Una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados (por ejemplo, bocadillos envasados) se asocia con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, según un estudio prospectivo en JAMA Internal Medicine.
Autor: Bernard Srour, PharmD, MPH, PhD; Léopold K. Fezeu, MD, Emmanuelle Kesse-Guyot, MSc, PhD1; et al Fuente: JAMA Intern Med. Published online December 16, 2019. doi:https://doi.org/10.1001/jamainternmed.2019.5942 Ultraprocessed Food Consumption and Risk of Type 2 Diabetes Among Participants of the NutriNet-Santé Prospective Cohort
Más de 100.000 adultos franceses completaron una serie de cuestionarios de recuerdo dietético de 24 horas durante un período de 2 años. Durante una mediana de seguimiento de 6 años, aproximadamente 820 participantes fueron diagnosticados con diabetes tipo 2.
Después de ajustar el índice de masa corporal, la actividad física y otros factores de confusión, los participantes que comieron más alimentos ultraprocesados tenían un mayor riesgo de diabetes.
En particular, el riesgo aumentó en un 13% con cada aumento del 10% en la proporción de la dieta que comprende alimentos ultraprocesados.
Los autores señalan que en estudios anteriores, los alimentos ultraprocesados se han relacionado con un mayor riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y mortalidad.
Puntos clave
-Pregunta
¿El consumo de alimentos ultraprocesados está asociado con el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 (T2D)?
-Hallazgos
Este estudio prospectivo observacional de 104,707 participantes encontró que una mayor proporción de alimentos ultraprocesados en la dieta se asociaba con un mayor riesgo de T2D.
Lo que significa que la ingesta de alimentos ultraprocesados es un factor modificable que puede desempeñar un papel en la etiología de T2D.
Las autoridades de salud pública de varios países recientemente comenzaron a recomendar privilegiar los alimentos no procesados / mínimamente procesados y limitar el consumo de alimentos ultraprocesados.
Resumen
Importancia
Los alimentos ultraprocesados (UPF) están muy extendidos en las dietas occidentales. Su consumo se ha asociado en estudios prospectivos recientes con un mayor riesgo de mortalidad por todas las causas y enfermedades crónicas como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y dislipidemia; sin embargo, faltan datos sobre la diabetes.
Objetivo
Evaluar las asociaciones entre el consumo de UPF y el riesgo de diabetes tipo 2 (T2D).
Diseño, entorno y participantes
En este estudio de cohorte prospectivo basado en la población, se incluyeron 104707 participantes de 18 años o más de la cohorte francesa NutriNet-Santé (2009-2019).
Los datos de ingesta dietética se recolectaron utilizando registros dietéticos repetidos de 24 horas (5,7 por participante en promedio), diseñados para registrar el consumo habitual de los participantes para más de 3500 alimentos diferentes.
Estos se clasificaron según su grado de procesamiento por el sistema de clasificación NOVA.
Principales resultados y medidas
Las asociaciones entre el consumo de UPF y el riesgo de T2D se evaluaron utilizando modelos de riesgo proporcional de Cox multivariables específicos de la causa ajustados por factores de riesgo conocidos (factores sociodemográficos, antropométricos, de estilo de vida, historial médico y factores nutricionales).
Resultados
Se incluyeron un total de 104.707 participantes (21800 [20.8%] hombres y 82907 [79.2%] mujeres).
La edad basal media (DE) de los participantes fue de 42,7 (14,5) años.
Las tasas absolutas de T2D en los consumidores UPF más bajos y más altos fueron 113 y 166 por 100000 personas-año, respectivamente.
El consumo de UPF se asoció con un mayor riesgo de T2D (razón de riesgo [HR] multiajustado para un incremento absoluto de 10 en el porcentaje de UPF en la dieta, 1.15; IC del 95%, 1.06-1.25; mediana de seguimiento, 6.0 años; 582252 persona-años; 821 casos incidentes).
Estos resultados siguieron siendo estadísticamente significativos después del ajuste para varios marcadores de la calidad nutricional de la dieta, para otras comorbilidades metabólicas (HR, 1,13; IC del 95%, 1,03-1,23) y para el cambio de peso (HR, 1,13; IC del 95%, 1,01 -1,27).
La cantidad absoluta de consumo de UPF (gramos por día) se asoció consistentemente con el riesgo de T2D, incluso cuando se ajustó la ingesta de alimentos sin procesar o mínimamente procesada (HR para un aumento de 100 g / d, 1.05; IC 95%, 1.02-1.08).
Discusión
En esta gran cohorte, el consumo de UPF se asoció con un mayor riesgo de diabetes tipo 2.
Hasta donde sabemos, aunque anteriormente se encontró que el consumo de UPF estaba asociado con un mayor riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares, mortalidad, síntomas depresivos, y trastornos metabólicos (obesidad, hipertensión y dislipidemia), no hubo un estudio epidemiológico prospectivo previo haya evaluado su asociación con el riesgo de diabetes tipo 2.
Se pueden postular varias hipótesis mecanicistas para explicar estos hallazgos. En general, loa UPF generalmente tiene una calidad nutricional más baja porque en promedio es más rica en sodio, energía, grasa, azúcar y menos en fibra y a menudo exhiben un índice glucémico más alto. Varios de estos factores están asociados con la diabetes tipo 2 con diferentes niveles de consenso.
Muchos grupos de alimentos, en su mayoría ultraprocesados (p. ej., carne procesada y bebidas azucaradas azucaradas) son factores de riesgo T2D reconocidos. Las bebidas azucaradas pueden afectar la salud metabólica por varias vías mecánicas que aún se debaten actualmente.
Consistentemente, en un ensayo clínico aleatorizado de 1 mes, una dieta ultraprocesada frente a una no procesada condujo a un aumento de la ingesta de energía, que estaba altamente correlacionada con el aumento de peso.
Es de destacar que el equilibrio energético y el sobrepeso están asociados con el riesgo de T2D. Sin embargo, esto no podría haber explicado por completo las asociaciones observadas porque nuestros modelos se ajustaron para el IMC y el cambio de peso.
Además, los grandes consumidores de UPF en nuestra población tenían menores consumos de granos enteros, frutas y verduras, lo que se recomienda en la prevención de la diabetes tipo 2, de acuerdo con nuestro hallazgo de menor riesgo de diabetes tipo 2 en los consumidores más altos de alimentos mínimamente / sin procesar.
Sin embargo, nuestros análisis mostraron que la asociación de riesgo UPF-T2D no se explicaba completamente por el menor consumo simultáneo de alimentos sin procesar / mínimamente procesados.
Además, la asociación de riesgo UPF-T2D se ajustó para la calidad general de la dieta y la ingesta de energía, y se mantuvo significativa en nuestros modelos después de un ajuste adicional para una amplia gama de factores dietéticos. Por lo tanto, estos factores no explicaron completamente las asociaciones observadas.
Conclusiones y relevancia
En este gran estudio prospectivo observacional, una mayor proporción de UPF en la dieta se asoció con un mayor riesgo de diabetes tipo 2.
Aunque estos resultados necesitan ser confirmados en otras poblaciones y entornos, proporcionan evidencia para apoyar los esfuerzos de las autoridades de salud pública para recomendar limitar el consumo de UPF.
Fecha: 19/12/2019
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=95282&fuente=inews&utm_source=inews&uid=445164
Desde su nacimiento, la naturaleza ha sentenciado a los humanos a una muerte inevitable. El instrumento de ejecución es el proceso de envejecimiento. He aquí tres hipótesis sobre cómo y por qué envejecemos.
