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CREDENCE y la esperanza de la nefroprotección en pacientes con diabetes

Dr. José Gotés Palazuelos

La diabetes de tipo 2 es la causa más frecuente para el desarrollo de falla renal crónica terminal en muchos países del mundo, incluyendo varios de Latinoamérica. Asimismo, el riesgo de muerte por diabetes en la Ciudad de México va en aumento y, entre dicho riesgo, la mayor parte del porcentaje corresponde a falla renal terminal. Por tanto, la protección de la función renal en una persona que vive con diabetes de tipo 2 constituye uno de los aspectos que más impactan por su pronóstico a largo plazo.
Control glucémico, falla renal y sistema renina-angiotensina-aldosterona
Estudios emblemáticos de la década de los 90, como UKPDS y DCCT/EDIC mostraron que el control intensivo de glucosa reducía la microalbuminuria y la macroalbuminuria, generando caídas del riesgo hasta de 50% para el deterioro de la tasa de filtrado glomerular. Este efecto confirmó la necesidad del control glucémico para la disminución en el riesgo de falla renal o progresión de la misma.
Aunado a ello, estudios subsecuentes en los principios del siglo XX ayudaron a comprender el papel que desempeña el sistema renina-angiotensina-aldosterona en el daño y progresión de la nefropatía diabética.
En consecuencia, se llevaron a cabo múltiples estudios con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y bloqueantes del receptor de angiotensina, en donde se observó una reducción en la progresión de la lesión renal, incluso independientemente del efecto hipotensor del fármaco.
Por ende, el bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona se volvió una de las estrategias de primera línea para el tratamiento de la nefropatía en el paciente con diabetes de tipo 2. Así, el manejo de una persona con nefropatía diabética se basaba en la búsqueda del control glucémico, el control tensional y la baja de peso, que en conjunto generaban reducción en la progresión de las alteraciones renales.
Después de estas experiencias se probaron otras estrategias terapéuticas para la nefropatía diabética, como aliskerina, espironolactona, eplerenona, bardoxolona, paracalcitol, etcétera, todas con resultados inconsistentes o con incremento en el riesgo para el desarrollo de reacciones adversas, por lo que no se establecieron como estrategias frecuentes de tratamiento.
Seguridad cardiovascular
En el año 2008, la Food and Drug Administration de Estados Unidos estableció una serie de requerimientos de seguridad cardiovascular para la aprobación de todos los fármacos antidiabéticos, con el propósito de no generar un riesgo inaceptable de eventos cardiovasculares mayores, como muerte cardiovascular, infarto de miocardio no fatal y accidente cerebrovascular isquémico, con el uso de los fármacos antidiabéticos.
En este contexto, los inhibidores del cotransportador sodio glucosa tipo 2 (iSGLT2) se desarrollaron como fármacos antidiabéticos que reducen los niveles de glucosa sérica al reducir el umbral de reabsorción renal de glucosa, provocando glucosuria.[1] Este efecto es independiente de la secreción de insulina y dependiente de la concentración plasmática de glucosa, por lo que su riesgo de hipoglucemia es bajo.
En uno de estos estudios de seguridad cardiovascular, EMPA-REG, empaglifozina mostró una reducción significativa de los eventos cardiovasculares (muerte cardiovascular, infarto de miocardio no fatal y evento vascular cerebral isquémico), así como de hospitalización por falla cardiaca y de mortalidad por todas las causas en personas con diabetes de tipo 2 y alto riesgo cardiovascular.[2] De forma interesante, empaglifozina redujo el desarrollo o progresión de nefropatía en 39%.
En un análisis exploratorio del mismo estudio se documentó que empaglifozina generó una caída de 25% y 32% de la relación albúmina/creatinina en personas con microalbuminuria y macroalbuminuria, respectivamente.[3]
En CANVAS, estudio de seguridad cardiovascular en pacientes con diabetes de tipo 2 y alto riesgo cardiovascular, pero ahora con el inhibidor del cotransportador sodio glucosa tipo 2 canagliflozina, se demostró que el fármaco disminuyó la progresión a albuminuria (27%) y provocó una caída de 40% de un compuesto de desenlaces renales (reducción de 40% de la tasa de filtrado glomerular, la necesidad de terapia de remplazo renal o muerte renal).[4]
Por último, DECLARE, ahora con dapaglifozina, produjo resultados similares al estudio CANVAS, en cuanto a salud renal.[5]
Desenlaces renales
Con estos antecedentes, y dado que ninguno de los estudios mencionados se diseñó para investigar de forma específica desenlaces renales en personas con diabetes y nefropatía, se llevó a cabo un ensayo aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo de canagliflozina y eventos renales la diabetes con evaluación clínica de nefropatía establecida (CREDENCE).[6] En este estudio se analizaron 4.401 personas con diabetes de tipo 2 (con duración media de 15,8 años, hemoglobina glucosilada de 8,3%; 65% de los pacientes usaba insulina) con una tasa de filtrado glomerular media de 56,2 ml/min/173 m2 y una relación albúmina/creatinina urinaria mediana de 927 (rango intercuartílico: 463 – 1.833).
