La gran pandemia de gripe de 1918
A pesar de que se le puso por nombre “Española”, para no desmoralizar a las tropas contendientes en Europa, porque solamente las noticias eran recogidas en la prensa de España, debiendo su nombre a la censura de tiempos de guerra y no a su origen, ya que los primeros casos se registraron en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918 y casi simultáneamente en Fort Riley (Kansas) el 11 de marzo de 1918, si bien parece ser que ya había existido un brote en el Condado de Hskell (Kansas) en el mes de enero de 1918, seis días después de comunicarse los casos de Kansas City, en Camp Devens, Massachussets ya había 6.674 contagiados. Pero esta epidemia que lógicamente se tenía que haber llamado “Gripe de Kansas”, los Aliados de la I Guerra Mundial decidieron llamarla “Gripe Española” porque aquí, no sólo en la prensa, fue donde se le prestó la mayor atención, ya que al no estar involucrado el país en la guerra no censuró la información de la enfermedad y sobre todo, prestó rápidamente la atención necesaria, lo cual a todas luces se tradujo en ser el país donde menos bajas se produjeron.
Los brotes de epidemia se extendieron a todas las partes habitadas del mundo, comenzando por los puertos y llegando a las más recónditas poblaciones, llegando como una oleada a Europa, al registrarse precisamente con la llegada de las tropas norteamericanas al puerto francés de Brest, donde los soldados llegaban afectados y dos días después del desembarco ya se registran los primeros síntomas y la muerte de algunos, pues el virus actuaba con rapidez. Así es que con celeridad se realizaron estudios, y se supo que este virus de 1918 no tenía ningún gen de tipo humano: era un virus de la gripe aviar y que se multiplicaba 50 veces más que la gripe común tras un día de infección, y 39.000 veces más tras cuatro días.
Parece ser que la epidemia se introdujo en España en el verano de 1918 traída por trabajadores que se deslazaron a Francia a trabajar en los campos próximos a los campamentos militares, aunque las autoridades sanitarias españolas tardaron más de cinco meses en declarar formalmente la epidemia, los servicios de salud ya estaban en algunas zonas geográficas desbordadas por el elevado número de casos, faltando médicos y con movilización voluntaria de los estudiantes de medicina, los cuales, en algunas poblaciones como Zaragoza fueron ayudados por los Exploradores, esta ayuda, quedará reflejada en la carta que su fundador Robert Baden Powell en su visita a España, les dirige a los Boys Scouts aragoneses al recomendarle no visitar esta ciudad aragonesa por temor a la pandemia.
A fines de mayo las noticias de Madrid hablan de que la gripe no decrece y que los servicios en las oficinas del Estado se hacen con gran anormalidad por ser miles los funcionarios que están enfermos. Reconocen que la epidemia hasta ese momento considerada como benigna comienza a preocupar muchísimo al Gobierno, el cual pide que diariamente los subdelegados de Medicina den cuenta al Instituto General de Sanidad del desarrollo de la epidemia, pues algunos atacados han fallecido. Ciertamente ya ha adquirido visos muy preocupantes, pues el propio rey, D. Alfonso y los ministros de Estado, Instrucción Pública, Guerra, Marina y el presidente del Congreso señor Villanueva se encuentran afectados y guardando cama. Dos días después cae enfermo el subsecretario de la Presidencia señor Llanos Torriglia y se comienza a pensar en suspender las sesiones de Cortes.
Numerosos periódicos se encuentran afectados por la gripe y el diario “La Nación” del día 28 de mayo publica un “entrefilet” diciendo que el periódico ha sido hecho por dos redactores, al encontrarse toda la redacción enferma. Otros colegas de la prensa dan consejos a sus lectores para combatirla, tales como píldoras de la O (llamadas en Aragón agua de castañas), jarabe antitusígeno, algunas medicinas caseras, además de las socorridas infusiones de flor de malva, manzanilla y té. En Barcelona son numerosas las fábricas cerradas y a pesar de ello, se lanza en casi todos los diarios de España un mensaje publicitario en estos términos: “En Barcelona desaparece la gripe”, con Eucaliptina inhalante, cuando la realidad es que se tiene que pedir ayuda al ejército para transportar y enterrar a los muertos en octubre de 1918 y “La Vanguardia” dedica hasta su primera a las esquelas.
En cuanto al territorio altoaragonés, baste decir que casi todos los empleados de las oficinas municipales están sufriendo la gripe y que ha aumentado considerablemente la invasión del mal y el dichoso “Soldado” (que así se llama aquí al virus gripal) lleva consigo unas molestias tales, que por fuerza los pacientes tienen que guardar cama. A todas las poblaciones llega una circular importante que además será publicada en el “Boletín Oficial de la Provincia”. En ella se da cuenta desde la Inspección general de Sanidad y desde el Gobierno Civil de la presentación de algunos casos de “tifus exantemático” en las provincias de Burgos y Logroño, que hacen creer que el comercio de trapos viejos y ropas usadas puedan ser el vehículo principal de contagio y como sea que se realizan tratos comerciales con aquellas se notifica que por tiempo indefinido no se permitirá la circulación de trapos de ningún punto de España. Esta disposición llegaba cuando el curso escolar no se había iniciado con normalidad, los servicios sanitarios en toda la provincia se veían desbordados, la suspensión de abundantes actividades públicas se había impuesto, llegando en numerosos pueblos a celebrarse actos religiosos masivos, al objeto de invocar la misericordia divina.
Pese a que durante el mes de julio de 1918 se creía que la fuerza de la epidemia había perdido algo de intensidad, lo cierto es que se trataba de un síntoma aparente, pues un segundo brote fue tan fuerte que paralizaba el comercio y la industria, además de segar numerosas vidas y demostrar, una vez más, la impotencia de la ciencia para combatir las enfermedades contagiosas cuya verdadera naturaleza se ignoraba. De esta forma, el pánico se apoderó de mucha gente y las explicaciones más fantásticas comenzaron a correr sobre el origen de la enfermedad, aunque la propagación de esta gripe fue consecuencia de la guerra y llevada a todos los rincones por las tropas que se trasladaban, no siendo de extrañar que mientras en todo el mundo la llamaban la “Gripe Española”, aquí castizamente la llamaran “El Soldado”. Pero lo triste es que la pandemia acabó en 1918 con cuatro veces más muertos que la Gran Guerra Europea.
La cronología de esta epidemia declarada entre 1918 y 1919: El primer brote se extendió desde mediados de mayo del 18 a primeros de julio, y alcanzó su máxima intensidad entre el 27 de mayo y el 9 de junio. El segundo brote se desarrolló desde los primeros días de septiembre hasta el 13 de diciembre de ese mismo año, adquiriendo su máxima gravedad entre el 20 de octubre y el 16 de noviembre. El tercer brote tuvo lugar desde mediados de febrero del 19 hasta mediados de mayo.
Fuente: La gran pandemia de gripe de 1918. http://www.diariodelaltoaragon.es [Accedido Octubre 18, 2010].
Publicado: oct 18th, 2010.