Según las nociones científicas modernas que recogía Alexander G. Trubitsyn, del Instituto de Biología de la Academia de Ciencias de Rusia, en el número de noviembre pasado de Current Aging Science, solo habría dos causas fundamentales del envejecimiento: el daño fisiológico estocástico (aleatorio, azaroso) o la activación de un programa genético especial. Los experimentos confirman que las infecciones producen toxinas, que las mitocondrias generan especies reactivas de oxígeno (ROS) que causan mutaciones en el ADN nuclear y mitocondrial, que se producen errores en los procesos de reduplicación, transcripción y traducción del ADN, que la peroxidación de lípidos ocurre en las membranas, que hay glucólisis no enzimática y entrecruzamiento de moléculas, y más. Todo esto se acumula con el tiempo. Casi todos los experimentos destinados a aumentar la longevidad máxima de los animales, fallidos en su mayor parte, se reducen en última instancia a métodos que implican la prevención o restauración de tales daños.
A juicio de Trubitsyn, esto indicaría que el concepto de acumulación de daños fisiológicos estocásticos es incorrecto y, por lo tanto, habría que respaldar el concepto alternativo de envejecimiento genéticamente programado y las actuaciones sobre los genes. Tal enfoque ha tenido cierto éxito en animales, pero se ha visto inadecuado en los humanos debido a sus peligrosos efectos secundarios. Para el biólogo ruso los procesos estocásticos destructivos serían el mecanismo de ejecución del programa de envejecimiento. Dicho programa estaría regulado por un reloj especial de envejecimiento bioenergético que establecería la longevidad máxima específica de cada especie. Se entendería así “el efecto de alargamiento de la vida bajo restricción calórica (RC) y numerosos factores miméticos” de ese ayuno. “Nos da la oportunidad de entender por qué un murciélago vive diez veces más que un animal terrestre de tamaño similar”, así como la asombrosa longevidad de la rata topo (Heterocephalus glaber) en comparación con un ratón doméstico, la insignificante senescencia de algunas especies y por qué las células cancerosas son inmortales, entre otros fenómenos.
Vuelcos degenerativos
Ese reloj vital tendría tres momentos cruciales, según publicaba en diciembre pasado en Nature Medicine un equipo internacional dirigido por Benoit Lehallier y Tony Wyss-Coray, de la Universidad de Stanford en California: hacia los 34, 60 y 78 años el organismo experimentaría una especie de cambio de marcha sustancial. El envejecimiento no sería así un proceso largo y continuo con velocidad constante, sino que sufriría varios frenazos o declives degenerativos.
El equipo analizó datos del plasma sanguíneo de 4.263 personas de 18 a 95 años, en concreto de unas 3.000 proteínas diferentes que actúan como una instantánea de lo que sucede en el cuerpo: de ellas, observaron que 1.379 varían con la edad. Si bien los niveles de estas proteínas a menudo permanecen relativamente constantes, se hallaron grandes cambios en las lecturas de muchas proteínas en torno a la madurez (34 años), la mediana edad tardía (60 años) y la vejez (78 años). No está muy claro por qué se dan tales cadencias, pero los vínculos entre envejecimiento y proteínas sanguíneas pueden ayudar a establecer escalas de deterioro: “Hemos sabido durante mucho tiempo que ciertas proteínas en la sangre brindan información sobre la salud de una persona: lipoproteínas para la salud cardiovascular, por ejemplo”, dice el neurólogo Tony Wyss-Coray, del Centro de Investigación de Alzheimer de Stanford. “Pero no se había visto antes que tantos niveles de proteínas diferentes, aproximadamente un tercio de las que observamos, cambien notablemente con la edad”.
Después seleccionaron un conjunto de 373 proteínas que podrían usarse para predecir la edad de alguien con un margen de tres años más o menos. Cuando este sistema fallaba y predecía por ejemplo una edad demasiado joven para la real, significaba la excelente salud del sujeto: su edad cronológica no coincidía con su edad biológica o plasmática. Confirmaron también otra sospecha histórica: los hombres y las mujeres envejecen de manera diferente. De las 1.379 proteínas que cambiaban con la edad, 895 (casi dos tercios) eran significativamente más predictivas para un sexo que para el otro. Los autores advierten de que se trata de hallazgos incipientes, aún sin aplicación clínica, y que llevará mucho trabajo convertir estas proteínas en marcadores válidos para calibrar la velocidad del envejecimiento celular.
Un proceso no sistémico
En esta misma línea, otro equipo también de la Universidad de Stanford publica este mes en Nature Medicine que, así como las personas tienen un genotipo individual, también tendrían un senotipo (ageotype), una combinación de cambios moleculares y fisiológicos. Un varón de 50 años puede tener el metabolismo de un adolescente y otro de 45 puede padecer ya diabetes de tipo 2, pero con un sistema inmune fuerte, en función de múltiples factores genéticos, aleatorios y de estilo de vida; el envejecimiento no sería sistémico. “Todo el cuerpo envejece -explica Michael Snyder, director del estudio-, pero en un individuo determinado algunos sistemas envejecen más rápido o más lento que otros. Una persona es cardio-senescente, otra metabólico-senescente y otra inmuno-senescente”, como lo demuestran los cambios a lo largo del tiempo en casi 100 moléculas clave que juegan un papel en esos sistemas. “Hay bastante diferencia en cómo las personas experimentan el envejecimiento a nivel molecular”. Para observarlo analizaron a 43 personas sanas de entre 34 y 68 años al menos cinco veces durante dos años (midieron 10.343 genes, 306 proteínas sanguíneas, 722 metabolitos y 6.909 microbios). Así determinaron cuatro rutas de envejecimiento: metabólica, inmune, hepática y nefrótica. Los metabólico-senescentes por ejemplo, pueden tener mayor riesgo de diabetes o signos de hemoglobina A1c elevada; y los inmuno-senescentes pueden generar altos niveles de marcadores inflamatorios.
“Las diferencias en el envejecimiento entre personas sanas y resistentes a la insulina es algo que no se había visto antes”, afirma Snyder. “En general, encontramos que había alrededor de 10 moléculas que diferían significativamente entre las personas sensibles a la insulina y las resistentes a la insulina a medida que envejecían”. Muchos de esos marcadores estaban involucrados en la función inmune y la inflamación.
Si el envejecimiento es único e intransferible, el senotipo de un individuo podría conducir a intervenciones más precisas. Los cardiólogos, por ejemplo, podrían beneficiarse del control estricto del colesterol, los ECG periódicos y la detección de fibrilación auricular. En el periodo de estudio, los investigadores presenciaron cómo algunos marcadores seniles mejoraban con cambios saludables en el estilo de vida. De hecho, 15 personas se volvieron biológicamente más jóvenes durante el ensayo. La identificación de esos talones de Aquiles fisiológicos abre la puerta a intervenciones en ejercicio, dieta o farmacológicas. Idealmente, un hombre de 50 podría tener un riñón de 60 años y un corazón de 40: una mayor atención renal mejoraría su salud sistémica. “El senotipo es más que una etiqueta; puede ayudar a las personas a concentrarse en los factores de riesgo para la salud y encontrar las áreas en las que es más probable que tengan problemas en el futuro”, añade Snyder. “Nuestro estudio muestra que es posible envejecer mejor”.
José Ramón Zárate Covo
Fecha:20/1/2020
Fuente: Diario Médico, España.
https://www.diariomedico.com/opiniones/el-escaner/envejecimiento-un-reloj-tres-declives-y-cuatro-senotipos.html
En lo que podría ser un paso adelante hacia una cura para la diabetes tipo 1, los investigadores afirman haber desarrollado un método a gran escala para convertir células embrionarias humanas en células beta totalmente funcionales capaces de producir insulina.
La diabetes tipo 1, un trastorno autoinmune que afecta a más de tres millones de estadounidenses, se caracteriza porque el cuerpo destruye sus propias células beta pancreáticas, que son las productoras de la insulina. Sin insulina, que se necesita para convertir la comida en energía, la regulación del azúcar en la sangre se sale de control de forma peligrosa.
Actualmente, las personas con diabetes tipo 1 necesitan inyecciones diarias de insulina para mantener el control del azúcar en sangre. Pero “las inyecciones de insulina no curan la enfermedad”, señaló el coautor del estudio, Douglas Melton, de la Universidad de Harvard. Los pacientes son vulnerables a cambios metabólicos que pueden provocar complicaciones graves, como ceguera y la pérdida de extremidades, señaló esta semana en una teleconferencia.