De manera interesante, se aleatorizó en estratos de tasa de filtrado glomerular: a) 30 a < 45 ml/min/1,73m2; b) 45 a < 60 ml/min/1,73m2, y c) 60 a < 90 ml/min/1,73m2. Como desenlace primario se estableció un compuesto de falla renal terminal (tasa de filtrado menor a 15 ml/min/1,73m2 por más de 15 días, diálisis por al menos 15 días), duplicación de las cifras de creatinina (por al menos 30 días) y muerte por causa renal o cardiovascular.
El análisis se basó en la comparación de los eventos del desenlace primario, por lo que una vez que se presentaron 500 eventos, el estudio fue detenido. Con ello se encontró una reducción del riesgo relativo del desenlace primario compuesto en 30% con el uso de canaglifozina. Dicho beneficio comenzó a observarse aproximadamente a los 12 meses de tratamiento, con la curva más aplanada en los pacientes que utilizaron canaglifozina.
Este cambio fue consistente entre los diversos estratos de la tasa de filtrado glomerular y en el análisis de subgrupo entre aquellos con relación albúmina/creatinina mayor o menor a 1.000 mg/g. Llama la atención que la diferencia entre la hemoglobina glucosilada de los pacientes tratados con canaglifozina (-0,43%) y placebo fue mucho menor a lo que se ha reportado en otros estudios (-0,11%). Asimismo, el cambio en presión sistólica entre los grupos fue de -2,38 mm Hg.
El resultado es muy llamativo e importante. Si comparamos, algunos estudios usando bloqueantes del receptor de antagonistas de angiotensina 2 han mostrado una reducción del riesgo relativo del compuesto renal de 20% a 25%, lo que contrasta con 30% observado con canaglifozina.
Además, el efecto parece no solo explicarse por la caída de la presión arterial y mejora en la hemoglobina glucosilada, ya que como se comentó, la diferencia es pequeña en el ámbito clínico. Por tanto, es posible que el beneficio con el uso de inhibidores del cotransportador sodio glucosa tipo 2 en la nefropatía diabética sea relacionado también con otros mecanismos, que pueden ir desde reducción en la presión intraglomerular por vasoconstricción de la arteriola aferente, disminución en el ambiente proinflamatorio por caída de la angiotensina II, y reducción en el tono simpático por menor rigidez arterial, entre otros. Es probable que en el transcurso de los años esto pueda dilucidarse aún más, y de esta manera se tendrá mayor información.
Punto de vista
En definitiva, los resultados de CREDENCE son esperanzadores. Abren un nuevo camino terapéutico para los pacientes con nefropatía diabética, buscando que con ello se reduzcan las tasas de falla renal terminal que aquejan a gran cantidad de países. Un aspecto que tendrá que ser evaluado en países con dificultades económicas es el acceso a este grupo de fármacos, ya que para muchas personas puede ser de muy alto costo. Sin duda, es conveniente que los inhibidores del cotransportador sodio glucosa tipo 2 se evalúen en el contexto del costo-beneficio, considerando que la atención de la falla renal terminal en pacientes con diabetes es de costo muy elevado.
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Referencias
1.Tsimihodimos V, Filippatos TD, Elisaf MS: SGLT2 inhibitors and the kidney: Effects and mechanisms. Diabetes Metab Syndr. Nov 2018;12(6):1117-1123. doi: 10.1016/j.dsx.2018.06.003. PMID: 29909004. Fuente
2.Cherney DZI, Zinman B, Inzucch SE, Koita-Weber A, y cols. Effects of empagliflozin on the urinary albumin-to-creatinine ratio in patients with type 2 diabetes and established cardiovascular disease: an exploratory analysis from the EMPA-REG OUTCOME randomised, placebo-controlled trial. Lancet Diabetes Endocrinol. Ago 2017;5(8):610-621. doi: 10.1016/S2213-8587(17)30182-1. PMID: 28666775. Fuente
3.Zinman B, Wanner C, Lachin JM, Fitchett D, y cols. Empagliflozin, cardiovascular outcomes, and mortality in type 2 diabetes. N Engl J Med. 26 Nov 2015;373(22):2117-28. doi: 10.1056/NEJMoa1504720. PMID: 26378978. Fuente
4.Neal B, Perkovic V, Mahaffey KW, de Zeeuw D, y cols. Canagliflozin and cardiovascular and renal events in type 2 diabetes. N Engl J Med. 17 Ago 20;377(7):644-657. doi: 10.1056/NEJMoa1611925. PMID: 28605608. Fuente
5.Wiviott SD, Raz I, Bonaca MP, Mosenzon O, y cols. Dapagliflozin and cardiovascular outcomes in type 2 diabetes. N Engl J Med. 24 Ene 2019;380(4):347-357. doi: 10.1056/NEJMoa1812389. PMID: 30415602. Fuente
6.Perkovic V, Jardine MJ, Neal B,Bompoint S, y cols. Canagliflozin and Renal Outcomes in Type 2 Diabetes and Nephropathy. N Engl J Med. 14 Abr 2019 . doi: 10.1056/NEJMoa1811744. PMID: 30990260.

