El cólera 25 años atrás
Hace 25 años, la enfermedad volvía “loco” al país (Argentina), con varios muertos y miles de casos en distintas provincias, al punto de que se declaró una Emergencia Nacional que sacó al Ejército a las calles. A mediados de febrero, el arribo del mal a la tierra colorada era inminente y así lo reflejaba con su particularísimo estilo la escritora tristemente desaparecida Olga Kolesnikoff.
(Nota publicada en PRIMERA EDICIÓN el 16 de febrero de 1992)
Como un torbellino que sorprende al acampante metido en un idílico paisaje, así de sorpresivamente para la mayoría, llegó la noticia. Y la realidad oculta -la que muchos no querían ver- se presentó en toda su descarnada desnudez y horripilante fealdad.
El estremecimiento fue general y los titulares de la prensa, en todos los tonos, hablaron -y hablan- del cólera, esa enfermedad que en el pasado era considerada maldición.
El cólera, amigos, llegó a nuestro país y las imágenes ofrecidas por los diarios y la televisión hicieron conocer a los argentinos la existencia del pueblo sumergido en la miseria, del pueblo que sobreviviendo a los siglos, agoniza lentamente, clamando en vano la comprensión de sus connacionales.
Desde esta columna que quiere reflejar la realidad de nuestro interior, en más de una oportunidad, hicimos referencia a los paisanos de tez cobriza, descendientes de los primeros habitantes de este vasto territorio, sin límites (“porque la tierra es de Dios y el hombre pertenece a ella. Y no debe dividirla”). Pero su mundo se fue achicando ante el avance de la “civilización” que lo fue marginando o -peor aún- explotando.
Y ahí están. Son las primeras víctimas de la enfermedad maldita. Debilitados, diezmados pero unidos siempre a la tierra, hoy su voz, su rostro, su dolor, empiezan a conocerse en los centros urbanos.
La miseria comenzó a mostrar su cara y debemos mirarla de frente. Salta y Jujuy no están lejos. Hay que despertar del letargo y prevenir por todos los medios el mal que, según los entendidos, está acercando también a nosotros.
Espeluznante
Los datos fueron expresados por el médico Eduardo Borocotó en una entrevista televisiva. Las cifras son apabullantes y nos tocan de cerca: en las áreas donde existe el agua potable, la mortandad infantil alcanza al cuatro por mil y allí donde faltan canillas, asciende a sesenta por mil!… Creemos que dato merece ser conocido y valorado en toda su magnitud.
La mayoría de los habitantes de nuestra provincia carece de ese servicio y está, obviamente, expuesta a los peligros de todo tipo de enfermedades.
La Municipalidad de Guaraní efectuó un relevamiento en uno de sus barrios: sobre cien viviendas, habitadas por 490 personas (de ellas 290 son menores de diez años), todas tienen letrina y 76 carecen de agua potable. La mayoría de los pozos se encuentran muy próximos a las letrinas y -para colmo- dadas las características del terreno anegadizo, no hay dudas de que esas familias están consumiendo agua contaminada. Por eso, el intendente Jorge Feltan está gestionando la habilitación de cuatro canillas en ese barrio.
Ocurre en muchos puntos de nuestro interior. La batalla de prevención contra el cólera no será fácil a pesar de la existencia de voluntarios que han ofrecido sus servicios para trabajar en los barrios. Los hay en el municipio de Garupá, en Campo Viera, en Eldorado. Pero no es suficiente. En algunas localidades está faltando lavandina y en las salas de primeros auxilios -en varias- escasea el suero (solución fisiológica para hidratar al enfermo.
Las recomendaciones hacen hincapé en la higiene, pero ¿de qué higiene podemos hablar cuando falta lo primordial?
El agua potable es -como hemos visto- el más grave de los problemas. Y paradójicamente también lo es aquí, en Misiones, donde abundan los ríos y arroyos.
También, paradójicamente, a pesar de la fertilidad de nuestra tierra, tenemos desnutrición, niños en situación de riesgo, familias enteras mal alimentadas, expuestas a caer víctimas del vibrión colérico.
Para paliar la miseria, funcionan en numerosos municipios, de lunes a viernes (sábado y domingo no), los comedores infantiles. El número de comensales aumentó considerablemente, ya que a los más pequeños se sumaron los niños en edad escolar (“antes comíamos en la escuela”) y también ancianos y embarazadas de condición muy humilde.
Sin embargo, en San Ignacio, localidad donde también existe la pobreza y son muchos los gurises en cuyos hogares falta la comida, los comedores “brillan por su ausencia”.
Consultado el intendente Antonio Sosa respecto al tema, señaló con visible amargura: “Cuando nos hicimos cargo de la Municipalidad nos topamos con el vacío total. Sin víveres y también sin partida para adquirirlos. Es decir, con deudas”.
No obstante, informó que en los próximos días funcionará en el edificio del albergue comunal un comedor para esos chicos que deambulan frente a las Ruinas; chicos que pasan gran parte de su tiempo en la calle.
La noticia de la presencia del cólera ha puesto al descubierto un sin fin de situaciones que permanecían invisibles para muchos. Y el país que se jactaba de ser “el más europeo de Latinoamérica” descubrió que en sus entrañas sigue estando el aborigen: que sus raíces (afortunadamente) son profundas pero que deben ser fortalecidas.
En Misiones, su marginación es también una realidad. A pesar de los grupos humanos (“humanos” en todo el sentido de la palabra) que trabajan desinteresadamente en su promoción e integración, nuestro “paisano” sigue siendo discriminado. Salvo honrosas excepciones de agentes sanitarios indígenas que estudiaron para ayudar a su pueblo, la mayoría está sumida en la indigencia.
Su mala alimentación (“el monte se nos va achicando y los ríos se están vaciando”, explicaba el jefe Bonifacio Duarte) unida a su falta de hábitos higiénicos ha ido minando sus organismos y los convierte en potenciales víctimas del mal.
Y es que son quinientos años de sojuzgamiento; medio milenio de rechazo. Pero cabe recordar que en la Europa de “entonces”, debajo del brillo y ostentación, la suciedad era común y el baño corporal casi desconocido. Muchos nobles usaban perfume para neutralizar su hedor y bajo las pelucas se multiplicaban los piojos. La evolución natural -que se negó a nuestros aborígenes- nos ha permitido arribar hoy a conclusiones que priorizan la alimentación y la higiene para preservar la salud.
El cólera, la maldición de antaño, está en el país y ha puesto al descubierto una realidad que muchos desconocían o se negaban a ver. Ojalá que la experiencia, dolorosa al extremo, sirva para activar trámites, concretar proyectos, proveer de agua potable a la población, de medicamentos y, sobre todo, logre despertar a quienes aún permanecen con los ojos cerrados.
Nota aclaratoria:
Lavandina: también conocida domo (solución de hipoclorito de sodio)
Hipoclorito de sodio (cuya disolución en agua es conocida como lejía) es un compuesto químico, fuertemente oxidante de fórmula NaClO.
febrero 17/ 2017 (primeraedicion)
feb 17th, 2017. En: Curiosidades.