“Deseábamos reemplazar las inyecciones de insulina con la solución de la naturaleza misma, la célula beta pancreática”, comentó Melton. Ahora, “reportamos la capacidad de producir cientos de millones de esas células”, añadió.
Melton tiene la visión de que, al final, un paquete de células beta del tamaño de una tarjeta se podrá trasplantar con seguridad en un paciente de diabetes y dejarse implantado un año o más, antes de que deba ser reemplazado.
Pero entre ese momento y la actualidad, se deben realizar ensayos en humanos, un proyecto que Melton cree que podría comenzar en unos tres años.
Si esa investigación aporta resultados, los hallazgos del equipo de Harvard podrían convertirse en un hito en el esfuerzo de varias décadas por hacer cumplir la promesa de la investigación con células madre como una forma de acceder a nuevos tratamientos para todo tipo de enfermedades.
Melton, codirector del Instituto de Células Madre de Harvard, describió su trabajo como una “cruzada personal”, dado que tiene dos hijos con diabetes tipo 1.
Melton y sus colaboradores describieron los resultados recientes en la edición del 9 de octubre de la revista Cell.
Las células madre son en esencia células no diferenciadas a las que se puede inducir para que se conviertan en células especializadas específicas de un tejido u órgano, según los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU.
En algunos casos, esas células se extraen del tejido embrionario. Una alternativa es la posibilidad de derivar células madre de células adultas antes de la especialización, que entonces se reprograman para que vuelvan a un estado no diferenciado. Se conocen como células madre pluripotentes inducidas.
Dado que el estudio actual se inició antes de la innovación de las células madre pluripotentes inducidas, Milton dijo que su equipo llevó a cabo el trabajo usando células madre embrionarias. Sin embargo, dijo que la capacidad recién encontrada de generar grandes cantidades de células beta funcionará usando cualquiera de los dos tipos.
Las personas sin diabetes tienen en promedio mil millones de células beta, pero en realidad se necesitan apenas alrededor de 150 millones para realizar su función, comentó Melton. Producir esa cantidad ya no es un problema, según los investigadores.
Las células beta inducidas tienen más o menos la misma expresión genética, estructura y función que las células beta humanas que se producen de forma natural, explicaron los autores del estudio. Y las pruebas actuales con animales sugieren que cuando se trasplantan en ratones, no solo controlan la diabetes, sino que la curan.
“Cuando se proveen a un ratón con el sistema inmunitario afectado, podemos curar la diabetes de inmediato, en menos de diez días”, aseguró Melton.
En el futuro, el escollo será replicar ese escenario en animales cuyo sistema inmunitario está sano y en guardia. Es posible que la activación de una respuesta inmunitaria automática pueda detener la curación, dijeron los científicos.
Pero ya se está trabajando para resolver ese problema. Hasta ahora, dijo Melton, “las células han vivido seis meses en los animales. Pero esto todavía está en proceso, así que no sabemos cuánto tiempo sobrevivirán en última instancia”.
Además, los expertos anotan que los hallazgos con animales con frecuencia no se replican en los humanos.
Albert Hwa, director de investigación de descubrimientos de la JDRF, que antes se conocía como la Juvenile Diabetes Research Foundation, afirmó que los resultados del equipo hasta la fecha son un “hito importante”.
“Siempre hemos sabido del potencial de la investigación con células madre para producir este tipo de resultado”, comentó. “Una de las promesas de la investigación con células madre ha sido la medicina regenerativa para reemplazar órganos o tejidos con el fin de curar enfermedades. Y este es un ejemplo de esa promesa. Así que es algo muy significativo”.
Hwa añadió que en la diabetes “permitir el acceso fácil a este tipo de producción celular probablemente tenga un impacto potentísimo en el tratamiento en el futuro”.
Más información
Para más información sobre la diabetes, visite la Asociación Americana de la Diabetes (American Diabetes Association).
JUEVES, 9 de octubre de 2014 (HealthDay News) –
Fuente: http://www.healthfinder.gov/news/newsstory2.aspx?Docid=692619&source=govdelivery&utm_medium=email&utm_source=govdelivery
Durante los últimos 40 años la región de Latinoamérica ha sufrido una transición en la que se ha cambiado de ser un área con una población de bajo peso a una con sobrepeso y presencia de desnutrición. ¿Qué futuro espera a una región donde más de la mitad de las mujeres tienen sobrepeso u obesidad? ¿Qué hacen países como Chile y México en los que este problema afecta a dos tercios de las mujeres y más de la mitad de los hombres? Tras un análisis exhaustivo de las probables causas y soluciones para la obesidad en Latinoamérica, publicada en la revista Obesity Reviews, los autores hacen una propuesta de mercado: Aumentar el precio de los alimentos menos saludables y bajar el de los saludables.[1]
Los hábitos alimenticios más recientes en Latinoamérica y sus consecuencias en la salud de la población fueron a analizados por Barry M. Popkin, Ph. D, profesor de nutrición, de la University of North Carolina, en Chapel Hill, Estados Unidos, y Thomas Reardon, del Departamento de Agricultura, Alimentación y Economía de los Recursos, de la Michigan State University, en East Lansing, Estados Unidos.
Para el estudio, financiado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y National Institutes of Health, de los Estados Unidos, Popkin y Reardon dedicaron un año a revisar evidencias mediante un análisis que publican en un informe de 36 páginas.
Según sostienen los autores, los cambios de dieta y sus consecuencias sobre la salud han ocurrido en paralelo, y en una causalidad de dos vías, con cambios en el sistema de producción y transporte de alimentos.
“Por la forma que se está alimentando, Latinoamérica va a ver en la próxima década mucha más gente enferma, enfrentando muerte temprana y discapacidad”, dijo a Medscape en Español Popkin, académico que estudia los cambios dinámicos en la ingesta dietética y los patrones de actividad física y las tendencias en torno a la obesidad y otras enfermedades no transmisibles relacionadas con la nutrición, y quien desarrolló el concepto de transición nutricional.[2]
Aumento en el índice de masa corporal
Si, como muestra el informe, 56,11% de las mujeres latinoamericanas padecen sobrepeso u obesidad, el mayor impacto será a futuro; ya que esta cifra aumenta aproximadamente 1% cada año.
“Es muy importante poner sobre la mesa la importancia de la obesidad en la mujer y la primera infancia, grupos vulnerables y de alta importancia epidemiológica”, destaca la Dra. Irina Kovalskys, investigadora y pediatra especialista en nutrición, quien no participó del estudio. “En la mujer existe lo que se llama transmisión transgeneracional, madres con sobrepeso van a tener mayor riesgo de tener hijos con peso alto o bajo al nacer, y ambos son factores de riesgo para síndrome metabólico y obesidad. Si nace una niña, habrá una transmisión generacional del problema”.
El análisis histórico muestra que, en México, el sobrepeso y la obesidad surgieron antes de que en otras zonas y en los últimos 20 años aumentó sensiblemente. En Brasil, donde los datos del siglo XX muestran poco sobrepeso y obesidad, también hubo grandes aumentos recientes.
Las consecuencias futuras no se limitarían a lo esperado por el aumento en el índice de masa corporal (IMC). Los autores encontraron que, en muchos países, en los últimos 20 años, la obesidad central (circunferencia abdominal) creció aun sin cambio en el IMC. Y estudios de Estados Unidos sugieren que por cada nivel de IMC arriba de 22, el riesgo de diabetes es mayor para latinos que para caucásicos no hispanos.
