Viajes por América

250px-Ernesto-che-guevara-y-alberto-granado-en-la-balsa-mamboEl 29 de diciembre de 1951, en compañía de su amigo Alberto Granado y de la Poderosa II (moto marca Norton de 500 centímetros cúbicos), moto en la que imaginaban transitar por toda América, emprenden un histórico viaje que los llevaría a recorrer Chile, Perú, Colombia y Venezuela. La visita a las minas de cobre de Chuquicamata (Chile) resulta particularmente reveladora, porque en ningún lugar como aquel habían chocado con semejante grado de explotación de los obreros, de discriminación del nativo respecto al yanqui.

El dolor de nuestra América va calando hondo en los nervios del estudiante argentino: he ahí la realidad neocolonial descarnada más allá de cualquier libro. A su regreso en julio de 1952, Ernesto apunta en sus anotaciones personales una crónica titulada Entendámonos, en la cual expresa:

(…) ¿Qué nuestra vista nunca fue panorámica, siempre fugaz y no siempre equitativamente informada, y los juicios son demasiado terminantes? (…) El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina, el que las ordena y pule, yo, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí.

Ya en Buenos Aires, en apenas un año, concluye sus estudios de medicina y el 12 de junio de 1953 recibe el título de médico, un mes después comienza su segunda travesía por el continente, con un plan inicial que modificaría y que lo conduciría a una total transformación. Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y finalmente, Guatemala son los países que recorre esta vez. Cuando Ernesto recorre los países del litoral pacífico de América del Sur, al visitar las minas de cobre, los poblados indígenas y las leproserías, es donde da muestras de su profundo humanismo, se va creciendo y agigantando su modo revolucionario de pensar y su firme antimperialismo.

A esa singular experiencia, se le añade un acontecimiento de repercusiones inimaginadas, el encuentro con cubanos, asaltantes del Moncada y exiliados en Guatemala. Entro ellos, sobresale Ñico López, joven revolucionario, con el que se produce una total afinidad y el conocimiento primario de los objetivos que persigue Fidel Castro, líder del movimiento para alcanzar la plena independencia de Cuba.