. Esto trajo en algunos pueblos la creación de comunidades improvisadas con pésimas medidas de salubridad. Algo similar pasaba en las barracas de los esclavos.
En Mayagüez, Betances ordenaba quemar las barracas si se detectaba algún tipo de contagio allí. Destruir la barraca era la manera de desinfectar la zona, explicó Vega Lugo.
“Lo que mató a mucha gente fue esa miseria”, dijo.
La epidemia de cólera de 1855 y 1856 fue particularmente intensa en Arecibo, Ponce, Mayagüez y San Germán. Este último pueblo, además de lidiar con el cólera, sufrió un brote de viruela ese año, escribió el historiador Ricardo Camuñas Madera en el escrito “El reinado del desastre: el fuego y el cólera”.
Además de los hospitales provisionales y los cordones sanitarios, las Juntas de Sanidad de los municipios crearon brigadas para llevar a los enfermos hasta los servicios médicos y para enterrar a los que morían. En algunos pueblos, las muertes fueron tantas que se tuvieron que abrir cementerios improvisados para coléricos.
“Muchos cementerios en las zonas rurales nacen en esa época”, indicó Vega Lugo.
La economía de Puerto Rico sufrió mucho durante esa tragedia, dijo la historiadora. No existen registros claros de pérdida económica para todo Puerto Rico como consecuencia de la epidemia, no obstante, sí hay muchos registros de empresas o haciendas que no superaron la pérdida de mano de obra esclava que, junto a los jornaleros, constituían la principal fuente productora de Puerto Rico.