La situación que los autores documentan en Latinoamérica es aún más compleja, por la doble carga de obesidad y desnutrición, incluso dentro de la misma vivienda. En 10% de los hogares hay jóvenes de talla baja y madres con sobrepeso u obesidad. Fuera de Haití y Guyana, casi no hay casi desnutrición aguda, pero la talla baja relacionada con alimentación infantil deficiente es alta, alcanza 16% en los preescolares de la región, teniendo niveles más altos en Bolivia, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras y Nicaragua (donde alcanza a 20% de los preescolares). El sobrepeso también se expande entre los niños, 9,3% de los chilenos y 9,8 de los mexicanos menores de 5 años lo padecen.
¿Qué comemos?
En forma general, se evidencia una disminución en el consumo de carbohidratos y aumento de grasas. Latinoamérica consume más del triple de azúcar agregada que lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo bebidas la principal fuente en niños, adolescentes y jóvenes. Tres de los 5 mayores consumidores de bebidas endulzadas están en la región (México, Argentina y Chile).
Ningún país se acerca al objetivo de 5 a 7 frutas o vegetales diarias y las legumbres representan menos del 5% o 10% de la energía consumida. Según los autores, no hay datos confiables sobre el consumo de granos en la región.
En México y Brasil, los aperitivos (snacks) están documentados como un elemento crítico de la alimentación no saludable. En los brasileños mayores de 10 años, 21% de la energía diaria provienen de aperitivos. La denominada “comida chatarra” es un éxito en ventas, sobre todo en México: 58 gramos per cápita por día, casi cuatro veces más que en Colombia (16 g per cápita por día).
El análisis temporal muestra que la dieta de la región comenzó a cambiar en los años ochenta y las alteraciones se aceleraron en las décadas siguientes. Latinoamérica consume en forma creciente alimentos poco saludables y de bajo valor nutricional, bebidas azucaradas y aperitivos, y esto se da de forma simultánea al aumento en las comidas fuera de casa. “En las escuelas, en los supermercados, en los negocios de conveniencia, en la calle, en todos lados se ven comidas ultraprocesadas y eso va cambiando la forma que la gente come”, remarcó Popkin.
El informe profundiza y rastrea las causas en la evolución de los supermercados, las cadenas extranjeras y locales de comida rápida y los cambios logísticos. Según los autores, estos cambios en el sistema de abastecimiento de alimentos junto a la disminución de la actividad física, condujeron a los altos niveles de obesidad a todas las edades que se observan hoy.
“El artículo aporta gran cantidad de datos para estimar la ingesta poblacional y una minuciosa descripción que abarca desde la producción y aprovisionamiento de alimentos básicos y sus extractos artificiales, hasta su llegada al comercio minorista”, como comentario para Medscape en Español el Dr. Julio C. Montero, presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios, quien no participó en el estudio.
“Por corresponder a diversidad de etnias, culturas, sociedades y estilos de vida con notables diferencias entre ellas, dichos datos, aplican a la confirmación general de algunas asociaciones conocidas, que vinculan calidad alimentaria decreciente con el desarrollo de las así llamadas ‘enfermedades de la transición nutricional’”.
Sin embargo, el Dr. Montero marca lo que falta en el cuadro: “Esta exhaustiva descripción de la cadena de producción-comercialización es la que posibilita el consumo, pero no contribuye a explicar las bases biológicas que lo impulsan. Introduce una línea divisoria entre componentes facilitadores (disponibilidad, precio, mercadotecnia, valor sociocultural) y causales reales del cambio alimentario inconveniente”.
Entre las causas, el Dr. Montero destaca un aspecto no considerado en el trabajo, el papel de las señales químicas engendradas por efecto de la combinación de nutrientes, alimentos y aditivos. “La escasez de datos sobre el conjunto de sustancias agregadas a la alimentación, aditivos e ingredientes, circunscribe sus efectos indeseables solo al exceso y al déficit, tanto de nutrientes como de comidas. Así, queda diluido el importante capítulo de los disruptores químicos que —sin función de nutrición conocida— son incorporados tanto a alimentos naturales como a los comestibles artificiales. Estos agregados, no exentos de efectos sobre funciones y tejidos, constituyen uno de los criterios fundamentales en que se basa el modelo de perfil de nutrientes de la OPS [Organización Panamericana de la Salud]/OMS y la justificación del sistema NOVA”.
El sistema NOVA comprende 4 grupos de alimentos separados según la naturaleza del alimento, el grado de procesamiento y la finalidad del mismo:
-Alimentos de origen animal o vegetal sin procesar o mínimamente procesados.
-Ingredientes culinarios procesados.
-Alimentos procesados.
-Productos ultraprocesados.
Recopilación exhaustiva y aún incompleta de datos en la región
Los datos son, como siempre para la región, incompletos. “En Argentina”, ejemplifica la Dra. Kovalskys “la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición es del año 2005 y desde hacía 40 años que no se hacía. Ahora se está planeando repetir para 2018 – 2019″.
México es el único país de la región que obtuvo información de la dieta en sus estudios nacionales (1988, 1999, 2006, 2007, 2012) y, aunque los primeros se perdieron, el resto permite entender los cambios en el tiempo. La falta de información fue contrarrestada por los autores mediante la utilización de balances de la FAO, relacionados con la producción y datos de tendencias de ventas (Euromonitor International Passport database) que, aunque superiores al consumo real, permiten comparar categorías.
“Hay bastante diferencia entre estimar y medir, especialmente entre países que responden a identidades culturales muy diferentes”, añade la Dra. Kovalskys. Como coordinadora del Comité de Salud, Nutrición y Calidad de vida del International Life Sciences Institute Argentina, en Buenos Aires, Argentina, la Dra. Kovalskys es primera autora de un estudio sobre las principales fuentes de energía en adolescentes y adultos de Argentina, Chile, Perú, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Venezuela, de próxima publicación en Public Health Nutrition.[3]
“Dos regiones pueden ser similares en ingesta de macronutrientes, pero presentar grandes diferencias en los grupos de alimentación. La identidad cultural es muy importante a la hora de planear actividades de salud pública y la manera de educar para aumentar el consumo de alimentos más saludables”.
En este trabajo, donde se realizaron entrevistas a 9.218 personas, los autores encontraron evidencias de tal variabilidad cultural. Si bien la población estudiada obtenía el 2,44% del total de la energía de legumbres, este valor era más del doble en Costa Rica y menos de una décima parte de eso en Argentina.
Propuestas de soluciones
“Dejamos el control de nuestra alimentación en las empresas”, reflexiona Popkin. “No son diabólicas, solo quieren hacer dinero, pero saben cómo manipularnos, con los colores y sabores que nos gustan. El lado malo es que lo hacen con comidas que no son saludables”.
Para intentar que la gente tenga dietas más saludables, Popkin cuenta con que los gobiernos que tomen las riendas en regular y hagan los cambios necesarios para que, de alguna manera, la comida saludable sea más económica y que la más procesada, que hoy es barata, sea más cara. Reglamentaciones y presión ciudadana para actuar sobre la industria son, a su juicio, es la manera de modificar este camino.
La comida procesada, envasada y saludable es el objetivo deseable para Popkin. Pero analiza la situación actual y agrega: “Latinoamérica está liderando el mundo. Hay países que están a la vanguardia en la demanda de soluciones, sea a través de impuestos y controles de mercadotecnia”.
El estudio presenta a México y Chile como líderes regionales, aplaude la decisión de México de aumentar sensiblemente el valor de los impuestos a las bebidas endulzadas y alimentos no esenciales, y del gobierno chileno en relación la mercadotecnia para niños en alimentos procesados y bebidas ricas en azúcar agregada, sodio y grasas saturadas, y en el sistema de etiquetado. “Brasil está tratando de etiquetar comida no saludable; si lo consigue será una revolución”, se entusiasma Popkin.
En el trabajo, se reconoce que no existen aun evaluaciones a largo plazo de estas medidas en la lucha contra sobre la obesidad y se especula que los controles de mercadotecnia serían, como ya lo mostró el tabaco, un camino necesario para transitar, pero no la solución.