Fecha:9/5/2019
Fuente https://espanol.medscape.com/verarticulo/5904016?nlid=129781_4001&src=WNL_esmdpls_190513_mscpedit_gen&uac=120961CT&impid=1962536&faf=1

dic 10th, 2019. En: Noticias en la web. #

¿Cuándo sospechar diabetes de tipo 2 infantil, MODY o LADA?

Nelly Toche
Los avances de los últimos años han permitido la adscripción de un número cada vez mayor de pacientes a subtipos distintos de diabetes. En estos casos, el diagnóstico correcto se ve facilitado por el hecho de que muchas de estas causas infrecuentes de diabetes se asocian con síndromes clínicos específicos o se manifiestan a una edad determinada.
Ante este planteamiento, la Sociedad Mexicana de Endocrinología Pediátrica tuvo su participación en el XXXI Congreso Nacional de Diabetes para hablar de cuándo sospechar que un paciente tiene diabetes de tipo 2 infantil, diabetes del adulto de inicio juvenil (MODY) o diabetes autoinmune latente del adulto (LADA).
Dra Niyel CoyotePara facilitar la consecución de un diagnóstico preciso y entender las implicaciones sobre el tratamiento y el pronóstico de dichos pacientes, la Dra. Ninel Coyote Estrada, cordinadora del simposio y exjefa del Departamento de Endocrinología del Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, compartió detalles sobre la diabetes de tipo 2 en niños.
Por ello, recordó que este tipo de diabetes está en íntima relación con el estilo de vida, por lo que “no debemos esperar hasta elaborar todo el diagnóstico, lo importante es reconocer a los grupos de riesgo para poder investigar en ellos si presentan alteraciones en el metabolismo de la glucosa”.
La especialista señaló que desde el punto de vista epidemiológico cambió su morbilidad en el grupo de pacientes pediátricos ya que, “antes de 1990 era muy raro que un niño fuera diagnosticado con diabetes de tipo 2, de 1% a 2%; para 1994 aumentó entre 8% y 10%, y en 1999 ya era entre 15% y 30%; en la actualidad se habla de hasta 45%”.[1]
“Actualmente en Estados Unidos se dice que tiene una incidencia de 5.000 casos nuevos por año y la proyección de incremento es de 2,3% anual en menores de 20 años. Incluso, hay publicaciones que [indican] que la prevalencia se va a cuadriplicar en 40 años”, añadió.
También señaló que “el pico de presentación de la [diabetes de tipo 2] es al inicio de la adolescencia, entre los 10 y 14 años de edad; 80% y hasta 90% está asociado a obesidad y más frecuentemente cuando hay aumento de la grasa visceral. Hasta un tercio de los pacientes de reciente diagnóstico tiene cetonuria, de 5% a 35% debutan con cetoacidosis; antes un debut de esta naturaleza llevaba a un diagnóstico de diabetes de tipo 1, ahora ya no”.[2]
Diabetes de tipo 2 y peso en el paciente pediátrico
Con este panorama, es importante el hecho de que el comportamiento es totalmente diferente a la diabetes de tipo 1 y la diabetes de tipo 2 en el adulto. “Es alarmante, porque hay una mayor declinación, y más rápida en la función de la célula beta -tres a cuatro veces más rápida-, además presentan un desarrollo acelerado de las complicaciones”, destacó.[3]
Desde hace mucho se sabe que diabetes y obesidad son una misma enfermedad, que van de la mano, solamente en etapas diferentes de la evolución, agregó.
Muchos médicos han atribuido esta condición a la herencia, pero diferentes estudios genéticos, análisis de vínculos, de asociación y escaneo, han concluido que la heredabilidad en el índice de masa corporal solamente es de 40%, por lo que hay 60% que se puede modificar.
Aun así, existen diferenciaciones: cuando el padre presenta obesidad el riesgo es de 2 a 4 veces mayor que la población donde ninguno de los padres la padece. En las mujeres todavía es mayor el riesgo y el inicio es más temprano. Además, en el hijo de madre con diabetes gestacional las alteraciones que se producen no solamente van a incidir en la vida intrauterina, sino que van a persistir hasta la adultez, con mayor riesgo de obesidad, IG, diabetes de tipo 2, y esto se va a presentar en la segunda mitad de la pubertad.
