Beethoven en la historia, las artes y la medicina

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BeethovenEn un ciclo dedicado a personalidades de la música, dedicamos una mirada desde la historia, el arte y la medicina a Beethoven, quien después de Gluck, Haydn y Mozart, se inserta como el último gran representante del clasicismo vienés, haciendo trascender la música del romanticismo hasta las obras musicales del siglo XIX.

Ludwig van Beethoven nace el 16 de diciembre de 1770, compositor, director de orquesta y pianista alemán. Procedía de una familia muy modesta de campesinos y granjeros de la región de Flandes, que se trasladaron a Bonn. La partícula van, para nada tenía un origen de nobleza. Su abuelo y padre eran músicos y este impresionado por el hecho de que Mozart diese conciertos a los 7 años y conocedor del talento de su hijo, comenzó a enseñarle piano, órgano y clarinete a los 8 años de edad y lo sometía a largas sesiones de estudio, conducta que afectó el desarrollo afectivo del niño que cada vez se relacionaba menos con otros de su edad. No tuvo una infancia feliz, su padre padecía de alcoholismo y su madre, que afectivamente era fundamental en la vida del niño, estaba muy enferma.
El niño Beethoven tuvo una vida muy azarosa, pero ya se expresaba el prodigio de la música que era.
Su segundo maestro, Christian Gottlob Neefe notó el nivel excepcional del niño y expresó: “Si continúa así, como ha comenzado, se convertirá en un segundo Mozart”. Ludwig con sólo 11 años publicó su primera composición musical. El propio Mozart, la primera vez que lo escucha, en su encuentro en Viena, afirma: “Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo”.
En 1792, regresa a Viena, ya fallecidos sus padres y recibe clases de maestros como Hayn y Antonio Salieri.
La corte, la nobleza y la iglesia vienesa acogieron su música y era muy tolerado a pesar de su carácter fuerte e impulsivo.
Su música, inicialmente ligera se convierte en épica, acorde a los tiempos revolucionarios, de hecho su tercera sinfonía, La Heroica, la dedica inicialmente a Napoleón, aunque luego se retractaría de esto.
Al principio daba conciertos para sufragar sus gastos, pero muy pronto dejó de necesitarlo, pues los editores se disputaban sus obras y se le asignaba una pensión anual.

Ludwing tuvo un privilegio que no tuvieron sus antecesores, me refiero a Bach, Haydn y Mozart y tal vez porque todos se reprochaban en la pobreza que había muerto Wolfang, pues al genio de Bonn, se acordó darle una pensión anual de 4000 florines y bajo la condición de no abandonar la ciudad de Viena, se convirtió en el primer artista y compositor independiente de la historia. Tenía toda la libertad para crear lo que él quisiera y cuando lo quisiera, aunque eso no duró hasta el final de su vida.
Sus creaciones surgían unas tras otras, a pesar de sus problemas familiares y desafueros amorosos. Parecía que el arte iba a la par, tal vez como compensación de su agitada vida.
Su producción incluye los géneros pianísticos (treinta y dos sonatas para piano), de cámara (dieciséis cuartetos de cuerda, siete tríos, diez sonatas para violín y piano), vocal (lieder, dos misas y una ópera: Fidelio), concertante (cinco conciertos para piano y orquesta, uno para violín y orquesta) y orquestal (nueve sinfonías, oberturas) y la lista sigue.
Su obra arrasó como un huracán las convenciones musicales clasicistas de su época y tendió un puente directo, más allá del romanticismo posterior, con Brahms y Wagner, e incluso con músicos del siglo XX como Bartók, Berg y Schonberg. Su personalidad configuró uno de los prototipos del artista romántico defensor de la fraternidad y la libertad, apasionado y trágico.

La mirada desde la medicina, en este inmortal músico, nos conduce a un Beethoven quien pasó los últimos años de su vida casi totalmente aislado por la sordera que había comenzado en 1794, relacionándose solamente con algunos de sus amigos a través de lo que él denominó: “cuadernos de conversación”.
A causa de la sordera, se aisló y era tildado de huraño y hosco. Él escribió: “mis enemigos, cuyo número no es pequeño, ¿qué dirían si supieran que no puedo oír?”.
Padeció durante mucho tiempo de problemas dados por dolores abdominales, problemas hepáticos, pancreatitis crónica, trastornos depresivos e irritabilidad. Su apariencia huraña, de aspecto desgreñado, podría explicarse por esta sordera tormentosa, pero estudios realizados posteriormente a su muerte, a cabellos y muestras de su cráneo determinaron altas concentraciones de plomo y ante la sospecha de que él bebía agua de un arroyo con supuestas propiedades medicinales y lo hacía en vasos de este metal, pues se plantea la posibilidad de saturnismo.
Muere por insuficiencia hepática, coma, septicemia, ascitis. Hoy plantearíamos el diagnóstico de fallo multisistémico.
Nunca a pesar de algunos posibles diagnósticos se supo la verdadera causa de su sordera, el mal que más lo atormentó.
A su funeral acudieron más de 20 000 personas y en él se interpertó el “Requiem en re menor” de Mozart. Todos los músicos y poetas fueron de luto y con una rosa blanca.
Había fallecido el gran Beethoven, Su último gran éxito “la Novena sinfonía”, terminada en 1823, quedaría gravitando en el universo.

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