Los autores descreen también del “retroceso” a dietas tradicionales dominadas por alimentos no procesados o moderadamente procesados “porque, además de enfrentar industrias poderosas, iría en contra de la conveniencia de la vida actual de los consumidores”. A Popkin le interesa más discutir cómo llegar a la tercera fase de la transición: la industrialización de alternativas saludables.
El papel de los médicos
“El artículo crea las condiciones para que el médico y el nutricionista asistencial demanden la sustitución de intervenciones viejas y fracasadas por nuevos paradigmas para la prescripción de un modelo de alimentación saludable”, dice el Dr. Montero. Como docente universitario en las Universidad de Buenos Aires y la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires, Argentina, agrega: “Deberían revisarse los conceptos nutricionales transmitidos en las materias básicas de la carrera de medicina y de nutrición, hoy están impregnadas de tendencias y expresiones desactualizadas. Y no solo que la clase médica, desde las autoridades del sistema de salud debería buscarse una coincidencia de criterios y mensajes para incluir a profesionales de la salud, sociedades científicas, docentes, referentes sociales y al sector empresarial de alimentación”.
“Creo que las facultades de medicina de Latinoamérica están reaccionando demasiado lentamente”, coincide Popkin. Los expertos en salud pública y las sociedades médicas tratan de promover cambios, pero las facultades siguen el modelo médico antiguo. Entrenar en alimentación saludable no está en la curricula. Eso tendrá que cambiar”.
Popkin, el Dr. Montero y Dra. Kovalskys han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. El estudio ELANS, dirigido por la Dra. Kovaskys fue apoyado por diez entidades académicas y Coca Cola Company sin intervención en el diseño, evaluación ni publicación de los resultados.
Referencias
Popkin BM, Reardon T. Obesity and the food system transformation in Latin America. Obes Rev. 24 Abr 2018. doi: 10.1111/obr.12694. PMID: 29691969. Artículo
Nutrition Transition Program. The Nutrition Transition. Disponnible en: http://www.cpc.unc.edu/projects/nutrans
Kovalskys I, Fisberg M, Gómez G, Pareja RG, y cols.; ELANS Study Group. Energy intake and food sources of eight Latin American countries: results from the Latin American Study of Nutrition and Health (ELANS). Public Health Nutrition. En prensa. doi:10.1017/S1368980018001222.
Roxana Tabakman 30 de mayo de 2018
Fecha: 4 de junio de 2018
Fuente: Medscape, https://espanol.medscape.com/verarticulo/5902752?nlid=122558_4001&src=WNL_esmdpls_180604_mscpedit_gen&uac=120961CT&impid=1649189&faf=1#vp_1
Matías A. Loewy
PUNTA DEL ESTE, URY. Sherlock Holmes, el famoso detective creado por el médico Arthur Conan Doyle (1859 – 1930), suele ser celebrado por su aguda capacidad de observación y deducción para la resolución de casos criminales.[1] Y House (Dr. House), el nefrólogo e infectólogo misántropo, posiblemente autista y adicto a las drogas, que protagonizó una serie emitida entre 2004 y 2012, se transformó en algo así como el arquetipo del médico sagaz capaz de diagnosticar aquellas enfermedades en las que nadie piensa.
Pero para el Dr. Roberto Parodi, profesor de la Cátedra de Clínica Médica y Terapéutica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), vicedirector de la carrera de especialización en clínica médica de esa casa de estudios y presidente del Foro de Medicina Clínica Argentina, ambos personajes de ficción también pueden servir para alertar sobre una de las principales causas de error médico: los sesgos cognitivos, aquellas “trampas de la mente” o inclinación por lo general involuntaria e inconsciente a pensar de cierta manera.
Sobre dicho tema expuso en el XI Congreso Latinoamericano de Medicina Interna SOLAMI 2019, que se celebró en esta ciudad del 13 al 16 de marzo.
Se estima que 70% de los errores médicos está en el diagnóstico y no en otros procesos; 10% – 15% de las veces que hacemos diagnósticos nos equivocamos o lo retrasamos. Aunque muchas ocasiones lo atribuimos a la falta de conocimiento, en realidad suelen producirse por errores de razonamiento”.
“Y tanto Sherlock Holmes como House ilustran en algunos casos sobre los sesgos cognitivos que uno puede tener para equivocarse”, comentó el Dr. Parodi a Medscape en Español.
¿Qué frases o conductas de Holmes pueden ser aleccionadoras?
Holmes decía que es un error formular teorías antes de tener todos los hechos recabados. Es un error capital teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de ajustar las teorías a los hechos, afirmó en Escándalo en Bohemia.
En efecto, podemos hacer un cierre prematuro del diagnóstico o adaptar la información a la hipótesis diagnóstica que tenemos, deformando los hechos para que encajen en las teorías, cuando debería ser al contrario. Ejemplos de este sesgo son los diagnósticos intuitivos y los ‘empaquetados’, cuando alguien hizo antes el diagnóstico por nosotros.
¿Cuál es el riesgo de teorizar?
Si desde la guardia nos llaman para ver “una embolia de pulmón” o “una neumonía”, la mente ya empieza a jugar trampas. Es un proceso inconsciente. Empezamos a dar más jerarquía a los signos y síntomas que van a favor del diagnóstico que vamos a buscar, o supusimos en primera instancia, y omitimos aquellos que se oponen a él.
Respecto a House, ¿el ‘ojo clínico’ predispone a sesgos?
House usa scripts o guiones de enfermedad derivados de la experiencia previa en algunos diagnósticos instantáneos. Pero también advierte sobre el principio de la navaja de Ockham, fraile franciscano fallecido a mediados del siglo XIV, quien aseguraba que ante varias explicaciones alternativas, la más probable es la más simple.
House refuta que la más simple es la más probable, pero no necesariamente la verdadera. Son sesgos que no tienen que ver con recabar la información, sino en cómo se interpreta. Nuestra mente suele buscar las cosas más probables y por eso creemos que son verdaderas. Pero a veces, si se oye galopar, no son caballos, sino cebras.
¿Es incorrecto que el médico piense primero en el diagnóstico más probable?
Por supuesto. Uno se maneja con la epidemiología y con la probabilidad, porque de otra manera un paciente acudirá con una gastroenteritis y pensaremos en una porfiria. No debería ser así. No hay que salir a buscar de manera antojadiza cebras por el camino, o unicornios, pero tampoco hay que cerrarse a la posibilidad de que el paciente pueda tener algo improbable.
En cuanto a diagnósticos ‘empaquetados’, ¿cuánto influye o condiciona la opinión de un experto en el juicio propio?
Mucho. El peso que tiene la opinión de un maestro, el magister dixit o argumento de autoridad, bloquea el razonamiento y la consideración de una hipótesis alternativa. Si lo dijo el maestro, ¿para qué pensar algo distinto? Nuestra mente empieza a cerrarse y a desechar datos que no encajan con esa afirmación.
Hace un año tuvimos una paciente derivada con un diagnóstico de hepatitis fulminante. Vino el hepatólogo, lo confirmó y recomendó que se transfiriera a un centro de trasplantes. Desde ese momento, todos los diagnósticos diferenciales quedaron “clausurados”, aun cuando había hallazgos inesperados que no coincidían con esa entidad, como, por ejemplo, alteraciones en el electrocardiograma al ingreso.
Finalmente, después de presentar una serie de complicaciones (como sobrecarga hídrica y signos de insuficiencia cardiaca), se descubrió que la paciente tenía miocarditis. Ahí también jugó otro sesgo muy común, la “heurística de anclaje”: uno queda fijado a un diagnóstico y le cuesta despegarse de este.
¿En los errores diagnósticos pueden sumarse varios sesgos cognitivos?
Por supuesto. Cuando era residente de primer año me llamaron de madrugada a la guardia para ver una exacerbación de enfermedad pulmonar obstructiva crónica. El paciente, gran fumador, tenía más falta de aire de lo habitual, poco más de tos; todo parecía encajar. Pero a la mañana siguiente, cuando presenté el caso a los residentes superiores y mostré la placa de tórax, apareció de modo evidente que tenía un neumotórax.