En estos niños el hiperinsulinismo fetal produce una disfunción temprana de célula beta que se acentúa con la alimentación rica en grasa.
Otro grupo poblacional con riesgo importante de desarrollar resistencia a la insulina y diabetes de tipo 2 es el pequeño para la edad gestacional y aquel que tiene peso bajo al nacimiento. “Todos hemos sabido de los productos macrosómicos, pero resulta que los extremos casi tienen el mismo riesgo”, indicó.
Desde 1991 la teoría de Baker, conocida también como ‘efecto programador intraútero’ consideró que el bajo peso al nacer es una variable para demostrar la correlación entre un ambiente intrauterino adverso y la posibilidad de la futura instauración de una enfermedad cardiovascular.[4]
Un estudio llevado a cabo en Inglaterra mostró por primera vez que las personas con bajo peso al nacer y que no recuperaron el peso en el primer año de vida presentaban hasta siete veces más intolerancia a la glucosa y tenían tasas más altas de diabetes de tipo 2 que otras al llegar a la adultez. “Qué mal, porque desde antes de que participemos en la génesis de esta enfermedad nos están programando la vida”, puntualizó la especialista.
El feto, ante estas condiciones adversas, desarrolla una nueva homeostasis para sobrevivir, y una vez que nace mantiene estas alteraciones metabólicas, y si además se expone a una alimentación hipercalórica, tiene mayor riesgo de acumular sustratos energéticos que lo llevarán a la obesidad.[5]
Una alimentación hipercalórica en el lactante va a producir un crecimiento de recuperación rápido, en las primeras semanas; a esto se le conoce como ‘rebote temprano de la adiposidad’. Algunos estudios dicen que aumenta el tejido graso a más de 30% en los primeros seis meses de vida. Otro factor que se ha modificado incrementando la obesidad se refiere a las alteraciones de comportamiento alimentario; los estudios han observado que los niños que presentan obesidad tienen mucha velocidad para comer, esto significa grandes cantidades de alimento, ya que no mastican, lo que genera atracones, trastorno de la alimentación descrito en la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
La obesidad también puede ser responsable de producir resistencia a la insulina , los tejidos sensibles a ello son el músculo esquelético (incapaz de captar glucosa y mantener glucemia posprandial), hígado (incapaz de inhibir la producción hepática de glucosa, tanto en ayuno como en el posprandial), célula beta (incrementa la secreción de insulina generando hiperinsulinemia) y tejido adiposo (aumenta la cantidad de ácidos grasos libres que van a pasar a la circulación), por lo que hay un deterioro en la habilidad de la insulina plasmática a concentraciones usuales de promover una adecuada utilización de la glucosa periférica y suprimir la formación de glucosa hepática.[6] También se sabe que la resistencia a la insulina precede en años o decenios a la diabetes de tipo 2 y que se hereda en forma poligénica.
Agregó que desde el punto de vista clínico, para sospechar que el niño tiene resistencia a la insulina es muy importante la presencia de acantosis nigricans, dislipidemia, hipertensión arterial e hiperandrogenismo.
En los últimos años también se ha hablado del papel de la microbiota en el desarrollo de la obesidad; se sabe que esta contribuye en la regulación de la homeostasis energética; diversos estudios han encontrado que en los ratones con obesidad predominan firmicutes, capaces de digerir polisacáridos indigeribles que van a transformar en monosacáridos y ácidos grasos de cadena corta, que se absorben por el hospedero, por lo que aumenta más la energía de sustancias que normalmente en el individuo delgado se van eliminando.
