Una epidemia de cólera hizo de Santa Cruz de Tenerife la ciudad “benéfica”
La ciudad de Santa Cruz de Tenerife ostenta oficialmente los títulos de “muy leal, muy noble, invicta y muy benéfica“. Pocos saben que el último reconocimiento lo ganó tras una devastadora epidemia de cólera en 1893, que dejó unos 400 fallecidos y tres meses de confinamiento.
Los hechos que originaron que a la ciudad se le otorgara ese reconocimiento se remontan al otoño del mencionado año, cuando el mundo sufría las embestidas de la quinta pandemia de cólera, señala el director del Instituto Canario de Bioantropología, Conrado Rodríguez-Maffiote, en un artículo publicado en Museos de Tenerife.
Fue el 29 de septiembre cuando el barco italiano “Remo” llegó a Santa Cruz enarbolando bandera amarilla, lo que indicaba que tenía infectados a bordo por lo que debía guardar cuarentena o, lo que es lo mismo, ninguna persona podía desembarcar para evitar el contagio de la población de la ciudad.
Las autoridades le negaron el atraque y ordenaron al buque que se mantuviera a distancia del puerto, frente a Cabo Llanos pero, sin embargo, contactos clandestinos entre tripulantes y algún habitante de la ciudad hicieron que el 11 de octubre se dieran los primeros casos de la enfermedad.
La epidemia se propagó con una velocidad extraordinaria, adquirió un carácter muy grave y contagió aproximadamente a 2 000 personas que fueron aisladas en el Hospital Civil (actual Museo de la Naturaleza y la Arqueología), ermitas de San Telmo, Regla y San Sebastián, hospitales militares de campaña y otros lazaretos provisionales.
Igualmente, la capital fue aislada y sometida a un estricto confinamiento durante los tres meses que duró.
El saldo final fue de 400 fallecimientos especialmente en los barrios más humildes y Rodríguez-Maffiote, que también es el director del Museo de Arqueología de Tenerife, recuerda que en San Andrés tuvo que construirse un nuevo cementerio dado el número de muertos.
Las autoridades locales y los ciudadanos reaccionaron inmediatamente para atajar la calamidad y formaron distintas comisiones para el transporte de enfermos, ayuda al cuidado médico, abastecimiento de alimentos y material a los hospitales y lazaretos, saneamiento de las calles y conducciones de agua.
“La solidaridad, altruismo, espíritu de sacrificio y abnegación de la sociedad chicharrera ha sido pocas veces vistas en situaciones de este tipo“, continúa el investigador, quien cita como ejemplo que una cuadrilla de toreros españoles que, de vuelta de su gira americana, hicieron escala en Santa Cruz justo unos días antes del comienzo de la epidemia se pusieron a disposición de las autoridades para prestar su colaboración.
Cuando terminó, todo la población les tributó un homenaje y fueron despedidos en medio de aplausos y vítores.
Durante ese trágico período fue la primera vez que se sacó en procesión al Cristo de las Tribulaciones (hoy Señor de Santa Cruz) por las calles de la ciudad y desde entonces se le invoca como protector de la misma y sus habitantes, añade.
Este evento morboso finalizó el 4 de enero de 1894, cuando el gobernador civil, en un número extraordinario del Boletín Oficial de la Provincia, lo dio por extinguido.
Como recompensa al extraordinario comportamiento demostrado por la solidaridad, abnegación y sacrificio de toda la población, María Cristina de Austria, reina regente de España y madre de Alfonso XIII, concedió la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia con el título de Muy Benéfica a Santa Cruz de Tenerife el 23 de abril de 1894, concluye Rodríguez-Maffiote.