médico

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Casi todo el mundo sabe que inicié mi carrera como médico, hace ya algunos años. Y cuando me inicié como médico, cuando empecé a estudiar medicina, la mayoría de los conceptos que hoy tengo como revolucionario estaban ausentes en el almacén de mis ideales.

Quería triunfar, como quiere triunfar todo el mundo; soñaba con ser un investigador famoso, soñaba con trabajar infatigablemente para conseguir algo que podía estar, en definitiva, puesto a disposición de la humanidad, pero que en aquel momento era un triunfo personal. Era, como todos somos, un hijo del medio.

Después de recibido, por circunstancias especiales y quizá también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera. Salvo Haití y Santo Domingo, todos los demás países de América han sido, en alguna manera, visitados por mí. Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provocan el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder a un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra patria americana. Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte substancial a la ciencia médica: y era ayudar a esa gente.

Pero yo seguía siendo, como siempre lo seguimos siendo todos, hijo del medio, y quería ayudar a esa gente con mi esfuerzo personal. Ya había viajado mucho -estaba, en aquellos momentos, en Guatemala, la Guatemala de Arbenz- y había empezado a hacer unas notas para normar la conducta del médico revolucionario. Empezaba a investigar qué cosa era lo que necesitaba para ser un médico revolucionario.

Discurso en el acto de inauguración del curso de adoctrinamiento
organizado por el Ministerio de Salud Pública el 20 de agosto de 1960.
Ernesto «Che» Guevara. Obras. 1957-1967.
Casa de las Américas. La Habana. 1970. Tomo II. Pp. 70-71
Publicado en: HOY 21 de agosto, 1960: 3, 15
EL MUNDO 21 de agosto, 1960:6
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Sin embargo, las milicias tienen una función en la paz, las milicias deben ser, en los centros poblados, el arma que unifique y que haga conocer al pueblo. Debe practicarse, como ya me contaban los compañeros que se practica en las milicias de los médicos, una solidaridad extrema. Se debe ir inmediatamente a solucionar los problemas de los necesitados de toda Cuba en todos los momentos de peligro; pero también es una oportunidad de conocerse, es una oportunidad de convivir, hermanados e igualados por un uniforme, con los hombres de todas las clases sociales de Cuba.

Si logramos nosotros, trabajadores de la medicina -y permítaseme que use de nuevo un título que hacía tiempo había olvidado-, si usamos todos esta nueva arma de solidaridad, si conocemos las metas, conocemos el enemigo, y si conocemos el rumbo por donde tenemos que caminar, nos falta solamente conocer la parte diaria del camino a realizar. Y esa parte no se la puede enseñar nadie, esa parte es el camino propio de cada individuo, es lo que todos los días hará, lo que recogerá en su experiencia individual y lo que dará de sí en el ejercicio de su profesión, dedicado al bienestar del pueblo.

Si ya tenemos todos los elementos para marchar hacia el futuro, recordemos aquella frase de Martí, que en este momento yo no estoy practicando pero que hay que practicar constantemente: «La mejor manera de decir es hacer», y marchemos entonces hacia el futuro de Cuba.

Discurso en el acto de inauguración del curso de adoctrinamiento
organizado por el Ministerio de Salud Pública el 20 de agosto de 1960.
Ernesto «Che» Guevara. Obras. 1957-1967.
Casa de las Américas. La Habana. 1970. Tomo II. P. 80.
Publicado en: HOY 21 de agosto, 1960: 3, 15
EL MUNDO 21 de agosto, 1960:6