Por último, otro evento fisiológico es al inicio de la adolescencia; normalmente en la pubertad se produce resistencia a la insulina, esto es secundario al aumento de la hormona de crecimiento; dicho aumento en la producción de insulina va a incrementar la oxidación de grasa o glucosa.
Estudios han demostrado que disminuye sensibilidad de insulina entre 30% y 50%, y si tenemos una célula beta pancreática funcional, la va a compensar con incremento en la secreción al doble. El índice de homa en esta etapa aumenta, pero retorna a lo normal en T-5, sin embargo, en los niños con obesidad no retorna, y permanece elevada.
Diabetes del adulto de inicio juvenil o MODY
Dr Jose Antonio Orozco MoralesPor su parte, el Dr. José Antonio Orozco Morales, pediatra endocrinólogo, con especialidad en diabetes, habló sobre diabetes del adulto de inicio juvenil; este es un grupo de trastornos monogénicos que resultan de mutaciones heterocigotas de acción dominante en genes importantes para el desarrollo o la función de las células B.[7]
Lo que ocasiona una forma familiar de diabetes leve, no cetósica, que se presenta generalmente antes de los 25 años de edad y que requiere de un diagnóstico oportuno para poder iniciar el manejo adecuado por endocrinólogo pediatra, así como la educación del paciente para poder evitar complicaciones crónicas de la enfermedad que son prevenibles mediante programas integrales.
La diabetes de tipo MODY se encuentra dentro del grupo 4 de la clasificación de la American Diabetes Association, que entra en “otros tipos de diabetes”, junto a la diabetes neonatal y algunas otras causas. En la International Society for Pediatric and Adolescent Diabetes entra en el grupo 3, de las diabetes de otros tipos, pero siempre junto a la neonatal, porque son de origen monogénico.
Las bases para el diagnóstico son un grupo de trastorno monogénico que clínicamente son heterogéneos por su causa, pero caracterizados por ser una diabetes de inicio temprano, con frecuencia con diagnóstico en la infancia o la adolescencia, con diabetes no cetósica, porque persiste una leve, pero continua función de insulina, un modo de herencia autosómico dominante y un defecto primario en la función de las células beta pancreáticas.
Estos pacientes se caracterizan por no tener obesidad ni datos de resistencia a la acción de la insulina, además de no existir datos de autoinmunidad.
Generalmente se considera como una forma de diabetes no dependiente de la insulina y comprende de 1% a 5% de la diabetes total.
El probable origen de estas enfermedades puede ser una enzima o proteínas específicas en la síntesis de la insulina, que incluye generalmente a los otros tipos de diabetes de tipo MODY.
Actualmente, con los avances que existen podemos determinar los genes responsables de esas enfermedades; hoy se sabe que existen 14 tipos de diabetes MODY, cada uno clasificado por el gen que produce la enfermedad, por ejemplo, en la diabetes MODY 2, la glucocinasa, enzima conocida como hexocinasa tipo IV, actúa en metabolismo de adenosina trifosfato, y esta proteína tiene una función de enzima que se encarga del metabolismo de la glucosa; en los humanos la información de esta proteína se codifica en el cromosoma 7p13.[8,9]
En general, estos niños persisten con niveles de glucosa entre 100 mg/dl y 145 mg/dl, y los niveles de hemoglobina glucosilada comúnmente están elevados, pero nunca por arriba de 7,5%; esto se presenta desde el nacimiento, por lo que el embarazo puede ser una oportunidad para hacer el diagnóstico por la curva de tolerancia a la glucosa. El tratamiento farmacológico en este grupo de pacientes no es necesario, sin embargo, hay que considerar al grupo de mujeres embarazadas.
Diabetes autoinmune latente en adultos o LADA