Me pregunté: “¿Cómo no lo vi anoche?”. La reacción inicial ante estas situaciones es flagelarse, pensar que uno es un inepto. Pero hoy puedo analizarlo de otro modo. Además del cansancio por la hora, el paciente venía con un diagnóstico previo empaquetado. Otro sesgo que pudo haber actuado es el sesgo de disponibilidad y apuesta de frecuencia: son mucho más frecuentes las exacerbaciones de enfermedad pulmonar obstructiva crónica que los neumotórax.
Otro sesgo pudo ser la sobreconfianza: creer que uno sabe más de lo que realmente sabe, por lo cual actúa con datos incompletos. Ese exceso de confianza puede ser incluso más alto entre los residentes.
¿En qué medida puede sesgar el diagnóstico el antecedente reciente de otros pacientes?
Nuestra mente cree que aquello que pensamos más rápidamente es más probable. Y eso tiene que ver mucho con las experiencias recientes de enfermedades. Si en la sala un paciente terminó con una hepatitis E, cuando poco después aparezca otro caso de hepatitis es más probable que no se escape pensar en ese virus.
La contrapartida son aquellos diagnósticos que hace mucho no vemos, y al no tenerlos “disponibles”, no los contemplamos de forma rápida y automática. Hace tiempo entró al hospital un hombre accidentado con un petardo [pirotecnia]. El cuadro parecía una infección de piel y partes blandas. Pero cuando vino una residente de primer año, que tomó la guardia de cero y no conocía al paciente, advirtió que en realidad tenía tétanos.
¿Por qué lo omitieron los instructores y médicos más experimentados? Porque hacía 20 años que el hospital no atendía un caso de tétanos. No era un diagnóstico disponible.
¿Por qué pudo darse cuenta la residente?
La explicación sería que un residente de pocos meses tiene pocos scripts o guiones de enfermedades, y para ella está al mismo nivel la infección de piel y partes blandas, que uno ve 10 casos por semana, que el tétanos. Tiene la misma disponibilidad mental para optar por una u otra enfermedad.
¿Cómo juega en los sesgos la relación con los pacientes?
Dentro de todos estos sesgos, un gran capítulo sería el referente a los sesgos afectivos. La relación con los pacientes nos puede llevar a apresurar a hacer el cierre de un diagnóstico por intolerancia a la incertidumbre, o incluso por vanidad.
A veces el mismo médico se autoconvence de esa certeza y es muy difícil recalcular cuando aparecen nuevos datos inesperados, como la huella que encuentra Robinson Crusoe en una isla desierta: se le puede tomar en cuenta para replantear el escenario (“no estoy solo en la isla” o “quizás el diagnóstico es otro”), o se le puede pasar el pie por encima y seguir adelante con la presunción inicial.
También está estudiado que, si tenemos un vínculo muy importante con el paciente, de empatía hacia simpatía, tendemos a pensar menos en diagnósticos de mal pronóstico. Nuestro cerebro nos dice: “no quiero que tenga X”, dejo de pensar en eso y a veces dejo de buscarlo, aunque haya muchos indicios que lo sugieran.
¿Qué se hace para luchar contra todos esos sesgos?
Lo primero es crear un ambiente de trabajo en equipo, que pueda dejar de lado las jerarquías y los prejuicios, y tener tolerancia a la incertidumbre. Otro factor es tener un ambiente de error no punitivo, tomarlo como una gran oportunidad de aprendizaje: a veces se acierta y a veces se aprende. También tratamos de hacer metacognición, de ver qué fue lo que me hizo equivocar: si fue el diagnóstico previo que me dieron en la guardia, no haberle dado importancia a un dato, etcétera.
Trabajar sobre eso. Creo que es un camino que se puede seguir y que nos puede ayudar en la práctica diaria. Pero no hay una solución simple. Otro punto central es enfatizar la importancia de una buena historia clínica, porque hay más probabilidad de que falle el razonamiento cuando hay datos insuficientes o incompletos. Por eso se dice que después de una historia clínica, la mejor herramienta complementaria es repetirla.
¿Podría ser de ayuda recurrir a colegas externos que no estén “contaminados” con un diagnóstico presuntivo previo?
Por supuesto. Algún médico me dijo que lo que hacía en caso de duda era pedirle a un colega de la misma especialidad que viera a su paciente, pero sin contarle nada previamente. Es más, siempre que me llamaban de la guardia, les pedía que no me dieran su impresión diagnóstica.
“Prefiero verlo primero y después discutimos el caso”. Porque de otra forma nuestra mente focaliza la atención en los signos y síntomas que concuerdan con ese diagnóstico, aunque tengamos la ilusión de atender globalmente todo el contexto.
Es como ese famoso experimento en el que los participantes se concentran en ver cuántas veces se pasan la pelota un grupo de basquetbolistas, y no advierten que un gorila atraviesa el campo de juego. ¿Por qué no lo ven? Porque están enfocados solo en un punto, en contar los pases.
¿El médico que cuestiona sistemáticamente los diagnósticos previos no pasa a ser resistido por sus colegas?
Es que no puede ser sistemático: hay que poner en duda los diagnósticos si tengo elementos. Los escépticos dicen que los sesgos son algo inherente a la heurística de nuestro sistema de razonamiento intuitivo, rápido, automático, y que por eso son muy difíciles de controlar. Que por más que los hagamos conscientes mediante la metacognición, puede que no los resolvamos.
También argumentan que someter al razonamiento analítico todas las situaciones puede generar médicos temerosos, muy cautelosos, hiperalertas y proclives a indicar un exceso de estudios. Pero no hay que ir a los extremos. Hay que ser conscientes de las trampas que nos puede jugar la mente y ser capaces de identificar aquellos casos seleccionados que dejan un espacio para la revisión del diagnóstico. Los griegos decían que lo óptimo es la mesura.
Siga a Matías A. Loewy de Medscape en Español en Twitter @MLoewy.
Fecha:16/4/2019
Fuente: Lo que Sherlock Holmes y House enseñan sobre los sesgos cognitivos en el diagnóstico – Medscape – 16 de abr de 2019.
https://espanol.medscape.com/verarticulo/5903928?src=mkm_latmkt_190510_mscmrk_top5latam_nl&uac=120961CT&impID=1959249&faf=1
Dr. Bruce Y. Lee
¿Conoce a este paciente? Es esférico y de edad avanzada, de aproximadamente 4.500 millones de años, y últimamente ha pasado por algunos cambios perturbadores, como el aumento de su temperatura, especialmente en décadas recientes.
No cualquier día se presenta el planeta Tierra a su clínica, servicio de urgencias, hospital o sala de operaciones, pero ¿ha notado lo que sucede a la Tierra? Una gran cantidad de datos científicos muestra que el clima de la Tierra ha estado cambiando:
-La temperatura promedio de la superficie de la Tierra ha aumentado aproximadamente 1,62 grados Fahrenheit (0,9 °C) desde fines del siglo XIX; la mayor parte de este aumento ocurrió en los últimos 35 años.
-Los cinco años más cálidos en la historia ocurrieron a partir de 2010.
-Cada año, de 1993 a 2016, Groenlandia ha perdido un promedio de 281 mil millones de toneladas de hielo y la Antártida un promedio de 119 mil millones de toneladas, triplicando el índice de pérdida (en la Antártida) de la última década.
-Los niveles del mar aumentaron 8 pulgadas en el siglo pasado, duplicando los valores del siglo anterior en las últimas dos décadas.
-Los eventos de lluvias intensas están aumentando.
-La acidez del agua superficial del océano ha aumentado 30% desde el comienzo de la Revolución Industrial.
El cambio climático es real y, como dice una página web de la NASA, “97% o más de los científicos del clima que publican activamente está de acuerdo: las tendencias del calentamiento global en el último siglo son principalmente debidas a las actividades humanas”.
