La historia de un mapa, un anestesista y un reverendo que revolucionaron la epidemiología
Pesquisas de Snow en un Londres apestoso
Por doquier se alzaban montañas formadas por huesos, animales muertos, heces caninas y otros desperdicios, por no hablar de las aguas residuales que la red de alcantarillado vertía en el Támesis, una cloaca a cielo abierto. La fetidez era omnipresente. En 1854, la capital del orgulloso imperio británico apestaba.
Tal es el escenario de El Mapa Fantasma, el libro del divulgador neoyorquino Steven Johnson que Capitán Swing ha publicado en español. El libro reconstruye el trabajo detectivesco que, en el curso de una semana sembrada de cadáveres, llevó a cabo John Snow, el pionero de la anestesia.
Snow barruntaba que el cólera se transmitía por el agua y entrevistó a decenas de enfermos y familiares
Escapando del formato biográfico habitual, el autor ha optado por centrarse en la lucha de un paradigma médico emergente contra una concepción errónea de las infecciones: la teoría miasmática. Sostenía esta que las epidemias eran causadas por efluvios fétidos y venenosos, las miasmas.
Por eso en los brotes anteriores de cólera las autoridades se concentraron en lavar los focos de malos olores (sumideros, charcas, basurales, sótanos…), arrojando luego el agua sucia al río con el efecto de diseminar los patógenos en el principal suministro de agua potable.
Snow barruntaba que el cólera se transmitía por el agua, y en pocos días, entrevistó a decenas de enfermos y familiares. Las preguntas sobre el origen del líquido consumido le permitieron elaborar el mapa de los contagios, cuyo epicentro era Broadstreet.
La fuente se perfilaba como la principal sospechosa, una sospecha acrecentada por el hecho de que no hubo un solo enfermo entre los obreros de la cervecería situada en la misma calle, que solo bebían cerveza.
En su búsqueda, tropezó con el otro protagonista de la historia, el reverendo Whitehead. Angustiado por el mal que diezmaba su parroquia, el religioso emprendió su propia encuesta. Partidario de la teoría miasmática, se negaba a creer que la culpa la tuviera el agua de aspecto tan saludable de Broadstreet, y continuó interrogando al vecindario sin ceder al miedo al contagio.