La diabetes autoinmune latente en adultos es considerada como una expresión menos grave de una enfermedad autoinmune, explica la Dra. Patricia Guadalupe Medina Bravo, especialista miembro de la Sociedad Mexicana de Endocrinología Pediátrica; abarca a pacientes que tienen datos claros de autoinmunidad, pero con una distribución lenta de la célula beta, por tanto, no requerirán de insulina tal vez por meses o años. En Norteamérica se calcula que 5% a 10% de los nuevos casos de diabetes en pacientes adultos podrían corresponder a esta entidad.[10]
DRa GuadalupeLos factores más frecuentemente asociados a su presencia son: edad de aparición antes de los 50 años, estado nutricional normal, e historia personal o familiar de autoinmunidad. El diagnóstico de certeza se hace a través de la detección de anticuerpos específicos, siendo el antiglutamato decarboxilasa el de mayor prevalencia.
El término LADA fue acuñado para describir a pacientes con una forma lentamente progresiva de diabetes autoinmune o de tipo 1 que podían ser tratados inicialmente sin insulina.
La especialista dijo que en algunos aspectos se parece a la diabetes de tipo 2, pero siempre tiene marcadores positivos de autoinmunidad y los pacientes cursan con otra enfermedad autoinmune. “En este modo la frecuencia de complicaciones microvasculares a mediano y largo plazos son semejantes a los pacientes con [diabetes de tipo] 2″.
Para el cuadro de tratamiento farmacológico todavía no hay una concordancia en cuanto al mejor tratamiento para estos pacientes, debe ser individualizado y de acuerdo a las características que presente cada uno de ellos. Los objetivos de control metabólico deben ser los recomendados para la enfermedad (hemoglobina glucosilada < 7%). Las medidas dietéticas y el ejercicio son similares a otros tipos de diabetes.[11]
Los Dres. Coyote Estrada, Orozco Morales y Medina Bravo han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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Referencias
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2.Dabelea D, Rewers A. Trends in the Prevalence of Ketoacidosis at Diabetes Diagnosis: The SEARCH for Diabetes in Youth Study. Pediatrics. Abr 2014;133(4):e938-45. doi: 10.1542/peds.2013-2795. PMID: 24685959. Fuente
3.Hannon TS, Arslanian SA. The changing face of diabetes in youth: lessons learned from studies of type 2 diabetes. Ann N Y Acad Sci. Sep 2015;1353:113-37. doi: 10.1111/nyas.12939. PMID: 26448515. Fuente
4.Barker DJ. The fetal and infant origins of adult disease. BMJ. 17 Nov 1990;301(6761):1111. PMID: 2252919. Fuente
5.Plagemann A. A matter of insulin: developmental programming of body weight regulation. J Matern Fetal Neonatal Med. Mar 2008;21(3):143-8. doi: 10.1080/14767050801929869. PMID: 18297568. Fuente
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7.Codner E, Acerini CL, Craig ME, Hofer SE, y col. ISPAD Clinical Practice Consensus Guidelines 2018: Limited Care Guidance Appendix. Pediatr Diabetes. Oct 2018;19 Suppl 27:328-338. doi: 10.1111/pedi.12767. PMID: 30276975. Fuente
8.Firdous P, Nissar K, Ganai BA, Shabir U, y cols. Genetic Testing of Maturity-Onset Diabetes of the Young Current Status and Future Perspectives. Front Endocrinol (Lausanne). 17 May 2018 May;9:253. doi: 10.3389/fendo.2018.00253. PMID: 29867778. Fuente
9.Hattersley AT, Greeley SAW, Polak M, Rubio-Cabezas O, y cols. ISPAD Clinical Practice Consensus Guidelines 2018: The diagnosis and management of monogenic diabetes in children and adolescents. Pediatr Diabetes. Oct 2018;19 Suppl 27:47-63. doi: 10.1111/pedi.12772. PMID: 30225972. Fuente
10.Pollak FC, Vázquez T. Diabetes autoinmune (latente) del adulto. Latent autoimmune diabetes in adults. Rev Med Chil. Nov 2012;140(11); 1476-1481. Fuente
11.Pozzilli P, Di Mario U. Autoimmune diabetes not requiring insulin at diagnosis (latent autoimmune diabetes of the adult): definition, characterization, and potential prevention. Diabetes Care. Ago 2001;24(8):1460-7. PMID: 11473087.