Por supuesto, la Tierra no está realmente en la lista de pacientes. Sin embargo, ya que el cambio climático también afecta la salud humana, podemos considerar que está bajo su cuidado. Aquí hablamos sobre 10 formas en las que los pacientes pueden verse afectados por el cambio climático y qué podemos hacer al respecto.
1. Aumenta el riesgo de presentar problemas respiratorios, como alergias, asma, enfermedades pulmonares crónicas y cáncer de pulmón. Los cambios en las concentraciones de dióxido de carbono, la temperatura del aire y la precipitación, pueden generar más ozono, polen, esporas de moho, partículas finas y sustancias químicas en el aire, que pueden irritar y dañar los pulmones y las vías respiratorias.
Qué decir a sus pacientes: preste atención a las mediciones y alertas sobre la calidad del aire, y permanezca en casa durante los días con mala calidad del aire. Informe a su médico acerca de cualquier síntoma respiratorio o alérgico de nuevo inicio y cuándo y dónde se presentan, ya que su médico puede solicitar exámenes, como una prueba para alergias. Considere mudarse a otro lugar si la calidad del aire no mejora y si los síntomas persisten.
2. Aumenta el riesgo de cáncer de piel y cataratas. La disminución del ozono permite que se filtre más radiación ultravioleta, lo que puede provocar cáncer de piel y cataratas.
Qué decir a sus pacientes: utilice protección solar y para los ojos, no pase mucho tiempo bajo el sol y cúbrase de este cuando sea posible. Consulte a su médico periódicamente para que le revise la piel.
3. Aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular y accidente cerebrovascular. El aumento de la temperatura, junto con una mala calidad del aire y el estrés de los fenómenos meteorológicos extremos, pueden afectar el sistema cardiovascular. Además, el cambio climático puede fomentar la propagación de algunos insectos que transmiten enfermedades que quizá afecten el corazón, como la enfermedad de Lyme y la enfermedad de Chagas.
Qué decir a sus pacientes: esté pendiente de los informes meteorológicos. Protéjase de las temperaturas extremas quedándose en casa o al menos bajo suficiente sombra o un refugio adecuado. Consulte a su médico periódicamente para evaluar su función cardiovascular, y no ignore los síntomas cardiovasculares, como el dolor de pecho o del brazo, y la dificultad para moverse, hablar o pensar. Trate de manejar su estrés. Protéjase de los insectos.
4. Agotamiento por calor o golpe de calor. Por las crecientes temperaturas.
Qué decir a sus pacientes: esté atento a los informes meteorológicos y la temperatura. Utilice el aire acondicionado cuando sea apropiado, y minimice el tiempo al aire libre cuando haga calor. Use protección solar y ropa para climas cálidos.
5. Problemas de nutrición, como desnutrición u obesidad. El cambio climático puede influir en la producción de alimentos al afectar adversamente tanto a las plantas como a los animales, lo que lleva a una menor disponibilidad de alimentos más naturales y saludables, como frutas y verduras.
El cambio climático también puede aumentar la población de insectos, lo que provoca el uso de más pesticidas y sustancias químicas que podrían permanecer en los alimentos. Los fenómenos meteorológicos extremos pueden provocar la contaminación del suministro de alimentos con toxinas, como plomo, mercurio y arsénico. Además, pueden producirse floraciones de algas tóxicas, que luego pueden afectar a la población de peces, y en última instancia, su salud.
Todo esto puede llevar a una mayor dependencia de alimentos procesados y poco saludables.
Qué decir a sus pacientes: preste atención a los ingredientes de su comida. Trate de consumir alimentos menos procesados, que no tengan demasiada azúcar agregada, sal o ingredientes artificiales. Discuta su dieta con un médico o nutriólogo, no con alguien que abogue por dietas de moda que no estén respaldadas por evidencia científica. Es mejor confiar en sus alimentos para obtener los nutrientes necesarios, que en los suplementos.
6. Enfermedades transmitidas por los alimentos. Los cambios en la temperatura, la precipitación y el nivel del mar, así como los fenómenos meteorológicos extremos, pueden crear las condiciones propicias para la propagación de microbios causantes de enfermedades (por ejemplo, la bacteria Vibrio), que pueden contaminar los alimentos.
Qué decir a sus pacientes: mantenga un registro de las alertas de enfermedades transmitidas por los alimentos de los Centers for Disease, Control and Prevention y la Food and Drug Administration de Estados Unidos. Esté al tanto de los registros de seguridad para las diferentes compañías de producción de alimentos y minoristas. Verifique que las regulaciones de seguridad alimentaria estén vigentes y qué tan bien se cumplen. Existen regulaciones para proteger al consumidor.
Practique buenas técnicas de seguridad alimentaria, como lavarse las manos con frecuencia y minuciosamente, y limpiar los utensilios y otros objetos que hayan tocado alimentos crudos o potencialmente contaminados; cocine los alimentos de forma adecuada y completa.
Si cree que puede estar sufriendo de una enfermedad transmitida por alimentos, comuníquese con su médico lo antes posible. Algunos casos pueden ser peligrosos y mortales. Además, su médico puede notificar a las autoridades si sospecha un brote.
7. Salud mental y problemas relacionados con el estrés. Los eventos climáticos extremos, como inundaciones, incendios forestales y tornados, no son divertidos, a menos que sea Tormenta de los Hombres-X o Tornado Rojo (a quien Supergirl derrotó en la primera temporada). Tampoco lo es la contaminación, a menos que de alguna manera se beneficie de ella. Incluso pequeños cambios en la temperatura, precipitación y nivel del mar, pueden afectar sus síntomas.
Qué decir a sus pacientes: preste atención a su salud mental. No debe haber vergüenza o estigma en admitir que no se siente bien o que enfrenta desafíos de salud mental. Discuta su salud mental con su médico y otros profesionales de la salud con frecuencia. Es posible que su médico realice un chequeo regular de salud mental para ver cómo se encuentra. No tenga miedo de hablar con su médico o profesional de salud mental sobre cualquier tema.
8. Enfermedades transmitidas por insectos. Los cambios en la temperatura, la lluvia, la humedad y otros patrones climáticos pueden facilitar la propagación, la persistencia y el comportamiento de picadura y succión de mosquitos, chinches, garrapatas y otros insectos que pueden transmitir enfermedades como malaria, dengue, Zika y enfermedad de Chagas, fiebre del oeste del Nilo y enfermedad de Lyme.
Qué decir a sus pacientes: infórmese sobre dónde se encuentran estos insectos y si existen cambios. Use repelente de insectos y ropa protectora si va a estar expuesto a estos. Permanezca en casa durante las horas en las que estos insectos son más activos. Deshágase de cualquier cosa que permita que se reproduzcan, como agua estancada en cubetas, tinas o llantas.
Informe a su médico cuando viaje o esté de vacaciones en un lugar nuevo que pueda tener una enfermedad endémica transmitida por insectos. Es posible que su médico requiera una prueba de detección para algunas enfermedades transmitidas por insectos, así que infórmele acerca de sus hábitos al aire libre.
9. Eventos extremos relacionados con el clima y desastres que causan daño, angustia, enfermedad y muerte. Incluso los cambios relativamente pequeños en la temperatura, la humedad y otras condiciones ambientales pueden desencadenar eventos extremos, como incendios forestales, deslaves, huracanes o inundaciones. Por ejemplo, usted puede recoger todas las hojas secas, pero las condiciones ambientales aún crearán condiciones primordiales para un incendio forestal.
Qué decir a sus pacientes: prepárese para tales eventos extremos. Asegúrese de que sus habitaciones estén provistas de suministros para emergencias, e infórmese sobre el manejo de diferentes tipos de eventos. Manténgase al tanto de las advertencias y alertas de desastres. Busque atención médica si sufre algún daño debido a un evento extremo. Puede sufrir lesiones más graves de lo que aparenta.
