La epilepsia

Se considera que la epilepsia es tan antigua como la humanidad misma y se puede presentar en cualquier persona sin distinción de edad, sexo, raza, país o características geográficas. Es uno de los trastornos neurológicos crónicos más comunes en el mundo, que afecta aproximadamente a 50 millones de personas, de las cuales 5 millones
viven en el continente americano. Es a su vez, una afección crónica caracterizada por crisis recurrentes de origen cerebral.

El concepto de epilepsia se deriva de la palabra griega ἐπιλαμβάνειν (ēpilambáneim: ser agarrado, atacado). Epilepsia es, pues, “ataque” o “enfermedad que se manifiesta por medio de ataques (crisis)”. Dado que hay diferentes enfermedades que producen crisis, es mejor hablar de epilepsias.

En antiguos textos mesopotámicos se describen ya sus síntomas típicos, como la enfermedad de Bennu, o Sitbu, aunque estos términos para algunos autores parecen designar también “contagio” o “lepra”. Se comprueba también que no era infrecuente: en el código de Hammurabi, cuerpo legislativo de la Babilonia del siglo XVII a. C., se establece que, si se descubre que un esclavo adquirido recientemente sufre Bennu, este puede ser devuelto a su anterior propietario en el plazo de un mes.

El cuerpo de quien padece una crisis epiléptica parece no obedecer a su dueño, sino a voluntad ajena. De ahí que se relacionara con las deidades. Los seguidores de la religión tibetana Bön tenían por elegidos a quienes la padecían, mientras que en la antigüedad judeocristiana se consideraba su padecimiento como un castigo divino o como obra de demonios.

La epilepsia ha sido conocida con varios nombres a lo largo de la historia: “mal caduco”, “morbus herculeum”, porque según Aristóteles, Hércules padecía de epilepsia. Otras denominaciones entre griegos y romanos fueron “morbus sacer” y “morbus deificus”, que significa “enfermedad sagrada”, que aparece en los textos de Heráclito y Heródoto. Platón refiere que la parte más divina del alma se encuentra en la cabeza, y que cuando la flema blanca se encuentra con la negra, se produce la “enfermedad sagrada”. Algunos médicos llegaron a atribuir a quienes la padecían el don de la clarividencia y emplearon el nombre de Divinatio, o sea divina acción. Los Incas la denominaban “aya huayra” o “huanuy oncuy” viento de la muerte o enfermedad de la muerte.

En nuestro país, no deja de ser un problema de salud y se incluye como una de las enfermedades crónicas no trasmisibles, que merecen nuestra atención. Además, la morbimortalidad que implica, así como la estigmatización que rodea a las personas con epilepsia, es un obstáculo para el ejercicio de sus derechos humanos e integración social.

Por tal motivo, es objeto de numerosos proyectos de investigación biomédica dirigida a ampliar los conocimientos sobre su etiología y comportamiento, así como en la búsqueda de nuevos y más eficaces tratamientos.