Fecha:12/4/2019

Fuente:Medscape ¿Cuándo sospechar diabetes de tipo 2 infantil, MODY o LADA? – Medscape – 11 de abr de 2019.

https://espanol.medscape.com/verarticulo/5903912?nlid=129037_4001&src=WNL_esmdpls_190415_mscpedit_gen&uac=120961CT&impid=1937323&faf=1#vp_3

dic 10th, 2019. En: Noticias en la web. #

La insulina y las sulfonilureas aumentan el riesgo cardiovascular en pacientes con diabetes

corazon ekg

El uso de insulina o sulfonilureas como tratamiento de segunda línea en adultos con diabetes de tipo 2 se asocia con un mayor riesgo cardiovascular, mientras que el uso de nuevas clases de fármacos para reducir la glucosa no se vincula al riesgo, indica una nueva investigación del mundo real, en Estados Unidos.[1]
Los hallazgos, de un análisis retrospectivo de los datos de reclamaciones administrativas nacionales, se publicaron en versión electrónica en JAMA Network Open por el Dr. Matthew J. O’Brien, de la Division of General Internal Medicine and Geriatrics, Department of Medicine, de la Northwestern University Feinberg School of Medicine, en Chicago, Estados Unidos, y sus colaboradores.
Entre los más de 130.000 adultos con diabetes de tipo 2 asegurados que requirieron un segundo agente hipoglucemiante después de metformina, el uso de insulina o sulfonilureas se asoció con daño cardiovascular constante, en comparación con los inhibidores de la dipeptidil peptidasa de tipo 4, que se ha demostrado tienen un efecto cardiovascular neutro.
Por otro lado, los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1, los inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa de tipo 2 y las tiazolidinedionas no se asociaron con daño cardiovascular, en comparación con los inhibidores de la dipeptidil peptidasa de tipo 4, pero tampoco produjeron el beneficio cardiovascular significativo que se ha demostrado en los estudios clínicos aleatorizados de resultados de estos agentes en pacientes con diabetes de tipo 2 y enfermedad cardiovascular establecida.
Estas poblaciones de alto riesgo típicamente han sido necesarias para poder estadístico en los estudios de desenlaces cardiovasculares exigidos por la Food and Drug Administration de Estados Unidos. Además, los estudios de desenlaces cardiovasculares se realizan con un solo fármaco, en comparación con placebo.
Nuevo estudio se dirige al área de incertidumbre clínica significativa
“Hasta la fecha, ningún estudio ha comparado directamente los efectos cardiovasculares de todas las opciones contemporáneas de fármacos que reducen la glucosa entre los pacientes que comienzan el tratamiento de segunda línea en el mundo real; este estudio tuvo como objetivo complementar los hallazgos de los estudios de fármacos individuales e informar mejor las opciones que reducen la glucosa para la amplia población de pacientes que actualmente recibe estos fármacos”, señalan los investigadores.
En un editorial acompañante, Alison Callahan, Ph. D., y el Dr. Nigam H. Shah, Ph. D., ambos del Center for Biomedical Informatics Research, en la Stanford University, en California, Estados Unidos, elogian el estudio y señalan que “se dirige a un área de incertidumbre clínica con el potencial de informar el tratamiento de millones de personas con diabetes de tipo 2 y hace una contribución importante a esta área”.[2]