10. Otros problemas metabólicos, endocrinos, microbiológicos y de fertilidad. Solo conocemos la punta del iceberg (que puede estar derritiéndose, por cierto) de cómo el cambio climático puede estar afectando nuestros cuerpos. Por ejemplo, la investigación de la University of California, Los Angeles sugiere que el cambio climático puede estar afectando la fertilidad.
Qué decir a sus pacientes: el cambio climático es un problema de salud humana. Se deben fomentar más investigación y ciencia, con menos negación de la ciencia. Debemos hacer lo que podamos para reducir la contaminación y las emisiones de carbono. Debemos fomentar las políticas y regulaciones que reduzcan la contaminación.
Por tanto, aunque técnicamente la Tierra no está en su lista de pacientes, acompaña a cada uno. Por tanto, tiene sentido hablar abiertamente con ellos sobre el cambio climático, cómo puede afectarlos y qué pueden hacer al respecto. Su salud y los entornos no están separados, sino que están integrados en un sistema complejo.
Lea sobre el cambio climático y sus potenciales efectos adversos. No piense que no es un problema médico o de salud. Sus pacientes necesitan sentir que pueden discutir cualquier cosa que pueda afectar su salud.
Si sus pacientes cuestionan el cambio climático, proporcióneles datos científicos y fuentes confiables, como sitios web gubernamentales. Deje en claro que no tiene una agenda, además de querer proteger la salud de las personas.
El Dr. Bruce Y. Lee es experto en salud digital, escritor, director ejecutivo del Global Obesity Prevention Center, profesor asociado de salud internacional en Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, y profesor asociado en Johns Hopkins Carey Business School. Es colaborador habitual de Forbes y ha escrito artículos para diversos medios de comunicación, como Time, The Guardian, STAT y MIT Technology Review, así como tres libros.
Fecha: 7/5/2019
Fuente: Medscape.
https://espanol.medscape.com/verarticulo/5903972?nlid=128998_4001&src=WNL_esmdpls_190506_mscpedit_gen&uac=120961CT&impid=1956471&faf=1
Aclarando el significado: cambio perceptible vs cambio valioso
Autor: Kevin P. Weinfurt, PhD Fuente: JAMA. Published online December 2, 2019. doi:https://doi.org/10.1001/jama.2019.18496 Clarifying the Meaning of Clinically Meaningful Benefit in Clinical Research
Los últimos años han sido testigos de un creciente enfoque en la aportación de los pacientes, sus cuidadores, o ambos, para informar la selección, medición e interpretación de los resultados en los ensayos clínicos.
Un tema importante para el que se busca su participación es la cuestión de qué constituye un beneficio clínicamente significativo, especialmente cuando las medidas de resultado informadas por el paciente (PROM) se utilizan para evaluar cómo se sienten y funcionan los pacientes.
Existe una extensa literatura que describe y evalúa métodos para definir diferencias mínimamente importantes y términos y conceptos relacionados.1-5 Se han realizado varios avances en este campo, incluido el reconocimiento de que el significado de las diferencias para una persona a lo largo del tiempo es distinto de las diferencias entre grupos a lo largo del tiempo.6
Aún así, entre los investigadores y fabricantes de medicamentos y dispositivos, persiste la incertidumbre sobre la mejor manera de determinar un cambio clínicamente significativo en la investigación clínica.
La incertidumbre sobre el concepto de significado clínico hace que sea difícil incorporar las perspectivas de los pacientes y cuidadores para informar los objetivos, el diseño, el análisis y la interpretación de los ensayos clínicos.
Los pacientes y cuidadores solo pueden contribuir cuando los investigadores y los médicos tienen claridad sobre el tipo de información que buscan en un momento dado. Entre las complejidades que rodean la noción de beneficio clínicamente significativo, una confusión fundamental es la combinación de 2 tipos diferentes e igualmente importantes de cambio significativo.
Un tipo denota un cambio que es notable o perceptible para el paciente o el cuidador y el otro denota un cambio que el paciente o el cuidador considera valioso.
A menudo hay preguntas sobre si la persona notará un cambio en alguna medida de resultado informada por el paciente (PROM). Tales preguntas pueden surgir cuando los ítems individuales tienen muchas opciones de respuesta ordenadas.
Por ejemplo, ¿notarían las personas si una intervención podría mejorar sus respuestas del “termómetro de socorro” en 2 puntos en una escala de respuesta de 100 puntos?
Las preguntas también se plantean cuando se puntúa una PROM combinando respuestas de múltiples elementos para crear un compuesto matemático (por ejemplo, un puntaje total). Entonces es importante saber, por ejemplo, si un cambio de 5 puntos en una escala de 0 a 50 puntos corresponde a un cambio en el estado de salud que es detectable por la persona.
En casos como estos, se requiere un trabajo metodológico adicional para determinar qué cambio de tamaño es notable y si el cambio requerido es notable del mismo tamaño, independientemente del punto de partida de un individuo a lo largo de la escala (por ejemplo, pasar de una enfermedad moderada a leve frente a moverse de enfermedad grave a moderada). Este trabajo metodológico puede requerir recursos significativos y presentar desafíos conceptuales y técnicos.
Cambio valioso
Después de haber establecido que se ha producido algún cambio notable, la siguiente pregunta sobre la importancia debe ser si el paciente o el cuidador consideran que la cantidad de cambio es valiosa.
Es decir, ¿se considera que el cambio vale la pena?
La respuesta a esta pregunta dependerá críticamente del contexto. Un paciente puede considerar que una pequeña mejora vale la pena siempre que los costos e inconvenientes personales no superen el beneficio. Pero la misma mejora de tamaño podría considerarse menos valiosa si el tratamiento produce efectos adversos tóxicos. Estos ejemplos subrayan cómo las determinaciones del valor de un cambio es un juicio realizado en un contexto particular.
Recomendaciones
La discusión precedente sugiere una serie de recomendaciones para mejorar la incorporación de los aportes del paciente y del cuidador en el uso de los puntos finales centrados en el paciente en la investigación clínica:
Reconozca que el término significativo como se usa actualmente en relación con el beneficio clínico es ambiguo. Reemplace o complemente el uso del término con una especificación notable o valiosa.
Cuando se utilizan métricas arbitrarias en PROM, el investigador tiene la carga de determinar y convencer a los demás sobre lo que constituye un cambio notable. Por lo tanto, siempre que sea posible, desarrolle PROM que utilicen ítems y opciones de respuesta que respondan estrechamente a las distinciones significativas que ya están disponibles en el lenguaje cotidiano. Esto es consistente con la noción de que las PROM esencialmente actúan como versiones estandarizadas de conversaciones con los pacientes.7 Por ejemplo, una pregunta en una PROM sobre la frecuencia de algún síntoma podría responderse con una frecuencia real (por ejemplo, “3 veces durante el día “) en lugar de con cuantificadores vagos (p. ej., nunca, raramente, a veces, con frecuencia o siempre). La mayoría estaría de acuerdo en que un cambio de 3 veces al día a una vez al día es notable, pero está menos claro si un cambio de a menudo a a veces es algo que sería notable.
Lo que constituye un cambio notable para un punto final particular puede depender del punto de partida de la persona (por ejemplo, síntomas menos severos o menos severos o restricciones funcionales), pero el cambio notable generalmente es poco probable que varíe entre contextos. En contraste, las definiciones de cambio valioso pueden estar altamente influenciadas por factores contextuales como el costo de la intervención, los efectos adversos, la conveniencia y la disponibilidad y costo-beneficio de las intervenciones alternativas. Por lo tanto, las evaluaciones del valor de un cambio dado deben incluir la especificación de factores contextuales importantes.
Se deben resolver problemas metodológicos más específicos para seguir algunas de estas recomendaciones. También es necesario desarrollar las mejores prácticas y estándares metodológicos para identificar cambios notables y generar juicios sobre cambios valiosos. Una mejor apreciación de estos dos aspectos del beneficio clínicamente significativo debería conducir a una incorporación más efectiva de pacientes y cuidadores en el diseño e interpretación de la investigación clínica.
Fecha:11/12/2019
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