Callahan y el Dr. Shah señalan que los hallazgos coinciden con su estudio reciente que examina el impacto real de varias clases de agentes hipolipemiantes de segunda línea en el control glucémico y las tasas de complicaciones, incluido el infarto de miocardio. Este nuevo estudio hace “una contribución valiosa” al agregar agonistas del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1.
Ambos estudios “aprovechan los datos de observación que capturan los detalles de los procesos de atención médica y los resultados de los pacientes durante millones de vidas, con una cobertura longitudinal significativa”, añaden.
Insulina basal, sulfonilureas fuertemente asociadas con daño cardiovascular
El estudio actual incluyó a 132.737 adultos con diabetes de tipo 2 inscritos en planes de seguro de salud comerciales o Medicare Advantage durante 2011 – 2015. Todos habían iniciado un fármaco de segunda línea para bajar la glucosa, principalmente combinado con metformina. Los datos fueron analizados desde enero de 2017 hasta octubre de 2018.
En general, 5,5% tenía antecedentes de eventos cardiovasculares antes de comenzar el tratamiento con el agente de segunda línea.
De las prescripciones dispensadas para esos agentes, 47,6% se constituyó por sulfonilureas; 21,8% de los inhibidores de la dipeptidil peptidasa de tipo 4; 12,2% de la insulina basal; 8,6% de los agonistas del péptido similar al glucagón tipo 1; 5,6% de tiazolidinedionas, y 4,3% de los inhibidores de cotransportador de sodio-glucosa de tipo 2.
Los investigadores establecieron a los usuarios de inhibidores de la dipeptidil peptidasa de tipo 4 como el grupo de comparación, porque los datos han demostrado que esa clase tiene un efecto neutral en los resultados cardiovasculares.
El resultado primario fue el tiempo hasta el primer evento cardiovascular después de iniciar el agente de segunda línea, con eventos definidos como hospitalización por insuficiencia cardiaca congestiva, accidente cerebrovascular, enfermedad cardiaca isquémica o enfermedad arterial periférica. Hubo 3.480 eventos de este tipo durante 169.384 años-persona de seguimiento.
En relación con el inicio del tratamiento con un inhibidor de la dipeptidil peptidasa de tipo 4 y luego del ajuste para las características del paciente, el médico y el plan de salud, el riesgo de eventos cardiovasculares compuestos fue 36% mayor en el grupo de sulfonilurea (hazard ratio [HR]: 1,36), y más del doble con la insulina basal (HR: 2,03).
Esto corresponde a los números necesarios para dañar durante 2 años de tratamiento con sulfonilureas e insulina basal de 103 y 37, respectivamente.
El aumento del riesgo cardiovascular relativo asociado con el uso de sulfonilureas o insulina basal se observó en todos los resultados cardiovasculares individuales y se mantuvo “sólido” en los análisis de sensibilidad, informan el Dr. O’Brien y sus colaboradores.

Referencias
1.-O´Brien MJ, et al.: Association of second-line antidiabetic medications with cardiovascular events among insured adults with type 2 diabetes. JAMA Netw Open 2018; 1(8): e186125. Doi:10.1001/jamanetworkopen.2018.6125
2.-Callahan A, Shah N. A second opinión from observational data on second-line diabetes drugs. JAMA Netw Open 2018; 1(8):e186119. Doi:10.1001/jamanetworkopen.2018.6119.
Miriam E. Tucker

Fecha: 28/12/2018
Fuente: Medscape. La insulina y las sulfonilureas aumentan el riesgo cardiovascular en pacientes con diabetes – Medscape – 26 de dic de 2018.

Artículo completo en Medscape

dic 10th, 2019. En: Insulina, Noticias en la web. #

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